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Columnista - 28 noviembre, 2017

Juglares San Diego

Para llegar a San Diego, bajando desde lo más alto de la Serranía del Perijá, entrando por Codazzi, la primera escala es Tocaimo, aldea a donde llegó Leandro Díaz en búsqueda de su gloria musical, allí desplegó su talento. A orillas de las famosas aguas de su río, hizo canciones famosas, la tranquilidad y majestuosidad […]

Para llegar a San Diego, bajando desde lo más alto de la Serranía del Perijá, entrando por Codazzi, la primera escala es Tocaimo, aldea a donde llegó Leandro Díaz en búsqueda de su gloria musical, allí desplegó su talento.

A orillas de las famosas aguas de su río, hizo canciones famosas, la tranquilidad y majestuosidad de la naturaleza en su esplendor le dieron inspiración, compuso ‘Los tocaimeros’, nombra agradecido a todos sus habitantes de la época

En Tocaimo, jurisdicción de San Diego, Leandro halló trato digno y afectuoso, reconocimiento que no encontró en todo su penoso deambular, Díaz era discriminado por su ceguera y pobreza.

En esa comarca, compuso ‘Matilde Lina’, femenina que impactó por su dulce voz, relación que no se consumó, Matilde tenía cuatro hijos y Leandro cinco retoños, y su otra canción afamada ‘La diosa coronada’, también fue compuesta allí.

Bajando del imponente macizo montañoso y sus hermosos cañones llenos de vegetación nativa, clima fresco y agradable, se puede admirar su esplendor natural, andando por una estrecha vía adoquinada para paso de vehículos, al pie de las estribaciones encontramos el caserío del Rincón, cuna del juglar Juan Muñoz Guerra (24 de junio de 1912-11 de diciembre de 1987), excelente interprete de la puya, historiadores dicen que a él aprendió a tocarla de su tío Fortunato Fernández.

Muñoz enseñó a muchos colegas la interpretación de la puya, incluido ‘El Viejo’ Emiliano, tuvo una nutrida prole de 16 hijos, no heredaron su arte. Recorrió toda la región hasta Ciénaga, como empleado de correos de Colombia, hizo la canción ‘La estrella’ a sol y agua de Valencia para abajo, con miedo a los salteadores de caminos, cayó en manos del tenebroso bandido ‘Blasito’, que azotaba estos solitarios pasajes.

En su misión mensajera compuso ‘Cuando el tigre está en la cueva’, lo asustaba el runruneo de este animal en su recorrido por caminos deshabitados, montado en bestia, en esas andanzas hizo a la mamá de una novia que quería verlo muerto, ‘La vieja Gabriela’.

San Diego, pueblo del legendario Fortunato Fernández, historiadores dicen que fue creador del ritmo de puya, Fernández, fue cantante, acordeonero, compositor y verseador.

El cajero Juan Crisóstomo Ramos Mendoza, nacido allí el 10 de diciembre de 1912, reconocido como mejor cajero de doble fondo de la comarca, ‘Pichocho’, hombre taciturno y arisco, pero con un gran repique de caja, acompañó a los mejores acordeoneros de la época, Pedro Julio Castro, Manuel Hilario Calderón, Andrés Mendoza, Juan Muñoz Guerra.

Al lado de Juan Crisóstomo, estuvieron ‘Chico’ Bolaños, Emiliano Zuleta, los hermanos López, el solo de su caja retumbaba en la Serranía del Perijá, su eco se oía en La Paz, golpe con el cual se nutrió Pablo López.

La señora de ‘Pichocho’ no le dejaba sacar la caja si no pagaban antes de la parranda.
Antonio Brahím, Juan Calderón, Hugo Araujo, ‘Las tres guitarras’ junto con Leandro Díaz, brillaron en San Diego.

De allí es Crispulo ‘El Monito’ Arzuaga, verseador, como cajero acompañó a Emiliano Zuleta Baquero, también Ivo Díaz y Carlos lleras Araujo, Gustavo y Jorge Calderón.

Por Celso Guerra Gutiérrez

 

Columnista
28 noviembre, 2017

Juglares San Diego

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

Para llegar a San Diego, bajando desde lo más alto de la Serranía del Perijá, entrando por Codazzi, la primera escala es Tocaimo, aldea a donde llegó Leandro Díaz en búsqueda de su gloria musical, allí desplegó su talento. A orillas de las famosas aguas de su río, hizo canciones famosas, la tranquilidad y majestuosidad […]


Para llegar a San Diego, bajando desde lo más alto de la Serranía del Perijá, entrando por Codazzi, la primera escala es Tocaimo, aldea a donde llegó Leandro Díaz en búsqueda de su gloria musical, allí desplegó su talento.

A orillas de las famosas aguas de su río, hizo canciones famosas, la tranquilidad y majestuosidad de la naturaleza en su esplendor le dieron inspiración, compuso ‘Los tocaimeros’, nombra agradecido a todos sus habitantes de la época

En Tocaimo, jurisdicción de San Diego, Leandro halló trato digno y afectuoso, reconocimiento que no encontró en todo su penoso deambular, Díaz era discriminado por su ceguera y pobreza.

En esa comarca, compuso ‘Matilde Lina’, femenina que impactó por su dulce voz, relación que no se consumó, Matilde tenía cuatro hijos y Leandro cinco retoños, y su otra canción afamada ‘La diosa coronada’, también fue compuesta allí.

Bajando del imponente macizo montañoso y sus hermosos cañones llenos de vegetación nativa, clima fresco y agradable, se puede admirar su esplendor natural, andando por una estrecha vía adoquinada para paso de vehículos, al pie de las estribaciones encontramos el caserío del Rincón, cuna del juglar Juan Muñoz Guerra (24 de junio de 1912-11 de diciembre de 1987), excelente interprete de la puya, historiadores dicen que a él aprendió a tocarla de su tío Fortunato Fernández.

Muñoz enseñó a muchos colegas la interpretación de la puya, incluido ‘El Viejo’ Emiliano, tuvo una nutrida prole de 16 hijos, no heredaron su arte. Recorrió toda la región hasta Ciénaga, como empleado de correos de Colombia, hizo la canción ‘La estrella’ a sol y agua de Valencia para abajo, con miedo a los salteadores de caminos, cayó en manos del tenebroso bandido ‘Blasito’, que azotaba estos solitarios pasajes.

En su misión mensajera compuso ‘Cuando el tigre está en la cueva’, lo asustaba el runruneo de este animal en su recorrido por caminos deshabitados, montado en bestia, en esas andanzas hizo a la mamá de una novia que quería verlo muerto, ‘La vieja Gabriela’.

San Diego, pueblo del legendario Fortunato Fernández, historiadores dicen que fue creador del ritmo de puya, Fernández, fue cantante, acordeonero, compositor y verseador.

El cajero Juan Crisóstomo Ramos Mendoza, nacido allí el 10 de diciembre de 1912, reconocido como mejor cajero de doble fondo de la comarca, ‘Pichocho’, hombre taciturno y arisco, pero con un gran repique de caja, acompañó a los mejores acordeoneros de la época, Pedro Julio Castro, Manuel Hilario Calderón, Andrés Mendoza, Juan Muñoz Guerra.

Al lado de Juan Crisóstomo, estuvieron ‘Chico’ Bolaños, Emiliano Zuleta, los hermanos López, el solo de su caja retumbaba en la Serranía del Perijá, su eco se oía en La Paz, golpe con el cual se nutrió Pablo López.

La señora de ‘Pichocho’ no le dejaba sacar la caja si no pagaban antes de la parranda.
Antonio Brahím, Juan Calderón, Hugo Araujo, ‘Las tres guitarras’ junto con Leandro Díaz, brillaron en San Diego.

De allí es Crispulo ‘El Monito’ Arzuaga, verseador, como cajero acompañó a Emiliano Zuleta Baquero, también Ivo Díaz y Carlos lleras Araujo, Gustavo y Jorge Calderón.

Por Celso Guerra Gutiérrez