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Columnista - 3 septiembre, 2016

Jaime Ackerman Villazón, ¡ay siendo persona buena!

Inicio esta columna tal cual como la canción que le compuso el inmortal ‘Colacho’ Mendoza a mi tío Jaime José Ackerman Villazón, quien partió a su encuentro con Dios, dejándonos muy tristes con su ausencia a todos cuanto lo quisimos. Dejó un legado y una gran cantidad de historias, fue un hombre libre desde muy […]

Inicio esta columna tal cual como la canción que le compuso el inmortal ‘Colacho’ Mendoza a mi tío Jaime José Ackerman Villazón, quien partió a su encuentro con Dios, dejándonos muy tristes con su ausencia a todos cuanto lo quisimos. Dejó un legado y una gran cantidad de historias, fue un hombre libre desde muy temprana edad, su condición de hijo varón único y además de haber quedado huérfano de padre desde muy niño, hicieron que se “madurara biche”, sin duda fue un muchacho díscolo, pero así como lo manifestó Nicolás Elías en su canción, fue una persona buena, como todo ser humano cometió algunos errores, pero como el tiempo de Dios es perfecto en su momento pudo resarcirlos y hace varios años se convirtió en un fiel devoto, un hombre renovado en la fe de Cristo, que iba todos los días a misa y procuraba actuar según los designios de Dios.

Tuvo muchas cualidades, siempre que pudo tenderle la mano al prójimo lo hizo, de mi parte tengo una enorme deuda de gratitud, pues en algún momento de mi vida que había tomado el camino equivocado, él fue una de las personas quien junto a mi tía María Luisa me tendieron sus manos para ayudarme. Mi tío fue un muy buen familiar y nuestras familias han sido muy unidas, sus hijos Simón, Isaac y Jaime David, más que mis primos, han sido mis hermanos y por ellos profeso un cariño especial, al igual que también mis hermanos, con sus sobrinos nos une gran amistad, especialmente con Camilo Andrés Lacouture, su hermana Eliana, y a mi particularmente con Luis David, hijo de Gloria, su querida hermana menor y la única que sobrevive, pues Elsa y Edith fallecieron hace varios años, también víctimas del terrible cáncer. Con Elizabeth su hija, también nos une un vínculo más que amistoso, familiar.

Jaime tuvo una memoria prodigiosa, fue un gran conversador y narrador de historias, muchas veces le consulté datos y nombres para mis escritos, pues recordaba con lujo de detalles muchas semblanzas del viejo Valledupar, eso siempre se lo admiré pues en realidad era sorprendente como mantenía intactos en su memoria tantos datos exactos, no solo de hechos vividos por él, sino relatos escuchados de sus mayores. Aunque tenía un temperamento fuerte gozaba de un exquisito sentido del humor, por lo cual rememoraba muchas anécdotas jocosas, por eso hizo muy buena liga con mi papá, se trataban de tocayos el uno al otro y duraban horas hablando entre otras cosas de ganadería. El día de su cremación lo acompañamos muchísimos amigos y familiares, vi bastante compungido a su primo hermano Edgardo Maya Villazón, quien además fue su gran amigo y compadre.

Mi tío fue un hombre fuerte y sobrellevó su enfermedad con dignidad, aunque la canción que le compusieron se titula ‘El Derrotado’ (por cuestiones de desamores juveniles), nunca vivió en derrota, siempre lo hizo en victoria, la muerte nunca es pérdida, más cuando tenemos a Dios en nuestros corazones y más cuando se nos da la oportunidad de enderezar nuestro camino. Agradezco a todos los amigos y familiares que nos acompañaron a despedirlo, especialmente a toda su parentela Villazón que cariñosamente lo llamaban ‘Miolo’ y con quienes de pronto hace rato no se veía, pero nunca dejó de existir un cariño reciproco, así mi tío se dio cuenta lo mucho que significaba para todos quienes lo apreciamos, sé que debe estar cerca a Dios y hace rato hablando animadamente con mi papá y todos sus familiares que lo antecedieron.

Columnista
3 septiembre, 2016

Jaime Ackerman Villazón, ¡ay siendo persona buena!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Inicio esta columna tal cual como la canción que le compuso el inmortal ‘Colacho’ Mendoza a mi tío Jaime José Ackerman Villazón, quien partió a su encuentro con Dios, dejándonos muy tristes con su ausencia a todos cuanto lo quisimos. Dejó un legado y una gran cantidad de historias, fue un hombre libre desde muy […]


Inicio esta columna tal cual como la canción que le compuso el inmortal ‘Colacho’ Mendoza a mi tío Jaime José Ackerman Villazón, quien partió a su encuentro con Dios, dejándonos muy tristes con su ausencia a todos cuanto lo quisimos. Dejó un legado y una gran cantidad de historias, fue un hombre libre desde muy temprana edad, su condición de hijo varón único y además de haber quedado huérfano de padre desde muy niño, hicieron que se “madurara biche”, sin duda fue un muchacho díscolo, pero así como lo manifestó Nicolás Elías en su canción, fue una persona buena, como todo ser humano cometió algunos errores, pero como el tiempo de Dios es perfecto en su momento pudo resarcirlos y hace varios años se convirtió en un fiel devoto, un hombre renovado en la fe de Cristo, que iba todos los días a misa y procuraba actuar según los designios de Dios.

Tuvo muchas cualidades, siempre que pudo tenderle la mano al prójimo lo hizo, de mi parte tengo una enorme deuda de gratitud, pues en algún momento de mi vida que había tomado el camino equivocado, él fue una de las personas quien junto a mi tía María Luisa me tendieron sus manos para ayudarme. Mi tío fue un muy buen familiar y nuestras familias han sido muy unidas, sus hijos Simón, Isaac y Jaime David, más que mis primos, han sido mis hermanos y por ellos profeso un cariño especial, al igual que también mis hermanos, con sus sobrinos nos une gran amistad, especialmente con Camilo Andrés Lacouture, su hermana Eliana, y a mi particularmente con Luis David, hijo de Gloria, su querida hermana menor y la única que sobrevive, pues Elsa y Edith fallecieron hace varios años, también víctimas del terrible cáncer. Con Elizabeth su hija, también nos une un vínculo más que amistoso, familiar.

Jaime tuvo una memoria prodigiosa, fue un gran conversador y narrador de historias, muchas veces le consulté datos y nombres para mis escritos, pues recordaba con lujo de detalles muchas semblanzas del viejo Valledupar, eso siempre se lo admiré pues en realidad era sorprendente como mantenía intactos en su memoria tantos datos exactos, no solo de hechos vividos por él, sino relatos escuchados de sus mayores. Aunque tenía un temperamento fuerte gozaba de un exquisito sentido del humor, por lo cual rememoraba muchas anécdotas jocosas, por eso hizo muy buena liga con mi papá, se trataban de tocayos el uno al otro y duraban horas hablando entre otras cosas de ganadería. El día de su cremación lo acompañamos muchísimos amigos y familiares, vi bastante compungido a su primo hermano Edgardo Maya Villazón, quien además fue su gran amigo y compadre.

Mi tío fue un hombre fuerte y sobrellevó su enfermedad con dignidad, aunque la canción que le compusieron se titula ‘El Derrotado’ (por cuestiones de desamores juveniles), nunca vivió en derrota, siempre lo hizo en victoria, la muerte nunca es pérdida, más cuando tenemos a Dios en nuestros corazones y más cuando se nos da la oportunidad de enderezar nuestro camino. Agradezco a todos los amigos y familiares que nos acompañaron a despedirlo, especialmente a toda su parentela Villazón que cariñosamente lo llamaban ‘Miolo’ y con quienes de pronto hace rato no se veía, pero nunca dejó de existir un cariño reciproco, así mi tío se dio cuenta lo mucho que significaba para todos quienes lo apreciamos, sé que debe estar cerca a Dios y hace rato hablando animadamente con mi papá y todos sus familiares que lo antecedieron.