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Columnista - 30 enero, 2015

Vida y obra de Samuelito (I)

Como un homenaje póstumo al juglar que dio a conocer el nombre de mi pueblo con el título de aquella canción que grabaron e hicieron famosa Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate, quiero entregarles un perfil de quien fue conocido en vida como el mejor acordeonero y cantautor de La Loma, Samuel Martínez Muñoz. Es claro […]

Como un homenaje póstumo al juglar que dio a conocer el nombre de mi pueblo con el título de aquella canción que grabaron e hicieron famosa Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate, quiero entregarles un perfil de quien fue conocido en vida como el mejor acordeonero y cantautor de La Loma, Samuel Martínez Muñoz. Es claro que no tengo el suficiente espacio para ello, por lo cual lo haré en dos entregas.

Tendría unos trece o catorce años aquel muchacho de color oscuro que llamaban ‘Samuelito’ cuando inició a escondidas de su padre Pedro Nolasco Martínez a bajar un acordeón de una hilera de pitos al que escuchaba llamar ‘Tornillo e máquina’ y que el viejo guardaba en el zarzo de su casa de bajareque en la población de El Paso, epicentro de la escuela negroide del acordeón en lo que llamaban el Magdalena Grande, por las postrimerías de los años treinta del siglo pasado.

Ese muchacho escuchaba casi todos los días al viejo Pedro tocar el instrumento y como si fuera poco, a su casa venían acordeoneros como Juan Bautista Durán Pretelt, abuelo nada menos que de ‘Alejo’ y ‘Naferito’ Durán, José Antonio Serna, Octavio Mendoza, conocido en la región como ‘El Negro Mendo’; es decir, el asunto no era por falta de maestros, sino porque cuando el muchacho iniciaba a ver tocar a esos maestros, su papá se mudó para El Hatillo por asuntos de trabajo, una población que quedaba algo distante de El Paso y más bien cerca de La Loma de Calentura, llamado así por el gran hato de ‘Calenturas’, que junto al hato ‘Las Cabezas’ fueron tal vez los más grandes hatos ganaderos del país.

‘Samuelito’ siguió practicando el instrumento sin que lo supiera su padre y un buen día le dio la sorpresa tanto al viejo Pedro como a ‘Felipina’, como le decían a Felipa Santiaga Muñoz su progenitora, acordeón al pecho, les anunció que él sería acordeonero y que al igual que su papá combinaría ese arte con los oficios de criar ganado y cultivar la tierra.

Ese tipo de noticia en la región corrían como pólvora, así que muy pronto en El Paso se enteraron de que un joven hijo de Pedro Nolasco llamado ‘Samuelito’, que con su padre estaba internado en las sabanas de El Hatillo cerquita a La Loma, había tomado el camino de la música de acordeón y los acordeoneros de El Paso se empezaron a preparar para enfrentar a alguien que sin duda por provenir de una dinastía de músicos y ser hijo de quien se decía se había enfrentado a tocar con el Diablo, debía ser muy bueno.

COLOFÓN: La próxima semana, Dios mediante, continuaré contándoles quién fue ‘Samuelito’ y por qué el Festival de La Loma de Calenturas lleva su nombre.

Columnista
30 enero, 2015

Vida y obra de Samuelito (I)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain

Como un homenaje póstumo al juglar que dio a conocer el nombre de mi pueblo con el título de aquella canción que grabaron e hicieron famosa Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate, quiero entregarles un perfil de quien fue conocido en vida como el mejor acordeonero y cantautor de La Loma, Samuel Martínez Muñoz. Es claro […]


Como un homenaje póstumo al juglar que dio a conocer el nombre de mi pueblo con el título de aquella canción que grabaron e hicieron famosa Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate, quiero entregarles un perfil de quien fue conocido en vida como el mejor acordeonero y cantautor de La Loma, Samuel Martínez Muñoz. Es claro que no tengo el suficiente espacio para ello, por lo cual lo haré en dos entregas.

Tendría unos trece o catorce años aquel muchacho de color oscuro que llamaban ‘Samuelito’ cuando inició a escondidas de su padre Pedro Nolasco Martínez a bajar un acordeón de una hilera de pitos al que escuchaba llamar ‘Tornillo e máquina’ y que el viejo guardaba en el zarzo de su casa de bajareque en la población de El Paso, epicentro de la escuela negroide del acordeón en lo que llamaban el Magdalena Grande, por las postrimerías de los años treinta del siglo pasado.

Ese muchacho escuchaba casi todos los días al viejo Pedro tocar el instrumento y como si fuera poco, a su casa venían acordeoneros como Juan Bautista Durán Pretelt, abuelo nada menos que de ‘Alejo’ y ‘Naferito’ Durán, José Antonio Serna, Octavio Mendoza, conocido en la región como ‘El Negro Mendo’; es decir, el asunto no era por falta de maestros, sino porque cuando el muchacho iniciaba a ver tocar a esos maestros, su papá se mudó para El Hatillo por asuntos de trabajo, una población que quedaba algo distante de El Paso y más bien cerca de La Loma de Calentura, llamado así por el gran hato de ‘Calenturas’, que junto al hato ‘Las Cabezas’ fueron tal vez los más grandes hatos ganaderos del país.

‘Samuelito’ siguió practicando el instrumento sin que lo supiera su padre y un buen día le dio la sorpresa tanto al viejo Pedro como a ‘Felipina’, como le decían a Felipa Santiaga Muñoz su progenitora, acordeón al pecho, les anunció que él sería acordeonero y que al igual que su papá combinaría ese arte con los oficios de criar ganado y cultivar la tierra.

Ese tipo de noticia en la región corrían como pólvora, así que muy pronto en El Paso se enteraron de que un joven hijo de Pedro Nolasco llamado ‘Samuelito’, que con su padre estaba internado en las sabanas de El Hatillo cerquita a La Loma, había tomado el camino de la música de acordeón y los acordeoneros de El Paso se empezaron a preparar para enfrentar a alguien que sin duda por provenir de una dinastía de músicos y ser hijo de quien se decía se había enfrentado a tocar con el Diablo, debía ser muy bueno.

COLOFÓN: La próxima semana, Dios mediante, continuaré contándoles quién fue ‘Samuelito’ y por qué el Festival de La Loma de Calenturas lleva su nombre.