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Columnista - 1 agosto, 2014

Profundidades del corazón

“Porque del corazón salen…” San Mateo 15,19 Aunque muchos de nosotros nos sintamos bien en lo vital, existen algunas áreas en las que somos descuidados y perezosos, como residuo de nuestra vida carnal y vana manera de vivir. Nuestra relación con Dios no solamente debe estar bien, sino también la manifestación externa de esa relación, […]

“Porque del corazón salen…” San Mateo 15,19

Aunque muchos de nosotros nos sintamos bien en lo vital, existen algunas áreas en las que somos descuidados y perezosos, como residuo de nuestra vida carnal y vana manera de vivir.
Nuestra relación con Dios no solamente debe estar bien, sino también la manifestación externa de esa relación, debe estar bien. Cada detalle de nuestra vida estará bajo el escrutinio de Dios, y él nos hará volver al mismo punto una y otra vez y de muchas maneras, y nunca se cansará de llevarnos al mismo asunto hasta que aprendamos la lección, porque su propósito es terminar la obra que un día comenzó. Puede ser un problema que surge por nuestra naturaleza impulsiva, pero una y mil veces, con la más persistente paciencia, Dios nos devolverá a ese punto en particular. Pueden ser nuestros ociosos y vacilantes pensamientos, nuestra naturaleza independiente o nuestros intereses egoístas; pero mediante ese proceso, Dios trata de corregir en nosotros aquello que no es completamente correcto.
Nosotros empezábamos a confiar en nuestra ignorancia, llamándola inocencia; y luego confiamos en nuestra inocencia llamándola integridad. Pero cuando somos confrontados con las escabrosas afirmaciones de nuestro Señor que siguen a este verso, nos sobrecogemos y pensamos que nunca seremos tentados con esas cosas terribles. “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre”.
Amados amigos lectores, ¿Estamos listos para confiar en la agudeza de su palabra en nuestro corazón? nos entristecemos cuando Dios nos revela lo que hay en las profundidades de nuestro corazón. Muchas veces preferimos seguir confiando en nuestra inocencia; pero si ponemos a prueba la candidez de nuestra vida, probablemente nos sorprendamos de manera desagradable de la veracidad de las palabras de Jesús. Y entonces, sentiremos pánico ante el descubrimiento de la iniquidad, perversidad, y capacidad de maldad que alberga nuestro corazón.
Si nunca hemos sido unos sinvergüenzas malvados, se debe a una mezcla de cobardía y del sentido de protección que nos brindan nuestras buenas costumbres y nuestra educación; pero cuando quedamos absolutamente solos, despojados de toda máscara y desnudos delante de Dios, encontramos que él tiene razón sobre su diagnóstico de las profundidades del corazón humano.
Creo que nuestra única protección está en la redención de Jesucristo. Si sencillamente nos sometemos a él y abrimos un espacio en nuestro corazón para su gracia, nunca tendremos que experimentar el malvado potencial que encierra nuestro propio corazón. La pureza es demasiado profunda para que la podamos alcanzar por nuestros propios medios, pero cuando abrimos un espacio en nuestro corazón al dulce Espíritu Santo, él coloca en el centro de nuestra vida, la preciosa realidad de la redención, haciéndonos nuevas criaturas y dándonos la posibilidad de una nueva relación de amor con Dios.
¡Miserables de nosotros! ¿Quién nos librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias damos a Dios por Jesucristo Señor nuestro!
Saludos y muchas bendiciones del Señor.

Por Valerio Mejía

Columnista
1 agosto, 2014

Profundidades del corazón

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Porque del corazón salen…” San Mateo 15,19 Aunque muchos de nosotros nos sintamos bien en lo vital, existen algunas áreas en las que somos descuidados y perezosos, como residuo de nuestra vida carnal y vana manera de vivir. Nuestra relación con Dios no solamente debe estar bien, sino también la manifestación externa de esa relación, […]


“Porque del corazón salen…” San Mateo 15,19

Aunque muchos de nosotros nos sintamos bien en lo vital, existen algunas áreas en las que somos descuidados y perezosos, como residuo de nuestra vida carnal y vana manera de vivir.
Nuestra relación con Dios no solamente debe estar bien, sino también la manifestación externa de esa relación, debe estar bien. Cada detalle de nuestra vida estará bajo el escrutinio de Dios, y él nos hará volver al mismo punto una y otra vez y de muchas maneras, y nunca se cansará de llevarnos al mismo asunto hasta que aprendamos la lección, porque su propósito es terminar la obra que un día comenzó. Puede ser un problema que surge por nuestra naturaleza impulsiva, pero una y mil veces, con la más persistente paciencia, Dios nos devolverá a ese punto en particular. Pueden ser nuestros ociosos y vacilantes pensamientos, nuestra naturaleza independiente o nuestros intereses egoístas; pero mediante ese proceso, Dios trata de corregir en nosotros aquello que no es completamente correcto.
Nosotros empezábamos a confiar en nuestra ignorancia, llamándola inocencia; y luego confiamos en nuestra inocencia llamándola integridad. Pero cuando somos confrontados con las escabrosas afirmaciones de nuestro Señor que siguen a este verso, nos sobrecogemos y pensamos que nunca seremos tentados con esas cosas terribles. “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre”.
Amados amigos lectores, ¿Estamos listos para confiar en la agudeza de su palabra en nuestro corazón? nos entristecemos cuando Dios nos revela lo que hay en las profundidades de nuestro corazón. Muchas veces preferimos seguir confiando en nuestra inocencia; pero si ponemos a prueba la candidez de nuestra vida, probablemente nos sorprendamos de manera desagradable de la veracidad de las palabras de Jesús. Y entonces, sentiremos pánico ante el descubrimiento de la iniquidad, perversidad, y capacidad de maldad que alberga nuestro corazón.
Si nunca hemos sido unos sinvergüenzas malvados, se debe a una mezcla de cobardía y del sentido de protección que nos brindan nuestras buenas costumbres y nuestra educación; pero cuando quedamos absolutamente solos, despojados de toda máscara y desnudos delante de Dios, encontramos que él tiene razón sobre su diagnóstico de las profundidades del corazón humano.
Creo que nuestra única protección está en la redención de Jesucristo. Si sencillamente nos sometemos a él y abrimos un espacio en nuestro corazón para su gracia, nunca tendremos que experimentar el malvado potencial que encierra nuestro propio corazón. La pureza es demasiado profunda para que la podamos alcanzar por nuestros propios medios, pero cuando abrimos un espacio en nuestro corazón al dulce Espíritu Santo, él coloca en el centro de nuestra vida, la preciosa realidad de la redención, haciéndonos nuevas criaturas y dándonos la posibilidad de una nueva relación de amor con Dios.
¡Miserables de nosotros! ¿Quién nos librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias damos a Dios por Jesucristo Señor nuestro!
Saludos y muchas bendiciones del Señor.

Por Valerio Mejía