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Columnista - 8 noviembre, 2014

La visión

“Y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños”. Daniel 1,17 Cuando nosotros éramos niños, y ocasionalmente nos compraban ropa, mi papá siempre nos compraba una talla más grande, con el argumento de que como crecíamos muy rápido, no nos fuera a quedar pequeña demasiado pronto. Así son las visiones y los sueños dados por […]

“Y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños”. Daniel 1,17

Cuando nosotros éramos niños, y ocasionalmente nos compraban ropa, mi papá siempre nos compraba una talla más grande, con el argumento de que como crecíamos muy rápido, no nos fuera a quedar pequeña demasiado pronto. Así son las visiones y los sueños dados por Dios, puede ser que en el presente nos queden demasiado grandes, pero creceremos y entonces nos quedarán a la medida.
Podemos dar gracias a Dios porque vemos todo lo que aún no hemos llegado a ser. Hemos tenido la visión de lo que seremos, haremos o tendremos, pero no hemos alcanzado todavía la realidad.
Cuando estamos en el valle o pasando por un desierto, la mayoría de nosotros retrocede y dejamos que el brillo de la visión que jalona nuestra vida se opaque y pierda su brillo esplendoroso.

 

En ocasiones no estamos bien preparados para los golpes y moretones que han de venir, si estamos dispuestos a ser transformados de acuerdo con la visión. Si ya hemos establecido nuestro propósito de acuerdo con la visión, y somos consientes de cuán lejos nos encontramos de ella, entonces ahora debemos establecer un programa o procedimiento para pasar de donde nos encontramos ahora a donde queremos estar conforme con la visión.
Si hemos visto lo que somos y lo que Dios quiere que seamos, ¿estamos dispuestos a ser golpeados para que la visión sea moldeada y podamos ser utilizados por Dios? Los golpes siempre vendrán del lugar menos esperado, vendrán de una manera ordinaria y por medio de gente a quien amamos o hemos servido.
En algunas situaciones nos es difícil discernir el propósito de Dios. Por eso es menester permitir que la visión se convierta en parte de mi carácter, lo cual dependerá exclusivamente de mí y no de Dios; si preferimos descansar en la cima y vivir del recuerdo del cumplimiento de visiones anteriores, no seremos de ninguna utilidad en los asuntos ordinarios que conforman la vida humana.
Amados amigos lectores, debemos aprender a vivir confiando en la visión que Dios nos ha entregado, no en un éxtasis, o en una contemplación pasiva, mucho menos en la visión de otros. Esto implica vivir las realidades de nuestra vida a la luz de nuestra propia visión, hasta que la verdad de la visión se cumpla en nosotros y veamos el resultado final de nuestra fe. Así pues, encaminemos todos nuestros esfuerzos y preparación hacia el aprender a agradecer a Dios por permitirnos conocer sus planes de amor para con nosotros y tengamos el valor suficiente para ajustarnos a dicho propósito.
Toda visión sana proviene de Dios: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación”
Mi recomendación final, para ser guiados por la visión de Dios sobre nosotros: Primero, mantenga una comunión íntima y personal con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un genio, si lo escuchamos, él nos hará lucir inteligentes. Segundo, mantenga comunión con otros. La iglesia local es el cuerpo de Cristo, allí podemos ser consolados, animados y pastoreados. Tercero, sincronicemos nuestro tiempo con el calendario de Dios. Dios siempre responderá. Dirá: ¡Sí! Dirá: ¡No! Dirá:

 

¡Espere! Pero siempre responderá.
Recodemos, mantengámonos fieles a la visión de Dios sobre nuestras vidas.
Abrazos y muchas bendiciones…

Columnista
8 noviembre, 2014

La visión

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños”. Daniel 1,17 Cuando nosotros éramos niños, y ocasionalmente nos compraban ropa, mi papá siempre nos compraba una talla más grande, con el argumento de que como crecíamos muy rápido, no nos fuera a quedar pequeña demasiado pronto. Así son las visiones y los sueños dados por […]


“Y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños”. Daniel 1,17

Cuando nosotros éramos niños, y ocasionalmente nos compraban ropa, mi papá siempre nos compraba una talla más grande, con el argumento de que como crecíamos muy rápido, no nos fuera a quedar pequeña demasiado pronto. Así son las visiones y los sueños dados por Dios, puede ser que en el presente nos queden demasiado grandes, pero creceremos y entonces nos quedarán a la medida.
Podemos dar gracias a Dios porque vemos todo lo que aún no hemos llegado a ser. Hemos tenido la visión de lo que seremos, haremos o tendremos, pero no hemos alcanzado todavía la realidad.
Cuando estamos en el valle o pasando por un desierto, la mayoría de nosotros retrocede y dejamos que el brillo de la visión que jalona nuestra vida se opaque y pierda su brillo esplendoroso.

 

En ocasiones no estamos bien preparados para los golpes y moretones que han de venir, si estamos dispuestos a ser transformados de acuerdo con la visión. Si ya hemos establecido nuestro propósito de acuerdo con la visión, y somos consientes de cuán lejos nos encontramos de ella, entonces ahora debemos establecer un programa o procedimiento para pasar de donde nos encontramos ahora a donde queremos estar conforme con la visión.
Si hemos visto lo que somos y lo que Dios quiere que seamos, ¿estamos dispuestos a ser golpeados para que la visión sea moldeada y podamos ser utilizados por Dios? Los golpes siempre vendrán del lugar menos esperado, vendrán de una manera ordinaria y por medio de gente a quien amamos o hemos servido.
En algunas situaciones nos es difícil discernir el propósito de Dios. Por eso es menester permitir que la visión se convierta en parte de mi carácter, lo cual dependerá exclusivamente de mí y no de Dios; si preferimos descansar en la cima y vivir del recuerdo del cumplimiento de visiones anteriores, no seremos de ninguna utilidad en los asuntos ordinarios que conforman la vida humana.
Amados amigos lectores, debemos aprender a vivir confiando en la visión que Dios nos ha entregado, no en un éxtasis, o en una contemplación pasiva, mucho menos en la visión de otros. Esto implica vivir las realidades de nuestra vida a la luz de nuestra propia visión, hasta que la verdad de la visión se cumpla en nosotros y veamos el resultado final de nuestra fe. Así pues, encaminemos todos nuestros esfuerzos y preparación hacia el aprender a agradecer a Dios por permitirnos conocer sus planes de amor para con nosotros y tengamos el valor suficiente para ajustarnos a dicho propósito.
Toda visión sana proviene de Dios: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación”
Mi recomendación final, para ser guiados por la visión de Dios sobre nosotros: Primero, mantenga una comunión íntima y personal con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un genio, si lo escuchamos, él nos hará lucir inteligentes. Segundo, mantenga comunión con otros. La iglesia local es el cuerpo de Cristo, allí podemos ser consolados, animados y pastoreados. Tercero, sincronicemos nuestro tiempo con el calendario de Dios. Dios siempre responderá. Dirá: ¡Sí! Dirá: ¡No! Dirá:

 

¡Espere! Pero siempre responderá.
Recodemos, mantengámonos fieles a la visión de Dios sobre nuestras vidas.
Abrazos y muchas bendiciones…