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Editorial - 24 enero, 2015

La reflexión de 240 años

El municipio de La Paz celebra hoy 240 años, la otrora población de Robles, que con el empuje de su gente logró construir un nombre que hacía honor a su nombre, que perdió con el paso de los años. De ser un pueblo tranquilo, emprendedor, productivo, y político, pasó a ser el epicentro de todos […]

El municipio de La Paz celebra hoy 240 años, la otrora población de Robles, que con el empuje de su gente logró construir un nombre que hacía honor a su nombre, que perdió con el paso de los años. De ser un pueblo tranquilo, emprendedor, productivo, y político, pasó a ser el epicentro de todos los males: contrabando, narcotráfico y extorsión.

El pueblo que produce el “pan más rico del mundo” (almojábanas), se convirtió en Sodoma y Gomorra. Los liderazgos se fueron perdiendo y se mezclaron con las ansias de poder a cualquier precio. Se mezcló la política con la gasolina, el contrabando con el espíritu emprendedor y se cayó en un abismo.

De los 24 mil habitantes que tiene La Paz, casi el cincuenta por ciento depende de la comercialización de gasolina de contrabando, y aunque manifiestan que quieren cambiar su actividad, poco se ha avanzado en el tema. Es muy difícil ganarle la batalla la ilegalidad, pero no imposible.

En este aniversario los pacíficos deben reflexionar sobre el futuro de la población. ¿Por qué San Diego, tan cerca a este municipio, no cayó en la red de la ilegalidad? ¿Quién los llevó por ese camino equivocado? Debe existir alguna explicación sociológica a esta inquietud, porque no se explica cómo dejaron tocar fondo a La Paz.

Los habitantes del municipio que de manera indiferente ven el desarrollo de obras, deben despertar para convertirse en veedores de lo que les pertenece. Si no se concientizan de su papel transformador, es muy difícil que se vean avances. Por eso los pacíficos en las próximas elecciones tienen una nueva oportunidad con la democracia, a la cual deben llegar desprendidos de cualquier interés particular para que no suceda como en otras épocas electorales, que los ríos de dinero compran conciencias para que haya derecho a reclamar después.

El municipio de La Paz puede salir del hueco de la ilegalidad en el que se encuentra desde hace décadas. Sus habitantes, sus líderes políticos y sociales tienen la responsabilidad de cambiarle la cara a esta población que en otros tiempos fue ejemplo de desarrollo.

Editorial
24 enero, 2015

La reflexión de 240 años

El municipio de La Paz celebra hoy 240 años, la otrora población de Robles, que con el empuje de su gente logró construir un nombre que hacía honor a su nombre, que perdió con el paso de los años. De ser un pueblo tranquilo, emprendedor, productivo, y político, pasó a ser el epicentro de todos […]


El municipio de La Paz celebra hoy 240 años, la otrora población de Robles, que con el empuje de su gente logró construir un nombre que hacía honor a su nombre, que perdió con el paso de los años. De ser un pueblo tranquilo, emprendedor, productivo, y político, pasó a ser el epicentro de todos los males: contrabando, narcotráfico y extorsión.

El pueblo que produce el “pan más rico del mundo” (almojábanas), se convirtió en Sodoma y Gomorra. Los liderazgos se fueron perdiendo y se mezclaron con las ansias de poder a cualquier precio. Se mezcló la política con la gasolina, el contrabando con el espíritu emprendedor y se cayó en un abismo.

De los 24 mil habitantes que tiene La Paz, casi el cincuenta por ciento depende de la comercialización de gasolina de contrabando, y aunque manifiestan que quieren cambiar su actividad, poco se ha avanzado en el tema. Es muy difícil ganarle la batalla la ilegalidad, pero no imposible.

En este aniversario los pacíficos deben reflexionar sobre el futuro de la población. ¿Por qué San Diego, tan cerca a este municipio, no cayó en la red de la ilegalidad? ¿Quién los llevó por ese camino equivocado? Debe existir alguna explicación sociológica a esta inquietud, porque no se explica cómo dejaron tocar fondo a La Paz.

Los habitantes del municipio que de manera indiferente ven el desarrollo de obras, deben despertar para convertirse en veedores de lo que les pertenece. Si no se concientizan de su papel transformador, es muy difícil que se vean avances. Por eso los pacíficos en las próximas elecciones tienen una nueva oportunidad con la democracia, a la cual deben llegar desprendidos de cualquier interés particular para que no suceda como en otras épocas electorales, que los ríos de dinero compran conciencias para que haya derecho a reclamar después.

El municipio de La Paz puede salir del hueco de la ilegalidad en el que se encuentra desde hace décadas. Sus habitantes, sus líderes políticos y sociales tienen la responsabilidad de cambiarle la cara a esta población que en otros tiempos fue ejemplo de desarrollo.