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Columnista - 14 noviembre, 2014

La gloria de Dios como dosel

“Y habrá un resguardo de sombra contra el calor del día, y un refugio y escondedero contra la tempestad y el aguacero”. Isaías 4,6 Dios está dispuesto a visitar nuestra vida con su gloria, la cual debe ser el anhelo y la realización gozosa de todos. La gloria de Dios es la promesa de su […]

“Y habrá un resguardo de sombra contra el calor del día, y un refugio y escondedero contra la tempestad y el aguacero”. Isaías 4,6

Dios está dispuesto a visitar nuestra vida con su gloria, la cual debe ser el anhelo y la realización gozosa de todos. La gloria de Dios es la promesa de su presencia radiante, visible o invisible, y que está a disposición de toda persona o familia que se ajuste a su orden divino.
Tres consideraciones quiero hacer hoy sobre la gloria de Dios: Primera, Dios desea manifestarnos su gloria. Isaías, el profeta añade que Dios no dará su gloria ni su alabanza a esculturas, pero que sobre nosotros, amanecerá el Señor y sobre nosotros será vista su gloria. Es claro que la voluntad de Dios es que nada de su excelencia, majestad o gloria quede comprometida o acompañada de otros dioses que se vanaglorian contra él. En contraste, respecto a la Iglesia, Jesús oró así: “La gloria que me diste, yo les he dado…”. Cristo mismo, quien incorpora la plenitud de la gloria de Dios, ha expresado su voluntad de que la gloria de Dios sea trasmitida a su Iglesia. Por lo que debemos esperar la gloria de Dios sobre nuestras vidas y nuestras casas.
Segunda, la gloria de Dios está asociada con la adoración. Quienes llenan sus casas con alabanzas allanan el camino para que descienda la gloria. La gloria visible de Dios se manifestaba cuando las prioridades y moldes de adoración fueron honrados por su pueblo. Donde la gente honra a Dios con humildad y en obediencia según su Palabra, él responderá con una clara muestra de su presencia. La honra llena de alabanza invita el poder de su reino glorioso y él entra con bendiciones amorosas y poder de liberación y sanidad. Esto no es herencia de un grupo limitado o de cierta denominación religiosa, sino que su gloria puede volverse la porción que va en aumento de cualquiera que busca un camino de humildad ante su trono. Dios busca personas a quienes les pueda mostrar la gloria de su excelencia y la excelencia de su gloria.
Tercera, debemos recibir voluntariamente la gloria de Dios. La gloria de Dios ha de ser hospedada, honrada en nuestras vidas para que no se nos pierda. Hospedar su gloria es aceptar su obra en nuestros corazones y nuestros hogares, tal como lo haríamos con un huésped querido. La palabra hebrea traducida “gloria” proviene del infinitivo del verbo lekabed, de donde se deriva kabod, que significa peso. Así la gloria no es algo débil, etéreo, intangible; sino algo fuerte, pesado, poderoso que lo podemos reconocer y disfrutar. La ausencia de la gloria caracteriza al hombre caído, destituidos de la gloria de Dios, por lo que necesitamos el peso de la gloria, encontrada en Cristo, quien es en nosotros, la esperanza de gloria.
Amados lectores, la negligencia, la mundanalidad, incluso las costumbres bien intencionadas pero torpes, disminuirán la gloria, hasta el punto que nuestra voluntad egoísta y el orgullo del corazón pueden persistir en sus propios caminos. La gloria de Dios no habita en nuestro sistema de doctrinas ni en nuestras estructuras físicas, sino en nuestra sencilla dependencia de Dios.
Ansío ver la gloria de Dios en la Iglesia de Jesucristo, en nuestras ciudades, pero sobre todo…ansío verla en tu vida personal y en la mía propia.
El próximo viernes compartiré cómo traer la gloria de Dios a nuestras casas.
Abrazos y bendiciones en su Nombre…

Columnista
14 noviembre, 2014

La gloria de Dios como dosel

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Y habrá un resguardo de sombra contra el calor del día, y un refugio y escondedero contra la tempestad y el aguacero”. Isaías 4,6 Dios está dispuesto a visitar nuestra vida con su gloria, la cual debe ser el anhelo y la realización gozosa de todos. La gloria de Dios es la promesa de su […]


“Y habrá un resguardo de sombra contra el calor del día, y un refugio y escondedero contra la tempestad y el aguacero”. Isaías 4,6

Dios está dispuesto a visitar nuestra vida con su gloria, la cual debe ser el anhelo y la realización gozosa de todos. La gloria de Dios es la promesa de su presencia radiante, visible o invisible, y que está a disposición de toda persona o familia que se ajuste a su orden divino.
Tres consideraciones quiero hacer hoy sobre la gloria de Dios: Primera, Dios desea manifestarnos su gloria. Isaías, el profeta añade que Dios no dará su gloria ni su alabanza a esculturas, pero que sobre nosotros, amanecerá el Señor y sobre nosotros será vista su gloria. Es claro que la voluntad de Dios es que nada de su excelencia, majestad o gloria quede comprometida o acompañada de otros dioses que se vanaglorian contra él. En contraste, respecto a la Iglesia, Jesús oró así: “La gloria que me diste, yo les he dado…”. Cristo mismo, quien incorpora la plenitud de la gloria de Dios, ha expresado su voluntad de que la gloria de Dios sea trasmitida a su Iglesia. Por lo que debemos esperar la gloria de Dios sobre nuestras vidas y nuestras casas.
Segunda, la gloria de Dios está asociada con la adoración. Quienes llenan sus casas con alabanzas allanan el camino para que descienda la gloria. La gloria visible de Dios se manifestaba cuando las prioridades y moldes de adoración fueron honrados por su pueblo. Donde la gente honra a Dios con humildad y en obediencia según su Palabra, él responderá con una clara muestra de su presencia. La honra llena de alabanza invita el poder de su reino glorioso y él entra con bendiciones amorosas y poder de liberación y sanidad. Esto no es herencia de un grupo limitado o de cierta denominación religiosa, sino que su gloria puede volverse la porción que va en aumento de cualquiera que busca un camino de humildad ante su trono. Dios busca personas a quienes les pueda mostrar la gloria de su excelencia y la excelencia de su gloria.
Tercera, debemos recibir voluntariamente la gloria de Dios. La gloria de Dios ha de ser hospedada, honrada en nuestras vidas para que no se nos pierda. Hospedar su gloria es aceptar su obra en nuestros corazones y nuestros hogares, tal como lo haríamos con un huésped querido. La palabra hebrea traducida “gloria” proviene del infinitivo del verbo lekabed, de donde se deriva kabod, que significa peso. Así la gloria no es algo débil, etéreo, intangible; sino algo fuerte, pesado, poderoso que lo podemos reconocer y disfrutar. La ausencia de la gloria caracteriza al hombre caído, destituidos de la gloria de Dios, por lo que necesitamos el peso de la gloria, encontrada en Cristo, quien es en nosotros, la esperanza de gloria.
Amados lectores, la negligencia, la mundanalidad, incluso las costumbres bien intencionadas pero torpes, disminuirán la gloria, hasta el punto que nuestra voluntad egoísta y el orgullo del corazón pueden persistir en sus propios caminos. La gloria de Dios no habita en nuestro sistema de doctrinas ni en nuestras estructuras físicas, sino en nuestra sencilla dependencia de Dios.
Ansío ver la gloria de Dios en la Iglesia de Jesucristo, en nuestras ciudades, pero sobre todo…ansío verla en tu vida personal y en la mía propia.
El próximo viernes compartiré cómo traer la gloria de Dios a nuestras casas.
Abrazos y bendiciones en su Nombre…