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Columnista - 29 octubre, 2014

Juan Crisóstomo Rosado “Pichocho”

San Diego de las flores, es una población de contrastes, ancestralmente sus habitantes han vivido de la agricultura, la ganadería y cría de especies menores, pero esto no ha sido motivo para que en su entorno se cultiven actividades del orden poético, musical, pedagógico y político, que le ha dado reconocimiento nacional, no solo al […]

San Diego de las flores, es una población de contrastes, ancestralmente sus habitantes han vivido de la agricultura, la ganadería y cría de especies menores, pero esto no ha sido motivo para que en su entorno se cultiven actividades del orden poético, musical, pedagógico y político, que le ha dado reconocimiento nacional, no solo al municipio si no al departamento del Cesar, por el aporte invaluable de sus hijos.
En esta población, no solo se han destacado por su marcada laboriosidad en distintos campos, si no por su calor humano y don de gentes, allí, en sus huestes geográficas fue cobijado con mucho amor y cariño, cuando deambulaba errante por la región, el maestro Leandro Díaz Duarte, quien desplegó todo su talento en estas tierras, desde allí le dio al mundo sus mejores canciones.
Un gran puntal para que este gran maestro le diera horma a sus cantos, fue el cajero, Juan Crisóstomo Rosado, quien fue conocido en su terruño, como “Pichocho”, de quien se hizo acompañar constantemente
“Pichocho”, destacadísimo cajero nacido en los albores del siglo pasado, tuvo la oportunidad de acompañar a los más destacados intérpretes de la música vallenata en su época, que visitaban permanentemente a San Diego.
Comenta Pablo López Gutiérrez, conocido por su estilo ortodoxo en la interpretación de la caja vallenata, que Juan Crisóstomo, fue el mejor cajero que tuvo la música vallenata; de quien el aprendió sus mejores golpes a la caja, su sonido era tan original, que cuando el sonaba este instrumento de doble parche, en una de sus constantes parrandas Sandieganas, su sonido retumbaba en la población de La Paz.
Su personalidad introvertida, humildad, sumisión, contrastaba con el carácter fuerte y férreo dominio de sus andanzas parranderas, por parte de su esposa, Julia Padilla, quien siempre se presentaba a cobrar por anticipado sus intervenciones, en colitas, fiestas y todo tipo de jolgorios.
Si la parranda se prolongaba por más del tiempo pactado y no le era cancelado los honorarios, ella, sin ningún protocolo se lo llevaba a “Pichocho”, a casa. Tal vez esta fue una de las principales causas que su destreza interpretativa no trascendiera los límites parroquiales de su pueblo.
Su grandeza musical se hizo manifiesta antes sus colegas generacionales que siempre reconocieron su supremacía en la ejecución de la caja de doble parche, instrumento semejante a la tambora dominicana.
Continua diciendo Pablo López, que Juan Crisóstomo Rosado, “Pichocho”, era la miel de las canciones que el acompañaba, era exquisito y melódico en la ejecución de la caja.
Rafael Escalona, “Colacho” Mendoza, Juan Bautista Muñoz, “el Negro” Calderón, Andrés Becerra, Calixto Ochoa, y otros parranderos fueron testigos de su destreza, algunos colegas de oficio, como Cirino Castilla y Juan López, cajero y acordeonero, tío de Pablo, iban exclusivamente al pueblo a deleitarse con su toque imponente.
El municipio de San Diego, está en mora de desagraviar a este gran cajero de la música vallenata del cual no existe vestigio que indique que esta es su cuna.

Columnista
29 octubre, 2014

Juan Crisóstomo Rosado “Pichocho”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

San Diego de las flores, es una población de contrastes, ancestralmente sus habitantes han vivido de la agricultura, la ganadería y cría de especies menores, pero esto no ha sido motivo para que en su entorno se cultiven actividades del orden poético, musical, pedagógico y político, que le ha dado reconocimiento nacional, no solo al […]


San Diego de las flores, es una población de contrastes, ancestralmente sus habitantes han vivido de la agricultura, la ganadería y cría de especies menores, pero esto no ha sido motivo para que en su entorno se cultiven actividades del orden poético, musical, pedagógico y político, que le ha dado reconocimiento nacional, no solo al municipio si no al departamento del Cesar, por el aporte invaluable de sus hijos.
En esta población, no solo se han destacado por su marcada laboriosidad en distintos campos, si no por su calor humano y don de gentes, allí, en sus huestes geográficas fue cobijado con mucho amor y cariño, cuando deambulaba errante por la región, el maestro Leandro Díaz Duarte, quien desplegó todo su talento en estas tierras, desde allí le dio al mundo sus mejores canciones.
Un gran puntal para que este gran maestro le diera horma a sus cantos, fue el cajero, Juan Crisóstomo Rosado, quien fue conocido en su terruño, como “Pichocho”, de quien se hizo acompañar constantemente
“Pichocho”, destacadísimo cajero nacido en los albores del siglo pasado, tuvo la oportunidad de acompañar a los más destacados intérpretes de la música vallenata en su época, que visitaban permanentemente a San Diego.
Comenta Pablo López Gutiérrez, conocido por su estilo ortodoxo en la interpretación de la caja vallenata, que Juan Crisóstomo, fue el mejor cajero que tuvo la música vallenata; de quien el aprendió sus mejores golpes a la caja, su sonido era tan original, que cuando el sonaba este instrumento de doble parche, en una de sus constantes parrandas Sandieganas, su sonido retumbaba en la población de La Paz.
Su personalidad introvertida, humildad, sumisión, contrastaba con el carácter fuerte y férreo dominio de sus andanzas parranderas, por parte de su esposa, Julia Padilla, quien siempre se presentaba a cobrar por anticipado sus intervenciones, en colitas, fiestas y todo tipo de jolgorios.
Si la parranda se prolongaba por más del tiempo pactado y no le era cancelado los honorarios, ella, sin ningún protocolo se lo llevaba a “Pichocho”, a casa. Tal vez esta fue una de las principales causas que su destreza interpretativa no trascendiera los límites parroquiales de su pueblo.
Su grandeza musical se hizo manifiesta antes sus colegas generacionales que siempre reconocieron su supremacía en la ejecución de la caja de doble parche, instrumento semejante a la tambora dominicana.
Continua diciendo Pablo López, que Juan Crisóstomo Rosado, “Pichocho”, era la miel de las canciones que el acompañaba, era exquisito y melódico en la ejecución de la caja.
Rafael Escalona, “Colacho” Mendoza, Juan Bautista Muñoz, “el Negro” Calderón, Andrés Becerra, Calixto Ochoa, y otros parranderos fueron testigos de su destreza, algunos colegas de oficio, como Cirino Castilla y Juan López, cajero y acordeonero, tío de Pablo, iban exclusivamente al pueblo a deleitarse con su toque imponente.
El municipio de San Diego, está en mora de desagraviar a este gran cajero de la música vallenata del cual no existe vestigio que indique que esta es su cuna.