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Columnista - 5 septiembre, 2014

Gozo en la intimidad

“Estas cosa os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo” Jn 15,11 Siempre que nos decidamos a ser osados en nuestra vida de fe, hallaremos en las circunstancias algo que desde la perspectiva de lo racional, va a contradecirla por completo. ¿Acaso podemos lanzarnos heroicamente a confiar en […]

“Estas cosa os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo” Jn 15,11
Siempre que nos decidamos a ser osados en nuestra vida de fe, hallaremos en las circunstancias algo que desde la perspectiva de lo racional, va a contradecirla por completo.
¿Acaso podemos lanzarnos heroicamente a confiar en las afirmaciones de Jesús cuando los hechos de nuestra vida, según nuestro sentido común, gritan que todo es una mentira? Es fácil creer cuando estamos en la cima emocional de su presencia, incluso decimos: “Oh, sí, yo creo que Dios puede hacerlo”, pero debemos descender a la sima de las aflicciones, al valle del endemoniado y enfrentarnos con las vicisitudes que se ríen irónicamente de nuestra experiencia de fe en el monte de la Transfiguración.
Amados amigos lectores, cada vez que comprendemos teológicamente algún principio, luego nos enfrentamos a algo que lo contradice y pone a prueba nuestra vida de fe. Tan pronto decimos: “Creo que Dios suplirá todas mis necesidades”, nuestra fe se pone a prueba. Ahora, ¿perseveraremos mientras nuestra fe pasa el examen, o retrocederemos derrotados cuando nuestra fuerza y nuestra dedicación se agoten?
Creo, con todo respeto, que son los conflictos los que hacen de nuestra fe, algo usable y poderoso como una realidad personal. Los conflictos sacan lo mejor de nosotros y las presiones nos hacen verter todo lo que está en nuestro interior. La virtud esencial de la vida es nuestra confianza en Dios, si creemos firmemente en él, todo lo que se levante en contra nuestra, fortalecerá nuestra vida de fe. La fe es confianza total en Dios, una confianza que nunca nos permitirá siquiera imaginar que él nos desamparará.
Así, pues, vivir una vida plena, gozosa y rebosante no depende de las circunstancias, ni siquiera depende del éxito que podamos alcanzar en nuestras profesiones, proyectos o trabajo, sino que está determinada por nuestro perfecto entendimiento de él, por nuestra comunión e intimidad con Dios, la cual se ve frecuentemente amenazada por esa sutil irritación que surge al pensar demasiado en nuestras circunstancias, llevándonos a la preocupación. Jesús dijo que las preocupaciones de este siglo, ahogaban la palabra, y se hacía infructuosa.
Extiendo hoy una cordial invitación para que nos relacionemos correctamente con Dios, que encontremos en la intimidad de su presencia, el gozo inefable que hace que desde nuestro interior broten ríos de agua viva. Vivamos esa vida de fe, escondida con Cristo en Dios, de manera tan natural como movernos o respirar. Renunciemos al orgullo y la vanidad propios de la conciencia de nosotros mismo solamente y proyectémonos hacia arriba, poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra vida de fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hago oración para que el gozo de Dios esté en ustedes y su gozo sea completo y permanente.
Abrazos…

Columnista
5 septiembre, 2014

Gozo en la intimidad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Estas cosa os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo” Jn 15,11 Siempre que nos decidamos a ser osados en nuestra vida de fe, hallaremos en las circunstancias algo que desde la perspectiva de lo racional, va a contradecirla por completo. ¿Acaso podemos lanzarnos heroicamente a confiar en […]


“Estas cosa os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo” Jn 15,11
Siempre que nos decidamos a ser osados en nuestra vida de fe, hallaremos en las circunstancias algo que desde la perspectiva de lo racional, va a contradecirla por completo.
¿Acaso podemos lanzarnos heroicamente a confiar en las afirmaciones de Jesús cuando los hechos de nuestra vida, según nuestro sentido común, gritan que todo es una mentira? Es fácil creer cuando estamos en la cima emocional de su presencia, incluso decimos: “Oh, sí, yo creo que Dios puede hacerlo”, pero debemos descender a la sima de las aflicciones, al valle del endemoniado y enfrentarnos con las vicisitudes que se ríen irónicamente de nuestra experiencia de fe en el monte de la Transfiguración.
Amados amigos lectores, cada vez que comprendemos teológicamente algún principio, luego nos enfrentamos a algo que lo contradice y pone a prueba nuestra vida de fe. Tan pronto decimos: “Creo que Dios suplirá todas mis necesidades”, nuestra fe se pone a prueba. Ahora, ¿perseveraremos mientras nuestra fe pasa el examen, o retrocederemos derrotados cuando nuestra fuerza y nuestra dedicación se agoten?
Creo, con todo respeto, que son los conflictos los que hacen de nuestra fe, algo usable y poderoso como una realidad personal. Los conflictos sacan lo mejor de nosotros y las presiones nos hacen verter todo lo que está en nuestro interior. La virtud esencial de la vida es nuestra confianza en Dios, si creemos firmemente en él, todo lo que se levante en contra nuestra, fortalecerá nuestra vida de fe. La fe es confianza total en Dios, una confianza que nunca nos permitirá siquiera imaginar que él nos desamparará.
Así, pues, vivir una vida plena, gozosa y rebosante no depende de las circunstancias, ni siquiera depende del éxito que podamos alcanzar en nuestras profesiones, proyectos o trabajo, sino que está determinada por nuestro perfecto entendimiento de él, por nuestra comunión e intimidad con Dios, la cual se ve frecuentemente amenazada por esa sutil irritación que surge al pensar demasiado en nuestras circunstancias, llevándonos a la preocupación. Jesús dijo que las preocupaciones de este siglo, ahogaban la palabra, y se hacía infructuosa.
Extiendo hoy una cordial invitación para que nos relacionemos correctamente con Dios, que encontremos en la intimidad de su presencia, el gozo inefable que hace que desde nuestro interior broten ríos de agua viva. Vivamos esa vida de fe, escondida con Cristo en Dios, de manera tan natural como movernos o respirar. Renunciemos al orgullo y la vanidad propios de la conciencia de nosotros mismo solamente y proyectémonos hacia arriba, poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra vida de fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hago oración para que el gozo de Dios esté en ustedes y su gozo sea completo y permanente.
Abrazos…