Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 21 marzo, 2015

Festival del horror

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha mirado con cierta fascinación, historias de miedo y cuentos de horror, con la proximidad de la Semana Santa, época de mucho respeto y fervor religioso, pero en la que otrora nos infundían terror con historias fantásticas, quizás precisamente para eso, para que no hiciéramos cosas mal hechas y […]

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha mirado con cierta fascinación, historias de miedo y cuentos de horror, con la proximidad de la Semana Santa, época de mucho respeto y fervor religioso, pero en la que otrora nos infundían terror con historias fantásticas, quizás precisamente para eso, para que no hiciéramos cosas mal hechas y guardáramos la compostura y respeto por las cosas de Dios.

Se me vinieron a la memoria aquellos días de infancia y adolescencia, cuando era costumbre reunirnos a “…echar cuentos de miedo…”. Para aquellos días en que viajamos a la hermosa población de Pueblo Bello, en donde en las noches frías y oscuras nos reuníamos alrededor de una fogata, tal cual como lo hacían nuestras culturas ancestrales y antepasados, quienes no fueron ajenos a esa atracción que dichas historias ejercen sobre nosotros.

El Nobel García Márquez era un gran admirador de esas narraciones e incluso varias de sus notas de prensa eran basadas en cuentos de terror, por ejemplo: ‘Cuento de horror para la noche vieja’ y ‘Como ánimas en pena’, escritos en 1981, ‘Cuentos de caminos’ (1982) ‘Tramontana mortal’ (1984) y algunos otros que ahora se me escapan.

Así mismo recuerdo, que en los días Santos el Teatro Cesar tenía unas funciones especiales antes de la media noche, en las que solo presentaban películas de terror. Hace unos años, durante un cumpleaños de Juan, mi hermano mayor, un pequeño grupo de amigos reunidos en la terraza de nuestra casa materna, al calor de unos aguardientes y en plena madrugada, comenzamos a narrar cuentos de miedo.

Si mal no recuerdo, allí estaban Javier ‘El Turco’ Yamín, ‘El Lobo’ Calderón, mis hermanos y algunos otros tres amigos. Mi primo Javier contó una historia que a todos nos pareció deslumbrante y que a él a su vez le fue referida por un tío, quien según me dicen, es una persona muy seria y totalmente cuerda, a quien en compañía de un sobrino, en una playa cercana a Barranquilla, se les “atolló” su vehículo en la arena, en pleno atardecer y cuando ya el crepúsculo anunciaba la proximidad de la noche, en esa semi penumbra entre oscuro y claro, vieron atónitos, como a aproximadamente a 100 metros de la orilla, salía paulatinamente del mar un hombre gigantesco, que según ellos podía tener una estatura de siete u ocho metros, lánguido, con una piel cetrina y unas extremidades larguísimas, a quien no se le distinguían los rasgos, pero sin duda su aspecto y silueta eran humanoides.

Según le contaron a Yamín, el ser caminaba lentamente y al ver el vehículo se inquietó un poco, miraba a un lado y otro, avanzaba un poco, luego trataba de devolverse, pero algo le hacia reiniciar su camino, como si necesitase llegar a algún lugar de la playa.

El gigante se acercó a unos 50 metros enfrente del automóvil, cuando prácticamente ya había oscurecido, ellos permanecían inmóviles, medio recostados observando en silencio, solo se escuchaba la respiración del par de sorprendidos testigos y los intermitentes murmullos de cuando verificaban interrogándose entre si, si ambos estaban viendo el mismo alucinante espectáculo.

Los protagonistas de esta bizarra anécdota, aseguran que todo esto duró aproximadamente 20 minutos, a mi me han pasado 20 años y aun la considero una de las historias más surreal y hermosa que jamás me han contado, sobre todo por la emotividad que le imprimió su narrador.

En esa madrugada decidimos institucionalizar un evento o Festival del Horror, así tal cual existen otros de distintos géneros, actividad que nunca materializamos.

Columnista
21 marzo, 2015

Festival del horror

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha mirado con cierta fascinación, historias de miedo y cuentos de horror, con la proximidad de la Semana Santa, época de mucho respeto y fervor religioso, pero en la que otrora nos infundían terror con historias fantásticas, quizás precisamente para eso, para que no hiciéramos cosas mal hechas y […]


Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha mirado con cierta fascinación, historias de miedo y cuentos de horror, con la proximidad de la Semana Santa, época de mucho respeto y fervor religioso, pero en la que otrora nos infundían terror con historias fantásticas, quizás precisamente para eso, para que no hiciéramos cosas mal hechas y guardáramos la compostura y respeto por las cosas de Dios.

Se me vinieron a la memoria aquellos días de infancia y adolescencia, cuando era costumbre reunirnos a “…echar cuentos de miedo…”. Para aquellos días en que viajamos a la hermosa población de Pueblo Bello, en donde en las noches frías y oscuras nos reuníamos alrededor de una fogata, tal cual como lo hacían nuestras culturas ancestrales y antepasados, quienes no fueron ajenos a esa atracción que dichas historias ejercen sobre nosotros.

El Nobel García Márquez era un gran admirador de esas narraciones e incluso varias de sus notas de prensa eran basadas en cuentos de terror, por ejemplo: ‘Cuento de horror para la noche vieja’ y ‘Como ánimas en pena’, escritos en 1981, ‘Cuentos de caminos’ (1982) ‘Tramontana mortal’ (1984) y algunos otros que ahora se me escapan.

Así mismo recuerdo, que en los días Santos el Teatro Cesar tenía unas funciones especiales antes de la media noche, en las que solo presentaban películas de terror. Hace unos años, durante un cumpleaños de Juan, mi hermano mayor, un pequeño grupo de amigos reunidos en la terraza de nuestra casa materna, al calor de unos aguardientes y en plena madrugada, comenzamos a narrar cuentos de miedo.

Si mal no recuerdo, allí estaban Javier ‘El Turco’ Yamín, ‘El Lobo’ Calderón, mis hermanos y algunos otros tres amigos. Mi primo Javier contó una historia que a todos nos pareció deslumbrante y que a él a su vez le fue referida por un tío, quien según me dicen, es una persona muy seria y totalmente cuerda, a quien en compañía de un sobrino, en una playa cercana a Barranquilla, se les “atolló” su vehículo en la arena, en pleno atardecer y cuando ya el crepúsculo anunciaba la proximidad de la noche, en esa semi penumbra entre oscuro y claro, vieron atónitos, como a aproximadamente a 100 metros de la orilla, salía paulatinamente del mar un hombre gigantesco, que según ellos podía tener una estatura de siete u ocho metros, lánguido, con una piel cetrina y unas extremidades larguísimas, a quien no se le distinguían los rasgos, pero sin duda su aspecto y silueta eran humanoides.

Según le contaron a Yamín, el ser caminaba lentamente y al ver el vehículo se inquietó un poco, miraba a un lado y otro, avanzaba un poco, luego trataba de devolverse, pero algo le hacia reiniciar su camino, como si necesitase llegar a algún lugar de la playa.

El gigante se acercó a unos 50 metros enfrente del automóvil, cuando prácticamente ya había oscurecido, ellos permanecían inmóviles, medio recostados observando en silencio, solo se escuchaba la respiración del par de sorprendidos testigos y los intermitentes murmullos de cuando verificaban interrogándose entre si, si ambos estaban viendo el mismo alucinante espectáculo.

Los protagonistas de esta bizarra anécdota, aseguran que todo esto duró aproximadamente 20 minutos, a mi me han pasado 20 años y aun la considero una de las historias más surreal y hermosa que jamás me han contado, sobre todo por la emotividad que le imprimió su narrador.

En esa madrugada decidimos institucionalizar un evento o Festival del Horror, así tal cual existen otros de distintos géneros, actividad que nunca materializamos.