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Columnista - 5 diciembre, 2014

El reino de Dios

“Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. San Mateo 6,10. El palpitar esencial del Evangelio que Jesús predicó se encuentra en la expresión: “El Reino de Dios”. Aun cuando aparece más de cien veces en los evangelios y es el corazón del mensaje de Jesús, me asombra […]

“Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. San Mateo 6,10.

El palpitar esencial del Evangelio que Jesús predicó se encuentra en la expresión: “El Reino de Dios”. Aun cuando aparece más de cien veces en los evangelios y es el corazón del mensaje de Jesús, me asombra que no hayamos definido con claridad las dimensiones y dinámica completa de ese reino.
El reino es un término vago, empleado para describir cualquier cosa relacionada con lo espiritual. Pero ciertamente, el reino tiene un sistema de gobierno y su gobernante es Todopoderoso, ningún poder lo trasciende y delegó su gobierno al hombre, quien había perdido la autoridad, permitiendo que el príncipe de este mundo usurpara el gobierno de Dios, logrando que todo quedara bajo su soberanía rebelde y malvada, multiplicando su desastre sobre la humanidad e implantando su programa de ruina y destrucción.
En la oración por excelencia, Jesús nos enseñó a pedir que viniera su reino para rescatar a la humanidad y restaurar nuestra relación con el Dios vivo y restablecer a la humanidad en la posición inicial propuesta por el gobernador de la vida.
El mensaje transformador que el reino de Dios está aquí y ahora entre nosotros, justifica la demanda de arrepentimiento. La evidencia del poder transformador y trascendente del reino de Dios restaurando personas caídas por medio del amor, la gracia, el perdón y echando fuera la oscuridad de las obras infernales mediante sus poderosos milagros y sanidades, confirman que el gobierno de Dios reingresaba al mundo presente, iniciando un nuevo orden.
La llenura y plenitud del Espíritu Santo prometido sería la fuente de poder que permitiría la extensión del reino; y la dinámica, estrategia y metodología de sus representantes con la autoridad del reino, aparecería por medio de su comunión. Su venida dio principio a la Iglesia, ungiendo a cada miembro y dándoles el triunfo al tratar con situaciones cotidianas. Así, su cuerpo, la Iglesia, está calificada para manifestar la plenitud de la vida, el amor y el poder de su reino y de testificar de aquel que todo lo llena en todos.
Amados amigos lectores, Jesús no nos ha dejado a merced de las circunstancias, sino que, nos ha preparado para manifestarse por medio de nosotros. Eso trae renovación y alegría a una sociedad, pudiendo celebrar la victoria galopante de quien trajo navidad a nuestros corazones.
Finalmente, el triunfo del reino no impide la experiencia de la lucha. La enseñanza del reino no tiene miedo de reconocer el hecho que, a veces, la dificultad, el cansancio o aun la derrota nos afectan. Sin embargo, perder una escaramuza o soportar un conflicto largo son sólo parte de la senda hacia una nueva dimensión de conquista. El avance y el triunfo son nuestros, pero para reclamarlos debemos luchar y en ocasiones reconocer pérdidas aparentes.
Recordemos: nosotros somos el vehículo a través del cual, Dios se moverá para lograr la meta de extender su reino. Oro que Dios use tu vida para extender su reino.
Saludos y muchas bendiciones.

Columnista
5 diciembre, 2014

El reino de Dios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. San Mateo 6,10. El palpitar esencial del Evangelio que Jesús predicó se encuentra en la expresión: “El Reino de Dios”. Aun cuando aparece más de cien veces en los evangelios y es el corazón del mensaje de Jesús, me asombra […]


“Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. San Mateo 6,10.

El palpitar esencial del Evangelio que Jesús predicó se encuentra en la expresión: “El Reino de Dios”. Aun cuando aparece más de cien veces en los evangelios y es el corazón del mensaje de Jesús, me asombra que no hayamos definido con claridad las dimensiones y dinámica completa de ese reino.
El reino es un término vago, empleado para describir cualquier cosa relacionada con lo espiritual. Pero ciertamente, el reino tiene un sistema de gobierno y su gobernante es Todopoderoso, ningún poder lo trasciende y delegó su gobierno al hombre, quien había perdido la autoridad, permitiendo que el príncipe de este mundo usurpara el gobierno de Dios, logrando que todo quedara bajo su soberanía rebelde y malvada, multiplicando su desastre sobre la humanidad e implantando su programa de ruina y destrucción.
En la oración por excelencia, Jesús nos enseñó a pedir que viniera su reino para rescatar a la humanidad y restaurar nuestra relación con el Dios vivo y restablecer a la humanidad en la posición inicial propuesta por el gobernador de la vida.
El mensaje transformador que el reino de Dios está aquí y ahora entre nosotros, justifica la demanda de arrepentimiento. La evidencia del poder transformador y trascendente del reino de Dios restaurando personas caídas por medio del amor, la gracia, el perdón y echando fuera la oscuridad de las obras infernales mediante sus poderosos milagros y sanidades, confirman que el gobierno de Dios reingresaba al mundo presente, iniciando un nuevo orden.
La llenura y plenitud del Espíritu Santo prometido sería la fuente de poder que permitiría la extensión del reino; y la dinámica, estrategia y metodología de sus representantes con la autoridad del reino, aparecería por medio de su comunión. Su venida dio principio a la Iglesia, ungiendo a cada miembro y dándoles el triunfo al tratar con situaciones cotidianas. Así, su cuerpo, la Iglesia, está calificada para manifestar la plenitud de la vida, el amor y el poder de su reino y de testificar de aquel que todo lo llena en todos.
Amados amigos lectores, Jesús no nos ha dejado a merced de las circunstancias, sino que, nos ha preparado para manifestarse por medio de nosotros. Eso trae renovación y alegría a una sociedad, pudiendo celebrar la victoria galopante de quien trajo navidad a nuestros corazones.
Finalmente, el triunfo del reino no impide la experiencia de la lucha. La enseñanza del reino no tiene miedo de reconocer el hecho que, a veces, la dificultad, el cansancio o aun la derrota nos afectan. Sin embargo, perder una escaramuza o soportar un conflicto largo son sólo parte de la senda hacia una nueva dimensión de conquista. El avance y el triunfo son nuestros, pero para reclamarlos debemos luchar y en ocasiones reconocer pérdidas aparentes.
Recordemos: nosotros somos el vehículo a través del cual, Dios se moverá para lograr la meta de extender su reino. Oro que Dios use tu vida para extender su reino.
Saludos y muchas bendiciones.