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Columnista - 26 febrero, 2015

Cuando las elecciones no son democracia

Estamos a ocho meses de sufrir un proceso electoral, la cara visible de la democracia, pero al tiempo es el carnaval de la misma; casi todos llevan caretas y armas escondidas, pocos juegan limpio; las castas políticas se acuartelan para aceitar las maquinarias de ganar elecciones y mantenerse en el poder; muchos candidatos no pasarán […]

Estamos a ocho meses de sufrir un proceso electoral, la cara visible de la democracia, pero al tiempo es el carnaval de la misma; casi todos llevan caretas y armas escondidas, pocos juegan limpio; las castas políticas se acuartelan para aceitar las maquinarias de ganar elecciones y mantenerse en el poder; muchos candidatos no pasarán de ser piezas de manejo, amanuenses de los mercaderes del voto.

Muchos de los medios estarán a su servicio vendiéndoles sus micrófonos y sus páginas sin sonrojarse. El objetivo central es confundir al elector, en especial a aquellos que nada tienen ni nada esperan; sus cabinas se convierten en galleras para topar solo a los que tienen como pagar la entrada. En forma, tal vez, deliberada no se invita a exponer a todos. Las propuestas de los invitados son, por lo general, lugares comunes, discursos aprendidos sin sustento; casi todos fallan en la etapa del “cómo”, pero no importa, lo bueno para ellos es que los escuchen en las emisoras y los vean en los periódicos y la TV. ¡Qué frivolidad! Las campañas para ganar adeptos deben ser emotivas y eso se llama psicología de masas, que brinda resultados en la medida en que menos cultura política tengamos.

Esto hay que aterrizarlo un poco. Este municipio está en Ley 550 que le quita parte de su autonomía administrativa y de gestión; somos altamente dependientes del Sistema General de Participación, SGP, que aporta, en promedio, el 70% de nuestros ingresos. Este año, ilustro, el municipio tiene aforada una inversión de $437 mil millones, provenientes del SGP y del Fosyga, en un 79.6%, recursos que tienen destinación específica casi en su totalidad; el 86.3% de la inversión recaerá en educación (casi todo en nómina de los maestros), salud (nómina y logística) y etnias. Es poco lo que queda para remediar otras necesidades.

Este municipio ha sido perezoso fiscalmente; su tributación per cápita, en valor constante, es una de las más bajas de las capitales ($84.100 en el periodo 2000-2012); aquí los que más pagan el predial son los estratos bajos y medios; los otros dejan que corran cinco años y van evadiendo el último año y así sucesivamente. Catastralmente, hoy Valledupar vale $8.4 billones, dice el IGAC, que al 9.5/1000 podemos recaudar $80 mil millones, diez veces la media histórica; además, la cartera morosa que es inmensa. De los recursos propios, solo $32.317 millones serán para libre inversión, una chichigua. La gestión hay que refrescarla con nuevas figuras, civismo, talante y estilo.

Con todo respeto, me permito poner a consideración de ustedes el nombre de Lina de Armas, mi hija, sin manchas, heredera de mi entereza, no pertenece a ninguna casa política; por primera vez, a través del voto, una mujer pretende esta distinción en Valledupar; sus fuertes son la educación y la salud por ejercicio y profesión, ningún otro aspirante tiene estas características; denles la oportunidad de conducir a este inerte municipio, frustrado y petrificado en el tiempo; desde el 2000 o antes, no ha avanzado, más bien ha involucionado, pese a sus inmensas potencialidades. Vale la pena ensayar el cambio. [email protected]

Columnista
26 febrero, 2015

Cuando las elecciones no son democracia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Estamos a ocho meses de sufrir un proceso electoral, la cara visible de la democracia, pero al tiempo es el carnaval de la misma; casi todos llevan caretas y armas escondidas, pocos juegan limpio; las castas políticas se acuartelan para aceitar las maquinarias de ganar elecciones y mantenerse en el poder; muchos candidatos no pasarán […]


Estamos a ocho meses de sufrir un proceso electoral, la cara visible de la democracia, pero al tiempo es el carnaval de la misma; casi todos llevan caretas y armas escondidas, pocos juegan limpio; las castas políticas se acuartelan para aceitar las maquinarias de ganar elecciones y mantenerse en el poder; muchos candidatos no pasarán de ser piezas de manejo, amanuenses de los mercaderes del voto.

Muchos de los medios estarán a su servicio vendiéndoles sus micrófonos y sus páginas sin sonrojarse. El objetivo central es confundir al elector, en especial a aquellos que nada tienen ni nada esperan; sus cabinas se convierten en galleras para topar solo a los que tienen como pagar la entrada. En forma, tal vez, deliberada no se invita a exponer a todos. Las propuestas de los invitados son, por lo general, lugares comunes, discursos aprendidos sin sustento; casi todos fallan en la etapa del “cómo”, pero no importa, lo bueno para ellos es que los escuchen en las emisoras y los vean en los periódicos y la TV. ¡Qué frivolidad! Las campañas para ganar adeptos deben ser emotivas y eso se llama psicología de masas, que brinda resultados en la medida en que menos cultura política tengamos.

Esto hay que aterrizarlo un poco. Este municipio está en Ley 550 que le quita parte de su autonomía administrativa y de gestión; somos altamente dependientes del Sistema General de Participación, SGP, que aporta, en promedio, el 70% de nuestros ingresos. Este año, ilustro, el municipio tiene aforada una inversión de $437 mil millones, provenientes del SGP y del Fosyga, en un 79.6%, recursos que tienen destinación específica casi en su totalidad; el 86.3% de la inversión recaerá en educación (casi todo en nómina de los maestros), salud (nómina y logística) y etnias. Es poco lo que queda para remediar otras necesidades.

Este municipio ha sido perezoso fiscalmente; su tributación per cápita, en valor constante, es una de las más bajas de las capitales ($84.100 en el periodo 2000-2012); aquí los que más pagan el predial son los estratos bajos y medios; los otros dejan que corran cinco años y van evadiendo el último año y así sucesivamente. Catastralmente, hoy Valledupar vale $8.4 billones, dice el IGAC, que al 9.5/1000 podemos recaudar $80 mil millones, diez veces la media histórica; además, la cartera morosa que es inmensa. De los recursos propios, solo $32.317 millones serán para libre inversión, una chichigua. La gestión hay que refrescarla con nuevas figuras, civismo, talante y estilo.

Con todo respeto, me permito poner a consideración de ustedes el nombre de Lina de Armas, mi hija, sin manchas, heredera de mi entereza, no pertenece a ninguna casa política; por primera vez, a través del voto, una mujer pretende esta distinción en Valledupar; sus fuertes son la educación y la salud por ejercicio y profesión, ningún otro aspirante tiene estas características; denles la oportunidad de conducir a este inerte municipio, frustrado y petrificado en el tiempo; desde el 2000 o antes, no ha avanzado, más bien ha involucionado, pese a sus inmensas potencialidades. Vale la pena ensayar el cambio. [email protected]