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Columnista - 13 diciembre, 2017

El idealismo absoluto de Hegel (II)

Y pensar que este pensador, cumbre del pensamiento filosófico idealista, recibió cuando estudiante una certificación de valoración académica en su ciudad natal, Stuttgart, en la que consta que era un estudiante: “poco apto para la filosofía”. Sin embargo, pensó y escribió muchos libros al respecto, entre los que destacamos: Escritos Teológicos y Juveniles; la Fenomenología […]

Y pensar que este pensador, cumbre del pensamiento filosófico idealista, recibió cuando estudiante una certificación de valoración académica en su ciudad natal, Stuttgart, en la que consta que era un estudiante: “poco apto para la filosofía”.

Sin embargo, pensó y escribió muchos libros al respecto, entre los que destacamos: Escritos Teológicos y Juveniles; la Fenomenología del Espíritu; Ciencias de la Lógica; Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas. Y fue profesor de la materia en la universidad de Heidelberg, ciudad alemana por excelencia para estudiantes, y fue rector de la universidad de Berlín.

En su juventud fue influenciado fuertemente por la cultura y la religión griegas, y su biografía cuenta que le impresionó sobre manera la lectura de Antígona de Sófocles.

Se llegó a interesar por un cristianismo ilustrado, en una religión del intelecto, que se opone a la religión griega, concebida como una religión popular. En esta primera etapa reflexiva escribe, una Vida de Jesús, donde Cristo aparece como un predicador humano de la moral Kantiana.

No obstante, esta visión temprana cambiaría con la madurez de su pensamiento, cuando considera a Cristo como predicador del amor, como participación privilegiada de la vida divina, superando así la moral Kantiana.

Más, posteriormente, asoma el problema central de la especulación hegeliana. La relación entre finito e infinito. Piensa que el Dios hebreo es un mal infinito: fuera y por encima de los seres finitos; que el modo de pasar del finito a lo infinito es el amor. Por tanto, la religión es la fuerza que logra realizar la síntesis entre finito e infinito, y que la filosofía debe reflexionar sobre este cometido de la religión. De tal manera que en la medida en que se desarrolla su sistema, la filosofía llevará adelante el papel que él había confinado primero a la religión.

Función de la filosofía: considera que la separación entre finito e infinito, es la fuente de la necesidad de la filosofía. Como consagrado dialéctico, sostiene que hay que encontrar la síntesis entre finito e infinito, superando las diferencias; no se trata de negar la realidad de una cosa o de la otra, sino de encontrar la integración de lo finito en lo infinito.

Según él, lo finito es un momento en la vida de lo infinito; que la filosofía debe construir la vida del Absoluto a partir del finito; y que el Absoluto debe ser lleno, no indiferenciado.

En este preciso punto, ¿cómo no ver en este Absoluto del idealismo filosófico Alemán un reflejo de la figura del motor inmóvil de Aristóteles? ¿Cómo no entender este Absoluto como el mismo Dios cuya existencia prueba Santo Tomas de Aquino en sus cinco “vías”?
El absoluto y la dialéctica hegeliana: “la filosofía se ocupa de la verdad, y la verdad es la totalidad. Pero esta totalidad no es inmóvil, sino que es el proceso de su propio devenir; que no sólo es una sustancia, sino sujeto; un sujeto que al mismo tiempo es objeto de sí mismo; que lo absoluto es pensamiento que se piensa a sí mismo (otra idea aristotélica), con la diferencia que mientras Aristóteles parece referirse a una deidad trascendente, lo que se confirma en Santo Tomás de Aquino, Hegel identifica el absoluto con el devenir intramundano, que lo define como un espíritu.

Hegel equipara absoluto y ser, pero no un ser estático, sino un proceso dialéctico de oposiciones y síntesis: un devenir.

NOTA: En Pueblo Bello no solamente tu mente piensa mejor, sino que tu vida se alarga. Pero cuidado, con la carretera rápida.

Columnista
13 diciembre, 2017

El idealismo absoluto de Hegel (II)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Y pensar que este pensador, cumbre del pensamiento filosófico idealista, recibió cuando estudiante una certificación de valoración académica en su ciudad natal, Stuttgart, en la que consta que era un estudiante: “poco apto para la filosofía”. Sin embargo, pensó y escribió muchos libros al respecto, entre los que destacamos: Escritos Teológicos y Juveniles; la Fenomenología […]


Y pensar que este pensador, cumbre del pensamiento filosófico idealista, recibió cuando estudiante una certificación de valoración académica en su ciudad natal, Stuttgart, en la que consta que era un estudiante: “poco apto para la filosofía”.

Sin embargo, pensó y escribió muchos libros al respecto, entre los que destacamos: Escritos Teológicos y Juveniles; la Fenomenología del Espíritu; Ciencias de la Lógica; Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas. Y fue profesor de la materia en la universidad de Heidelberg, ciudad alemana por excelencia para estudiantes, y fue rector de la universidad de Berlín.

En su juventud fue influenciado fuertemente por la cultura y la religión griegas, y su biografía cuenta que le impresionó sobre manera la lectura de Antígona de Sófocles.

Se llegó a interesar por un cristianismo ilustrado, en una religión del intelecto, que se opone a la religión griega, concebida como una religión popular. En esta primera etapa reflexiva escribe, una Vida de Jesús, donde Cristo aparece como un predicador humano de la moral Kantiana.

No obstante, esta visión temprana cambiaría con la madurez de su pensamiento, cuando considera a Cristo como predicador del amor, como participación privilegiada de la vida divina, superando así la moral Kantiana.

Más, posteriormente, asoma el problema central de la especulación hegeliana. La relación entre finito e infinito. Piensa que el Dios hebreo es un mal infinito: fuera y por encima de los seres finitos; que el modo de pasar del finito a lo infinito es el amor. Por tanto, la religión es la fuerza que logra realizar la síntesis entre finito e infinito, y que la filosofía debe reflexionar sobre este cometido de la religión. De tal manera que en la medida en que se desarrolla su sistema, la filosofía llevará adelante el papel que él había confinado primero a la religión.

Función de la filosofía: considera que la separación entre finito e infinito, es la fuente de la necesidad de la filosofía. Como consagrado dialéctico, sostiene que hay que encontrar la síntesis entre finito e infinito, superando las diferencias; no se trata de negar la realidad de una cosa o de la otra, sino de encontrar la integración de lo finito en lo infinito.

Según él, lo finito es un momento en la vida de lo infinito; que la filosofía debe construir la vida del Absoluto a partir del finito; y que el Absoluto debe ser lleno, no indiferenciado.

En este preciso punto, ¿cómo no ver en este Absoluto del idealismo filosófico Alemán un reflejo de la figura del motor inmóvil de Aristóteles? ¿Cómo no entender este Absoluto como el mismo Dios cuya existencia prueba Santo Tomas de Aquino en sus cinco “vías”?
El absoluto y la dialéctica hegeliana: “la filosofía se ocupa de la verdad, y la verdad es la totalidad. Pero esta totalidad no es inmóvil, sino que es el proceso de su propio devenir; que no sólo es una sustancia, sino sujeto; un sujeto que al mismo tiempo es objeto de sí mismo; que lo absoluto es pensamiento que se piensa a sí mismo (otra idea aristotélica), con la diferencia que mientras Aristóteles parece referirse a una deidad trascendente, lo que se confirma en Santo Tomás de Aquino, Hegel identifica el absoluto con el devenir intramundano, que lo define como un espíritu.

Hegel equipara absoluto y ser, pero no un ser estático, sino un proceso dialéctico de oposiciones y síntesis: un devenir.

NOTA: En Pueblo Bello no solamente tu mente piensa mejor, sino que tu vida se alarga. Pero cuidado, con la carretera rápida.