Perdió la cuenta de cuántos niños trajo al mundo, cree que más de 20 mil, es padrino de 363 ahijados, tiene seis hijos, nueve nietos y amigos incontables. Así es Hermes Pumarejo Hernández, el primer médico ginecólogo que tuvo Valledupar, quien hoy cumple 90 años de existencia. EL PILÓN resalta su aporte social a esta región.
Piensa la frase antes de dejarla salir. Responde suave, pero seguro. No olvida ningún detalle, a menos que sea una fecha de los 60 o los 70, afirma que es padrino de más de 350 niños, que vio nacer a más de 20 mil bebés, que parrandeó con gusto, que estudió con mucho esfuerzo, que se casó a los 50 años, que disfruta de sus hijos y nietos, que goza de buena salud y que logró hacer de su vida profesional un ejemplo para los médicos de las nuevas generaciones.
El doctor Hermes Pumarejo Hernández nació en Atánquez el 28 de febrero de 1926, hijo de Bernardo Hernández (de origen santandereano, descendiente de familia venezolana) y Dilia del Rosario Pumarejo Arias (atanquera), hermano de la recordada ‘Tina’ Pumarejo. Es sin duda un personaje que hace parte de la historia de Valledupar, porque fue el primer médico ginecólogo que tuvo la ciudad, llegó en 1961, luego de estudiar medicina y especializarse en Argentina, durante el gobierno de Juan Perón.
Hoy en su reposada vejez, sin contrariar la tecnología porque se hace acompañar de su inseparable celular, al que lo llaman los amigos para ponerse la cita del día, recuerda que regresó a Valledupar después de 13 años de ausencia. Llegó estudiado, como decían en aquella época, listo para convertirse en profesor universitario, pero la vida le tenía otro plan. Fue director del Hospital Rosario Pumarejo de López y Secretario de Salud Pública, cargo en el que duró cinco años, y el cual ejerció paralelo a su labor como ginecólogo.
Su cercanía con la medicina no fue después de haberse graduado, sino mucho antes, cuando ni siquiera había terminado el bachillerato. Acababa de culminar el tercero de bachillerato y lo nombraron Secretario de Sanidad y después de varios años se fue a Bogotá a terminar el bachillerato, donde cursó cuarto, quinto y sexto, se graduó y se fue a Argentina, aunque su destino inicial era México, país que estaba de moda entre los colombianos que querían hacerse profesionales. Pero la situación era mejor en el país del tango, allí el gobierno de Perón ofrecía facilidades de estudio, en ese país estuvo diez años, tiempo durante el cual no vino a la capital del Cesar, lo hizo 13 años después cuando ya estaba graduado (tenía en ese entonces 35 años).
“Aquí hice hasta tercero de bachillerato en la Escuela de Artes, porque no había Loperena. Me fui a Bogotá a terminar el bachillerato en la Universidad de la Gran Colombia, donde pagaba más ahí que en la pensión”, dice el sabio médico que hoy reparte su tiempo entre su familia, sus amigos y su pasión por el campo.
Por todo ese tiempo que estuvo por fuera de Valledupar, se le hizo difícil acoplarse a su regreso. “No me hallaba, no había agua, estaba uno operando y se iba la luz, demoré dos años y medio con saco y corbata, listo para irme, pero mataron a un cuñado mío y me quedé”.
Sus raíces fueron creciendo, su fama fue aumentando y su paso por el Hospital Rosario Pumarejo no fue en vano. “Mi consultorio lo tenía pegado al Teatro Cesar (carrera séptima), ahí duré siete años y a los siete años ya tenía un edificio, se llamaba edificio Pumarejo Hernández (actual sede de la Personería y Contraloría Municipal, en la carrera 14), pero abajo le pusieron un letrero que decía edificio La Pepita, como era ginecólogo” (risas).
Su buen humor, su gusto por la música y el folclor aun lo acompañan. Recuerda que en Argentina aprendió a bailar muy bien el tango y por eso cuando regresó al Valle, era de los parejos más codiciados.
“Era médico de La Guajira y Cesar, venia gente de Aguachica, de otras partes del país, yo solo atendía aquí. Vine aquí y no iba a ejercer como médico, porque yo soy médico y doctor. Yo hice doctorado para ser profesor, iba para la Nacional, pero el doctor (Leonardo) Maya me sacó para ser director del Hospital, donde duré un año y luego me quedé”, dice sonriente porque su balance como profesional fue positivo.
El doctor ‘Puma’, como le decían, fue el primer médico que cobró 15 mil pesos por consulta, los otros cobraban cuatro o cinco mil pesos. Su buen nombre hizo carrera rápido y no había mujer que no quisiera hacerse ver del médico Pumarejo.
No olvida que lo primero que hizo en el Hospital Rosario Pumarejo de López fue organizar a las parteras que hacían un buen trabajo, pero de manera empírica. “Cuando yo ingresé al hospital organicé a las parteras, organicé muy bien el centro de maternidad, eso cambió de la noche a la mañana. Después del consultorio iba a donde mi hermana, almorzaba y me iba al hospital. Hacía hasta tres partos al día. También organicé a las parteras que estaban en los alrededores, recuerdo a Bernarda Rodríguez, muy buena. Pero también les prohibí atender partos de nalga, era muy peligroso, eso era para los médicos”.
Su seguridad como especialista era conocida. Por eso hoy cuestiona cómo los médicos realizan cesáreas sin necesidad. “Yo si hacía cesárea, pero no siempre. Cuando hacia una cesárea le preguntaban a la paciente, ve y a ti quién te hizo esa cesárea, el doctor Pumarejo, respondía. Pero debe ser que era necesaria porque él las hace cuando son indicadas. Es que la cesárea tiene su indicación, todavía la tiene: desproporción del niño, sufrimiento fetal y otros casos, pero hoy hacen cesárea a todo el mundo para no hacer el parto natural. Ahora las naciones están protestando por eso, como Estados Unidos, España”.
El doctor Pumarejo Hernández tiene tranquila su conciencia, hizo un buen trabajo, no solo fue médico ginecobstetra, sino pediatra, porque atendió a muchos de los niños que traía al mundo. Por eso recuerda que ayudó a nacer a más de 20 mil bebés, “cuando iba por 15 mil se me quemaron las historias”. En esa época había pocos médicos, “el doctor Maya, el doctor Toscano, Alcides Martínez Calderón, cirujano, Gil Aguancha, Rafael Valle Meza, Esteban Cuello, Kin Gutiérrez, Manuel Esteban Gutiérrez”, rememora.
SU FAMILIA
Paralelo a su trabajo como médico ginecólogo, le daba rienda sueltas a su condición de enamorador. Se casó cuando tenía 50 años y mientras decidía con quién hacerlo, repartió amor sin condición.
“Tuve 16 novias para casarme, en distintas partes”, se ríe y acepta que era resbaladizo, pero el amor le llegó con Gloria Maestre, con quien tuvo dos hijos: Andrea (abogada) y Hermes Enrique (médico-radiólogo), y tuvo cuatro hijos más Alcira (administradora hospitalaria), José Luis (médico flebólogo), Deisi y Hermes.
La vida le ha regalado la oportunidad de ver nacer a sus nietos. Hace tres años asistió el último parto, el de su hija Andrea. “Entré como médico asistente, con mi sobrino ‘Beto’ Cabas, quien es ginecólogo como yo”.
LA POLÍTICA
Aunque no le gustaba mucho, el médico Hermes Pumarejo estuvo cerca de la política. Uno de sus mejores amigos es ‘Pepe’ Castro, patriarca liberal al que acompañaba en sus lides políticas. Él fue director del hospital durante su alcaldía y parte de la de Jorge Dangond.
Su amigo ‘Pepe’ le pidió que fuera su suplente al Senado, pero finalmente no aceptó, y también le propusieron ser alcalde de Valledupar, cargo que tampoco tomó. Si fue concejal y presidente del Concejo y pudo ayudar mucho en el tema de salud, área en la que se movía bastante bien.
Su dedicación y transparencia a la hora de ejercer cargos públicos muchos políticos la envidiarían hoy. Dice que cuando fue Secretario de Salud fue enviado por el Ministerio de Salud a Argentina porque fue el secretario de toda Colombia que presentó el mejor informe de su región. “Imagínese, me enviaron plata para construir dos puestos de salud y construí cuatro”.
Hoy cuando cumple 90 años, el doctor Hermes Pumarejo Hernández, es referente social en esta ciudad, recordado por muchas mujeres, querido por sus cientos de ahijados, compadres y comadres, y por sus numerosos amigos. “Yo estoy sano, no sufro de nada”, dice mientras agarra con fuerza el bastón que lo ayuda a desplazarse por toda su casa, en la que cuida personalmente un jardín de trinitarias y está al tanto de lo que ocurre en la ciudad y el mundo.
Por Ana María Ferrer
Perdió la cuenta de cuántos niños trajo al mundo, cree que más de 20 mil, es padrino de 363 ahijados, tiene seis hijos, nueve nietos y amigos incontables. Así es Hermes Pumarejo Hernández, el primer médico ginecólogo que tuvo Valledupar, quien hoy cumple 90 años de existencia. EL PILÓN resalta su aporte social a esta región.
Piensa la frase antes de dejarla salir. Responde suave, pero seguro. No olvida ningún detalle, a menos que sea una fecha de los 60 o los 70, afirma que es padrino de más de 350 niños, que vio nacer a más de 20 mil bebés, que parrandeó con gusto, que estudió con mucho esfuerzo, que se casó a los 50 años, que disfruta de sus hijos y nietos, que goza de buena salud y que logró hacer de su vida profesional un ejemplo para los médicos de las nuevas generaciones.
El doctor Hermes Pumarejo Hernández nació en Atánquez el 28 de febrero de 1926, hijo de Bernardo Hernández (de origen santandereano, descendiente de familia venezolana) y Dilia del Rosario Pumarejo Arias (atanquera), hermano de la recordada ‘Tina’ Pumarejo. Es sin duda un personaje que hace parte de la historia de Valledupar, porque fue el primer médico ginecólogo que tuvo la ciudad, llegó en 1961, luego de estudiar medicina y especializarse en Argentina, durante el gobierno de Juan Perón.
Hoy en su reposada vejez, sin contrariar la tecnología porque se hace acompañar de su inseparable celular, al que lo llaman los amigos para ponerse la cita del día, recuerda que regresó a Valledupar después de 13 años de ausencia. Llegó estudiado, como decían en aquella época, listo para convertirse en profesor universitario, pero la vida le tenía otro plan. Fue director del Hospital Rosario Pumarejo de López y Secretario de Salud Pública, cargo en el que duró cinco años, y el cual ejerció paralelo a su labor como ginecólogo.
Su cercanía con la medicina no fue después de haberse graduado, sino mucho antes, cuando ni siquiera había terminado el bachillerato. Acababa de culminar el tercero de bachillerato y lo nombraron Secretario de Sanidad y después de varios años se fue a Bogotá a terminar el bachillerato, donde cursó cuarto, quinto y sexto, se graduó y se fue a Argentina, aunque su destino inicial era México, país que estaba de moda entre los colombianos que querían hacerse profesionales. Pero la situación era mejor en el país del tango, allí el gobierno de Perón ofrecía facilidades de estudio, en ese país estuvo diez años, tiempo durante el cual no vino a la capital del Cesar, lo hizo 13 años después cuando ya estaba graduado (tenía en ese entonces 35 años).
“Aquí hice hasta tercero de bachillerato en la Escuela de Artes, porque no había Loperena. Me fui a Bogotá a terminar el bachillerato en la Universidad de la Gran Colombia, donde pagaba más ahí que en la pensión”, dice el sabio médico que hoy reparte su tiempo entre su familia, sus amigos y su pasión por el campo.
Por todo ese tiempo que estuvo por fuera de Valledupar, se le hizo difícil acoplarse a su regreso. “No me hallaba, no había agua, estaba uno operando y se iba la luz, demoré dos años y medio con saco y corbata, listo para irme, pero mataron a un cuñado mío y me quedé”.
Sus raíces fueron creciendo, su fama fue aumentando y su paso por el Hospital Rosario Pumarejo no fue en vano. “Mi consultorio lo tenía pegado al Teatro Cesar (carrera séptima), ahí duré siete años y a los siete años ya tenía un edificio, se llamaba edificio Pumarejo Hernández (actual sede de la Personería y Contraloría Municipal, en la carrera 14), pero abajo le pusieron un letrero que decía edificio La Pepita, como era ginecólogo” (risas).
Su buen humor, su gusto por la música y el folclor aun lo acompañan. Recuerda que en Argentina aprendió a bailar muy bien el tango y por eso cuando regresó al Valle, era de los parejos más codiciados.
“Era médico de La Guajira y Cesar, venia gente de Aguachica, de otras partes del país, yo solo atendía aquí. Vine aquí y no iba a ejercer como médico, porque yo soy médico y doctor. Yo hice doctorado para ser profesor, iba para la Nacional, pero el doctor (Leonardo) Maya me sacó para ser director del Hospital, donde duré un año y luego me quedé”, dice sonriente porque su balance como profesional fue positivo.
El doctor ‘Puma’, como le decían, fue el primer médico que cobró 15 mil pesos por consulta, los otros cobraban cuatro o cinco mil pesos. Su buen nombre hizo carrera rápido y no había mujer que no quisiera hacerse ver del médico Pumarejo.
No olvida que lo primero que hizo en el Hospital Rosario Pumarejo de López fue organizar a las parteras que hacían un buen trabajo, pero de manera empírica. “Cuando yo ingresé al hospital organicé a las parteras, organicé muy bien el centro de maternidad, eso cambió de la noche a la mañana. Después del consultorio iba a donde mi hermana, almorzaba y me iba al hospital. Hacía hasta tres partos al día. También organicé a las parteras que estaban en los alrededores, recuerdo a Bernarda Rodríguez, muy buena. Pero también les prohibí atender partos de nalga, era muy peligroso, eso era para los médicos”.
Su seguridad como especialista era conocida. Por eso hoy cuestiona cómo los médicos realizan cesáreas sin necesidad. “Yo si hacía cesárea, pero no siempre. Cuando hacia una cesárea le preguntaban a la paciente, ve y a ti quién te hizo esa cesárea, el doctor Pumarejo, respondía. Pero debe ser que era necesaria porque él las hace cuando son indicadas. Es que la cesárea tiene su indicación, todavía la tiene: desproporción del niño, sufrimiento fetal y otros casos, pero hoy hacen cesárea a todo el mundo para no hacer el parto natural. Ahora las naciones están protestando por eso, como Estados Unidos, España”.
El doctor Pumarejo Hernández tiene tranquila su conciencia, hizo un buen trabajo, no solo fue médico ginecobstetra, sino pediatra, porque atendió a muchos de los niños que traía al mundo. Por eso recuerda que ayudó a nacer a más de 20 mil bebés, “cuando iba por 15 mil se me quemaron las historias”. En esa época había pocos médicos, “el doctor Maya, el doctor Toscano, Alcides Martínez Calderón, cirujano, Gil Aguancha, Rafael Valle Meza, Esteban Cuello, Kin Gutiérrez, Manuel Esteban Gutiérrez”, rememora.
SU FAMILIA
Paralelo a su trabajo como médico ginecólogo, le daba rienda sueltas a su condición de enamorador. Se casó cuando tenía 50 años y mientras decidía con quién hacerlo, repartió amor sin condición.
“Tuve 16 novias para casarme, en distintas partes”, se ríe y acepta que era resbaladizo, pero el amor le llegó con Gloria Maestre, con quien tuvo dos hijos: Andrea (abogada) y Hermes Enrique (médico-radiólogo), y tuvo cuatro hijos más Alcira (administradora hospitalaria), José Luis (médico flebólogo), Deisi y Hermes.
La vida le ha regalado la oportunidad de ver nacer a sus nietos. Hace tres años asistió el último parto, el de su hija Andrea. “Entré como médico asistente, con mi sobrino ‘Beto’ Cabas, quien es ginecólogo como yo”.
LA POLÍTICA
Aunque no le gustaba mucho, el médico Hermes Pumarejo estuvo cerca de la política. Uno de sus mejores amigos es ‘Pepe’ Castro, patriarca liberal al que acompañaba en sus lides políticas. Él fue director del hospital durante su alcaldía y parte de la de Jorge Dangond.
Su amigo ‘Pepe’ le pidió que fuera su suplente al Senado, pero finalmente no aceptó, y también le propusieron ser alcalde de Valledupar, cargo que tampoco tomó. Si fue concejal y presidente del Concejo y pudo ayudar mucho en el tema de salud, área en la que se movía bastante bien.
Su dedicación y transparencia a la hora de ejercer cargos públicos muchos políticos la envidiarían hoy. Dice que cuando fue Secretario de Salud fue enviado por el Ministerio de Salud a Argentina porque fue el secretario de toda Colombia que presentó el mejor informe de su región. “Imagínese, me enviaron plata para construir dos puestos de salud y construí cuatro”.
Hoy cuando cumple 90 años, el doctor Hermes Pumarejo Hernández, es referente social en esta ciudad, recordado por muchas mujeres, querido por sus cientos de ahijados, compadres y comadres, y por sus numerosos amigos. “Yo estoy sano, no sufro de nada”, dice mientras agarra con fuerza el bastón que lo ayuda a desplazarse por toda su casa, en la que cuida personalmente un jardín de trinitarias y está al tanto de lo que ocurre en la ciudad y el mundo.
Por Ana María Ferrer