Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 1 julio, 2017

El gran Chuni Palmera

Hablar de un buen amigo es difícil porque nunca logramos plasmar la real connotación de nuestros sentimientos. Confieso que esa dificultad se acentúa en mí, pero esta vez lucharé contra esa limitación porque siento el deber de decir lo que el corazón de muchos amigos profesa por ese inmenso ser humano, como lo es el […]

Hablar de un buen amigo es difícil porque nunca logramos plasmar la real connotación de nuestros sentimientos. Confieso que esa dificultad se acentúa en mí, pero esta vez lucharé contra esa limitación porque siento el deber de decir lo que el corazón de muchos amigos profesa por ese inmenso ser humano, como lo es el gran Chuni Palmera.

Alguna noche de Jueves Santo en Valencia de Jesús se inquietó por mis bostezos, mientras sus palabras interrumpían la solemnidad religiosa en una amena disertación sobre las bondades de la explotación ovina. Su entusiasmo cautivó mi atención. El calor de la noche comenzaba a perder la pelea con el fresco que dando tumbos bajaba de la Sierra Nevada, cuando el sueño salió presuroso a esconderse de un carnero valiente que con la cabeza lo empujaba fuera del pueblo.

Para motivarme a comenzar la cría me prometió tres ovejas que posteriormente cambió por un padrote, el cual llegó muerto, luego fue un bastón de pastoreo y después unas chapetas americanas que ante la demora del distribuidor comencé a recibir por cuotas, en suculentas meriendas y atenciones que cultivaron nuestros gustos comunes. Ahí se fortaleció el afecto que alguna vez se opacó cuando hizo parte de un gobierno departamental negado la ejecución de obras ya viabilizadas para el municipio de La Paz.

Nuestra amistad creció en la misma proporción que aumentaron nuestros kilogramos de peso. Cada tarde llegábamos a Los Corazones en busca de las exquisitas arepas de Ita y el queso sin sal de Rosalía, cuando no íbamos a La Paz a comer carne asada de la Curry, empanadas de ‘Luquita’ o las horneadas de yuca de Rosita, los bollos limpios de Oneida que muchas veces no llegaban al Puente Salguero o los inaplazables pasteles de cerdo de Davi. Otras veces era Valledupar quien nos retenía con los bofes fritos de la emprendedora Yaritza Pérez en el barrio Primero de Mayo o los chicharrones de Eustaquia o la panza guisada de Las Majomas en Los Tres Postes.

Hicimos una cofradía de buenos amigos que bautizó como El Pajuatismo, en referencia a la canción ‘El Pajuate’ de Aurelio Núñez, quien convirtió en poesía los desengaños amorosos de Edgardo Mendoza. Hoy todos lo extrañamos; William Rosado su condiscípulo de siempre, Aquiles Hernández sin zapatos innovando ideas, Mañe Martínez proveedor de vida, el ‘Poste’ Smith con su inédita anatomía, Carlos Cadena y sus quiméricos sesenta y siete minutos, el ‘Terrible’ Jorge Laporte y su ‘Mita’ creadora de los ‘Toñazos’, José Castilla con su joven apetito, ‘Franco’ Gómez jefe del Boromiel, el respetuoso John Rodríguez y el profe De la Hoz devoto del Niágara.

En nuestra última conversación quiso homenajear a Martín Elías en un paraíso en La Paz, Villa Edys, extrañaba los recuerdos que quedaron esparcidos en unas cuantas botellas vacías de Cerveza Grolsch y en inmortales fotografías que ‘Mendo’ popularizó en una crónica campesina. Sus amigos lo esperamos para esa cita y pedimos a Dios le de Salud y Fuerza, tal como nombraba su cuenta de twiter. Un abrazo Chuni.

[email protected]
@antoniomariaA

Por Antonio María Araújo Calderón

 

 

Columnista
1 julio, 2017

El gran Chuni Palmera

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Hablar de un buen amigo es difícil porque nunca logramos plasmar la real connotación de nuestros sentimientos. Confieso que esa dificultad se acentúa en mí, pero esta vez lucharé contra esa limitación porque siento el deber de decir lo que el corazón de muchos amigos profesa por ese inmenso ser humano, como lo es el […]


Hablar de un buen amigo es difícil porque nunca logramos plasmar la real connotación de nuestros sentimientos. Confieso que esa dificultad se acentúa en mí, pero esta vez lucharé contra esa limitación porque siento el deber de decir lo que el corazón de muchos amigos profesa por ese inmenso ser humano, como lo es el gran Chuni Palmera.

Alguna noche de Jueves Santo en Valencia de Jesús se inquietó por mis bostezos, mientras sus palabras interrumpían la solemnidad religiosa en una amena disertación sobre las bondades de la explotación ovina. Su entusiasmo cautivó mi atención. El calor de la noche comenzaba a perder la pelea con el fresco que dando tumbos bajaba de la Sierra Nevada, cuando el sueño salió presuroso a esconderse de un carnero valiente que con la cabeza lo empujaba fuera del pueblo.

Para motivarme a comenzar la cría me prometió tres ovejas que posteriormente cambió por un padrote, el cual llegó muerto, luego fue un bastón de pastoreo y después unas chapetas americanas que ante la demora del distribuidor comencé a recibir por cuotas, en suculentas meriendas y atenciones que cultivaron nuestros gustos comunes. Ahí se fortaleció el afecto que alguna vez se opacó cuando hizo parte de un gobierno departamental negado la ejecución de obras ya viabilizadas para el municipio de La Paz.

Nuestra amistad creció en la misma proporción que aumentaron nuestros kilogramos de peso. Cada tarde llegábamos a Los Corazones en busca de las exquisitas arepas de Ita y el queso sin sal de Rosalía, cuando no íbamos a La Paz a comer carne asada de la Curry, empanadas de ‘Luquita’ o las horneadas de yuca de Rosita, los bollos limpios de Oneida que muchas veces no llegaban al Puente Salguero o los inaplazables pasteles de cerdo de Davi. Otras veces era Valledupar quien nos retenía con los bofes fritos de la emprendedora Yaritza Pérez en el barrio Primero de Mayo o los chicharrones de Eustaquia o la panza guisada de Las Majomas en Los Tres Postes.

Hicimos una cofradía de buenos amigos que bautizó como El Pajuatismo, en referencia a la canción ‘El Pajuate’ de Aurelio Núñez, quien convirtió en poesía los desengaños amorosos de Edgardo Mendoza. Hoy todos lo extrañamos; William Rosado su condiscípulo de siempre, Aquiles Hernández sin zapatos innovando ideas, Mañe Martínez proveedor de vida, el ‘Poste’ Smith con su inédita anatomía, Carlos Cadena y sus quiméricos sesenta y siete minutos, el ‘Terrible’ Jorge Laporte y su ‘Mita’ creadora de los ‘Toñazos’, José Castilla con su joven apetito, ‘Franco’ Gómez jefe del Boromiel, el respetuoso John Rodríguez y el profe De la Hoz devoto del Niágara.

En nuestra última conversación quiso homenajear a Martín Elías en un paraíso en La Paz, Villa Edys, extrañaba los recuerdos que quedaron esparcidos en unas cuantas botellas vacías de Cerveza Grolsch y en inmortales fotografías que ‘Mendo’ popularizó en una crónica campesina. Sus amigos lo esperamos para esa cita y pedimos a Dios le de Salud y Fuerza, tal como nombraba su cuenta de twiter. Un abrazo Chuni.

[email protected]
@antoniomariaA

Por Antonio María Araújo Calderón