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General - 16 abril, 2017

Gran ausencia y para siempre

La música vallenata ha sido particularmente infortunada con los accidentes, pues son muchos los artistas del género que han perdido la vida en las carreteras estando de moda y triunfando.

“Ha podido volver cantante a San Pedro para dejar al pobre Rafa tranquilo”. El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘Un ángel más en el cielo’ de la autoría de ‘Poncho’ Cotes Junior, incluida por los Hermanos Zuleta en el LP titulado ‘Mañanitas de invierno’, que dieron a conocer de su público el 19 de enero de 1993, en la cual el inolvidable compositor hace un sentido homenaje a su hermano del folclor Rafael Orozco, en esa obra musical dice que seguramente Dios se sentía solo y escogió al irreemplazable cantante para que le hiciera compañía.

Vino a mi recuerdo ese disco inmediatamente me enteré de la muerte de ‘El Gran Martín Elías’ en la plenitud de su primavera y estando en el copito de su bien ganada fama musical, lo que acaba de suceder es una tragedia para la música vallenata, de esas a las que nos hemos acostumbrado a afrontar cíclicamente, esta vez con el agravante que hoy cuando la champeta se está tragando todas las emisoras de radio y las tarimas a lo largo y ancho de Colombia, y el vallenato también dejándose tragar de ella, entre los nuevos artistas del género, él junto con Rolando Ochoa si habían logrado mantenerse, imponiendo un estilo juvenil, pero sin caer ni en el lloriqueo ni en la mediocridad melódica con gran éxito y con perspectivas de seguir más arriba.

Es este un golpe inoportuno, doloroso y de connotaciones de siniestro para el folclor, con el agravante que ese muchacho no tiene reemplazo a la vista, combinaba con seguridad, con maestría de veterano y con inteligencia justamente heredada de su padre las canciones románticas con los clásicos ya interpretados por los grandes que le antecedieron, sin que se notara arrebato de muchacho alguno, a su corta edad, deja una huella indeleble imposible de borrar, así como es de brutal el latigazo directo al corazón de su madre, familia y sus miles de seguidores, y entre ellos las hijas mías.

La música vallenata ha sido particularmente infortunada con los accidentes, pues son muchos los artistas del género que han perdido la vida en las carreteras estando de moda y triunfando, así recordamos entre otros a Fabri Meriño, quien perdió la vida al volcarse la buseta de propiedad de Aníbal Velázquez en la que se transportaban ella, el propio Aníbal, su hermano Cheito que era compañero sentimental y la agrupación. También en accidente de tránsito murieron Lucho Cuadros, Darío Díaz, Arturo Durán, Jesús Manuel, Patricia Teherán, Kaleth Morales y Adanies Díaz, y en accidente aéreo Juancho Rois, es como si un sino trágico persiguiera a quienes dan lo mejor de sí para mantener la música más bonita y narrativa de Colombia en el lugar que merece.

Demostró ese pelao a su corta edad y gran trayectoria que no se necesita quitarse el pantalón en el escenario para brillar, que no necesitaba guindarse de la gloria de su viejo para que lo respetaran y admiraran, que no intentó copiar nada  de nadie para ser aceptado por el público, nunca se propuso relegar e invisibilizar o irrespetar al acordeonero para ser reconocido como artista de talla internacional, sin insultar a nadie hacía de su espectáculo algo que entretenía y justificaba esperar, con musical humildad siempre ponderaba las habilidades de su compañero de fórmula al digitar y complementaba con su personal estilo sus presentaciones sin hacer gala de un gargantón que el altísimo no le dio y que tampoco necesitaba.

Hoy el mundo vallenato llora con justificado dolor a uno de sus buenos ídolos, las sabanas de La Junta escuchan hoy a dos voces el cantar de los vientos con el eco de la voz del padre y del hijo a quien la Divina Providencia ha vuelto a reunir para cantarle al que todo lo puede, allá donde el pasado es pequeño e insignificante, así como los cielos abrieron sus puertas para recibir a Jesús para descender a los aposentos sagrados después de muerto y sepultado para resucitar al tercer día, así mismo ha abierto de par en par la puerta más grande para recibir a un buen muchacho, a quien se lleva prematuramente mi diosito por considerar cumplida su misión en esta tierra.

Bueno a Dios se le entrega siempre lo mejor que se tiene, esta vez le tocó a ‘El Gran Martin Elías”, la vida decía Goethe es corta y los recuerdos son perennes, él se va pero su música nos queda hasta siempre. A su compañero de éxitos, Rolando Ochoa, para mí el mejor de las nuevas generaciones, le deseamos que su llave le mande desde allá la fortaleza para afrontar el momento y sabiduría para continuar el camino, tiene más que dar que cosas por recibir. Esta vaina… duele!
Por Luis Eduardo Acosta Medina

 

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16 abril, 2017

Gran ausencia y para siempre

La música vallenata ha sido particularmente infortunada con los accidentes, pues son muchos los artistas del género que han perdido la vida en las carreteras estando de moda y triunfando.


“Ha podido volver cantante a San Pedro para dejar al pobre Rafa tranquilo”. El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘Un ángel más en el cielo’ de la autoría de ‘Poncho’ Cotes Junior, incluida por los Hermanos Zuleta en el LP titulado ‘Mañanitas de invierno’, que dieron a conocer de su público el 19 de enero de 1993, en la cual el inolvidable compositor hace un sentido homenaje a su hermano del folclor Rafael Orozco, en esa obra musical dice que seguramente Dios se sentía solo y escogió al irreemplazable cantante para que le hiciera compañía.

Vino a mi recuerdo ese disco inmediatamente me enteré de la muerte de ‘El Gran Martín Elías’ en la plenitud de su primavera y estando en el copito de su bien ganada fama musical, lo que acaba de suceder es una tragedia para la música vallenata, de esas a las que nos hemos acostumbrado a afrontar cíclicamente, esta vez con el agravante que hoy cuando la champeta se está tragando todas las emisoras de radio y las tarimas a lo largo y ancho de Colombia, y el vallenato también dejándose tragar de ella, entre los nuevos artistas del género, él junto con Rolando Ochoa si habían logrado mantenerse, imponiendo un estilo juvenil, pero sin caer ni en el lloriqueo ni en la mediocridad melódica con gran éxito y con perspectivas de seguir más arriba.

Es este un golpe inoportuno, doloroso y de connotaciones de siniestro para el folclor, con el agravante que ese muchacho no tiene reemplazo a la vista, combinaba con seguridad, con maestría de veterano y con inteligencia justamente heredada de su padre las canciones románticas con los clásicos ya interpretados por los grandes que le antecedieron, sin que se notara arrebato de muchacho alguno, a su corta edad, deja una huella indeleble imposible de borrar, así como es de brutal el latigazo directo al corazón de su madre, familia y sus miles de seguidores, y entre ellos las hijas mías.

La música vallenata ha sido particularmente infortunada con los accidentes, pues son muchos los artistas del género que han perdido la vida en las carreteras estando de moda y triunfando, así recordamos entre otros a Fabri Meriño, quien perdió la vida al volcarse la buseta de propiedad de Aníbal Velázquez en la que se transportaban ella, el propio Aníbal, su hermano Cheito que era compañero sentimental y la agrupación. También en accidente de tránsito murieron Lucho Cuadros, Darío Díaz, Arturo Durán, Jesús Manuel, Patricia Teherán, Kaleth Morales y Adanies Díaz, y en accidente aéreo Juancho Rois, es como si un sino trágico persiguiera a quienes dan lo mejor de sí para mantener la música más bonita y narrativa de Colombia en el lugar que merece.

Demostró ese pelao a su corta edad y gran trayectoria que no se necesita quitarse el pantalón en el escenario para brillar, que no necesitaba guindarse de la gloria de su viejo para que lo respetaran y admiraran, que no intentó copiar nada  de nadie para ser aceptado por el público, nunca se propuso relegar e invisibilizar o irrespetar al acordeonero para ser reconocido como artista de talla internacional, sin insultar a nadie hacía de su espectáculo algo que entretenía y justificaba esperar, con musical humildad siempre ponderaba las habilidades de su compañero de fórmula al digitar y complementaba con su personal estilo sus presentaciones sin hacer gala de un gargantón que el altísimo no le dio y que tampoco necesitaba.

Hoy el mundo vallenato llora con justificado dolor a uno de sus buenos ídolos, las sabanas de La Junta escuchan hoy a dos voces el cantar de los vientos con el eco de la voz del padre y del hijo a quien la Divina Providencia ha vuelto a reunir para cantarle al que todo lo puede, allá donde el pasado es pequeño e insignificante, así como los cielos abrieron sus puertas para recibir a Jesús para descender a los aposentos sagrados después de muerto y sepultado para resucitar al tercer día, así mismo ha abierto de par en par la puerta más grande para recibir a un buen muchacho, a quien se lleva prematuramente mi diosito por considerar cumplida su misión en esta tierra.

Bueno a Dios se le entrega siempre lo mejor que se tiene, esta vez le tocó a ‘El Gran Martin Elías”, la vida decía Goethe es corta y los recuerdos son perennes, él se va pero su música nos queda hasta siempre. A su compañero de éxitos, Rolando Ochoa, para mí el mejor de las nuevas generaciones, le deseamos que su llave le mande desde allá la fortaleza para afrontar el momento y sabiduría para continuar el camino, tiene más que dar que cosas por recibir. Esta vaina… duele!
Por Luis Eduardo Acosta Medina