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Columnista - 20 julio, 2017

El emporio de la mediocridad

No, no olvido cuando Tuto, siendo candidato a la alcaldía, dijo que convertiría a Valledupar en un Distrito Turístico, Cultural y Ecológico. Con su tono efusivo y sus gestos grandilocuentes, anunció: “… en nuestro gobierno haremos que Valledupar se convierta en un escenario cultural referente a nivel mundial a través de la puesta en marcha […]

No, no olvido cuando Tuto, siendo candidato a la alcaldía, dijo que convertiría a Valledupar en un Distrito Turístico, Cultural y Ecológico. Con su tono efusivo y sus gestos grandilocuentes, anunció: “… en nuestro gobierno haremos que Valledupar se convierta en un escenario cultural referente a nivel mundial a través de la puesta en marcha de una economía creativa donde se implementarán programas y políticas desarrolladas a partir de nuestra riqueza musical y cultural. En el 2017 se llevará a cabo el quincuagésimo Festival de la Leyenda Vallenata y tendremos la oportunidad de consolidarnos como un emporio turístico…”.

Esta idea (poco autentica, pero pertinente y constructiva) generó en mí unos sentimientos contradictorios. Me alegré porque Tuto estaba hablando de una ciudad que movería su economía a través de su música, sus tradiciones, sus monumentos, sus artesanías, sus comidas y sus paisajes. Y claro, yo también creo que ese es el camino a seguir, el norte. Aun así, el discurso de Tuto me resultó preformateado, tal vez plástico, sentía que él no sabía realmente que estaba planteando. Para rematar, me producían muchas sospechas sus alianzas con ciertos políticos tradicionales.

Hoy, cuando Tuto tiene más de un año de estar fungiendo como alcalde, son pocas las gestiones, los proyectos y las obras que pueden garantizar la realización integral de aquella propuesta. Por supuesto, es justo destacar ciertas iniciativas que Tuto ha tenido: la construcción de unos monumentos que hacen homenaje a nuestro folclor (más allá de su estética, han originado entusiasmo entre propios y extraños: ¿qué tal si fueran verdaderas obras de arte?), el programa de bicicletas públicas, la idea de pintar las casonas del centro histórico, los paneles solares, los cargadores solares públicos y la remodelación de la sala de teatro de la Casa de la Cultura.

Aunque todo esto suena bonito, realmente resulta insuficiente, insípido. Para hacer de Valledupar un destino turístico, cultural y ecológico, Tuto tiene que creerse el cuento de verdad (menos palabras rimbombantes, más hechos), luego tiene que hacérselo creer a su gabinete y finalmente a los valduparenses. De modo que todas las oficinas de la alcaldía deben girar alrededor de la visión de ciudad planteada: sí, hay que garantizar un buen servicio de salud, educación, trasporte y seguridad para cimentar el puente que conduzca hacia la Valledupar naranja que Tuto dice anhelar.

No es difícil advertir que Tuto está desenfocado, que trabaja sin planificación: ahí está, su obsesión es la foto instantánea del presente, no la historia. La realidad habla sola, el tiempo es un juez correcto y fulminante. Aunque los cinco congresistas del Cesar son socios políticos suyos, Tuto no ha dado para liderar un proceso que permita transformar a Valledupar en un distrito (como prometió). Tampoco ha podido establecer una agenda cultural que ofrezca a los turistas algo que vaya más allá de nuestro emblemático Festival de la Leyenda Vallenata, que diga que aquí también se hace teatro, literatura, pintura, música clásica, cine…Llegó el 2017 y su emporio turístico se ahoga en la mediocridad.

Definitivamente, una ciudad turística, cultural y ecológica no se erige solo con la boca, sino también enfocando los distintos frentes institucionales y sociales hacia ese mismo fin, estableciendo un plan innovador, ambicioso y realizable. Ahí juegan unos papeles esenciales las oficinas de turismo y cultura. En la primera, Tuto acaba de asignar a Adela María Becerra, una mujer entusiasta que conoce el sector, pero que no tiene los instrumentos suficientes. Mientras tanto, en la segunda, tiene desde el principio de su mandato al cantante Miguel Morales, quien está más perdido que él y se ha dejado influenciar mucho. Para encaminar a Valledupar con más énfasis hacia la meta sugerida, Tuto podría comenzar por ajustar algunas tuercas flojas.

@ccsilva86

Por Carlos César Silva

 

Columnista
20 julio, 2017

El emporio de la mediocridad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Cesar Silva

No, no olvido cuando Tuto, siendo candidato a la alcaldía, dijo que convertiría a Valledupar en un Distrito Turístico, Cultural y Ecológico. Con su tono efusivo y sus gestos grandilocuentes, anunció: “… en nuestro gobierno haremos que Valledupar se convierta en un escenario cultural referente a nivel mundial a través de la puesta en marcha […]


No, no olvido cuando Tuto, siendo candidato a la alcaldía, dijo que convertiría a Valledupar en un Distrito Turístico, Cultural y Ecológico. Con su tono efusivo y sus gestos grandilocuentes, anunció: “… en nuestro gobierno haremos que Valledupar se convierta en un escenario cultural referente a nivel mundial a través de la puesta en marcha de una economía creativa donde se implementarán programas y políticas desarrolladas a partir de nuestra riqueza musical y cultural. En el 2017 se llevará a cabo el quincuagésimo Festival de la Leyenda Vallenata y tendremos la oportunidad de consolidarnos como un emporio turístico…”.

Esta idea (poco autentica, pero pertinente y constructiva) generó en mí unos sentimientos contradictorios. Me alegré porque Tuto estaba hablando de una ciudad que movería su economía a través de su música, sus tradiciones, sus monumentos, sus artesanías, sus comidas y sus paisajes. Y claro, yo también creo que ese es el camino a seguir, el norte. Aun así, el discurso de Tuto me resultó preformateado, tal vez plástico, sentía que él no sabía realmente que estaba planteando. Para rematar, me producían muchas sospechas sus alianzas con ciertos políticos tradicionales.

Hoy, cuando Tuto tiene más de un año de estar fungiendo como alcalde, son pocas las gestiones, los proyectos y las obras que pueden garantizar la realización integral de aquella propuesta. Por supuesto, es justo destacar ciertas iniciativas que Tuto ha tenido: la construcción de unos monumentos que hacen homenaje a nuestro folclor (más allá de su estética, han originado entusiasmo entre propios y extraños: ¿qué tal si fueran verdaderas obras de arte?), el programa de bicicletas públicas, la idea de pintar las casonas del centro histórico, los paneles solares, los cargadores solares públicos y la remodelación de la sala de teatro de la Casa de la Cultura.

Aunque todo esto suena bonito, realmente resulta insuficiente, insípido. Para hacer de Valledupar un destino turístico, cultural y ecológico, Tuto tiene que creerse el cuento de verdad (menos palabras rimbombantes, más hechos), luego tiene que hacérselo creer a su gabinete y finalmente a los valduparenses. De modo que todas las oficinas de la alcaldía deben girar alrededor de la visión de ciudad planteada: sí, hay que garantizar un buen servicio de salud, educación, trasporte y seguridad para cimentar el puente que conduzca hacia la Valledupar naranja que Tuto dice anhelar.

No es difícil advertir que Tuto está desenfocado, que trabaja sin planificación: ahí está, su obsesión es la foto instantánea del presente, no la historia. La realidad habla sola, el tiempo es un juez correcto y fulminante. Aunque los cinco congresistas del Cesar son socios políticos suyos, Tuto no ha dado para liderar un proceso que permita transformar a Valledupar en un distrito (como prometió). Tampoco ha podido establecer una agenda cultural que ofrezca a los turistas algo que vaya más allá de nuestro emblemático Festival de la Leyenda Vallenata, que diga que aquí también se hace teatro, literatura, pintura, música clásica, cine…Llegó el 2017 y su emporio turístico se ahoga en la mediocridad.

Definitivamente, una ciudad turística, cultural y ecológica no se erige solo con la boca, sino también enfocando los distintos frentes institucionales y sociales hacia ese mismo fin, estableciendo un plan innovador, ambicioso y realizable. Ahí juegan unos papeles esenciales las oficinas de turismo y cultura. En la primera, Tuto acaba de asignar a Adela María Becerra, una mujer entusiasta que conoce el sector, pero que no tiene los instrumentos suficientes. Mientras tanto, en la segunda, tiene desde el principio de su mandato al cantante Miguel Morales, quien está más perdido que él y se ha dejado influenciar mucho. Para encaminar a Valledupar con más énfasis hacia la meta sugerida, Tuto podría comenzar por ajustar algunas tuercas flojas.

@ccsilva86

Por Carlos César Silva