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Columnista - 17 noviembre, 2017

El padre Pablo

“Arriba de Manaure en la serranía hay un pueblito bonito y sano” que se llama El Plan, lo conozco pero tengo más de medio siglo de no ir allá, donde frecuentaba con mi papá a El Placer, residencia de su compadre Enrique Morón a comprar las mulas para las labores de La Estancia. Ese caserío […]

“Arriba de Manaure en la serranía hay un pueblito bonito y sano” que se llama El Plan, lo conozco pero tengo más de medio siglo de no ir allá, donde frecuentaba con mi papá a El Placer, residencia de su compadre Enrique Morón a comprar las mulas para las labores de La Estancia. Ese caserío se hizo famoso porque Rafael Escalona como era su costumbre con todos los lugares y personas protagonistas de sus canciones, lo citó cuando le cantó a La Vieja Sara, “la mamá de Emiliano, de Toño Salas y María”.

La descendencia de La Vieja Sara le ha dado brillo y fama al folclor vallenato y a la región, pues su hijo Emiliano y sus nietos no han tenido pares en lo que a música vallenata se refiere, ahí están en la cúspide Emiliano y Poncho y el semillero que está germinando es grande.

Hoy nuevamente está El Plan de moda debido a que Melquiades Salas, planero de cepa, contrajo matrimonio con Edilia Anteliz, una santandereana bonita como todos los Anteliz procedentes de Convención y entre varios hijos, nació Pablo, que a pesar de tener inclinación musical como todos los Salas y ser un buen futbolista resolvió ser pastor de almas y a muy temprana edad ingresó al Seminario donde recibió el título de sacerdote y ha hecho una carrera fulgurante producto de su vida ejemplar: de simple pero importante cura de varias iglesias en esta ciudad y de pronto en varios municipios de este departamento, pasando por la del barrio El Carmen, que lo vio nacer y crecer, fue ascendido hace 10 años a la dignidad de Obispo de El Espinal y de allí trasladado a Jefe de la Iglesia en Armenia y ayer el Papa, sigo escribiéndolo con mayúscula porque es único, Francisco lo designó Arzobispo de Barraquilla rindiéndole homenaje a su inteligencia, humildad y perseverancia, porque eso es y ha sido el padre Salas, un hombre de fecunda sabiduría, humilde por tradición y perseverante en sus propósitos que lo han llevado a escalar rápidamente los peldaños en la jerarquía eclesiástica y que no dudamos que seguirá cosechando triunfos, siempre de la mano y acompañado del Señor, hasta llegar a ser Cardenal y si es así, de pronto también llegue a la más alta dignidad, porque para ser Papa, primero hay que ser Cardenal, es decir que si no compras el billete nunca podrás ganarte la lotería. O me van a decir ustedes que el Papa Francisco cuando comenzó su carrera sacerdotal no pensó nunca que llegaría a donde está hoy. Nadie sabe, sólo Dios que ha sido su aliado, pero Pablo y Francisco se parecen bastante, yo no sé en qué, será en su bondad, en su humildad, en su sabiduría o en su chabacanería, pero de que tienen algo en común, lo tienen y sólo Dios, repito, sabe hasta dónde llegará.

Padre Pablo, los vallenatos estamos de fiesta con su alta designación y todavía más de tenerlo en Barranquilla, la capital del Caribe, la Puerta de Oro de Colombia, en donde usted va a estar muy bien atendido haciendo lo que sabe hacer: servirle a su feligresía, los barranquilleros saben apreciar lo bueno y más si usted es hincha del Júnior como Francisco del San Lorenzo, allá iremos a saludarlo y preguntaremos por el padre Pablo, nada de su reverencia o excelencia y cuando su secretaria se lo diga, le conteste que ese es un vallenato que lo va a saludar y a llevarle arepas de queso o limpias, bollos de mazorca, almojábanas pacíficas y queso criollo acompañado de unos dominicos, plátanos serranos, yuca y malanga producidas en la tierra de sus ancestros, El Plan. Un abrazo.

 

Por José M. Aponte Martínez

 

Columnista
17 noviembre, 2017

El padre Pablo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

“Arriba de Manaure en la serranía hay un pueblito bonito y sano” que se llama El Plan, lo conozco pero tengo más de medio siglo de no ir allá, donde frecuentaba con mi papá a El Placer, residencia de su compadre Enrique Morón a comprar las mulas para las labores de La Estancia. Ese caserío […]


“Arriba de Manaure en la serranía hay un pueblito bonito y sano” que se llama El Plan, lo conozco pero tengo más de medio siglo de no ir allá, donde frecuentaba con mi papá a El Placer, residencia de su compadre Enrique Morón a comprar las mulas para las labores de La Estancia. Ese caserío se hizo famoso porque Rafael Escalona como era su costumbre con todos los lugares y personas protagonistas de sus canciones, lo citó cuando le cantó a La Vieja Sara, “la mamá de Emiliano, de Toño Salas y María”.

La descendencia de La Vieja Sara le ha dado brillo y fama al folclor vallenato y a la región, pues su hijo Emiliano y sus nietos no han tenido pares en lo que a música vallenata se refiere, ahí están en la cúspide Emiliano y Poncho y el semillero que está germinando es grande.

Hoy nuevamente está El Plan de moda debido a que Melquiades Salas, planero de cepa, contrajo matrimonio con Edilia Anteliz, una santandereana bonita como todos los Anteliz procedentes de Convención y entre varios hijos, nació Pablo, que a pesar de tener inclinación musical como todos los Salas y ser un buen futbolista resolvió ser pastor de almas y a muy temprana edad ingresó al Seminario donde recibió el título de sacerdote y ha hecho una carrera fulgurante producto de su vida ejemplar: de simple pero importante cura de varias iglesias en esta ciudad y de pronto en varios municipios de este departamento, pasando por la del barrio El Carmen, que lo vio nacer y crecer, fue ascendido hace 10 años a la dignidad de Obispo de El Espinal y de allí trasladado a Jefe de la Iglesia en Armenia y ayer el Papa, sigo escribiéndolo con mayúscula porque es único, Francisco lo designó Arzobispo de Barraquilla rindiéndole homenaje a su inteligencia, humildad y perseverancia, porque eso es y ha sido el padre Salas, un hombre de fecunda sabiduría, humilde por tradición y perseverante en sus propósitos que lo han llevado a escalar rápidamente los peldaños en la jerarquía eclesiástica y que no dudamos que seguirá cosechando triunfos, siempre de la mano y acompañado del Señor, hasta llegar a ser Cardenal y si es así, de pronto también llegue a la más alta dignidad, porque para ser Papa, primero hay que ser Cardenal, es decir que si no compras el billete nunca podrás ganarte la lotería. O me van a decir ustedes que el Papa Francisco cuando comenzó su carrera sacerdotal no pensó nunca que llegaría a donde está hoy. Nadie sabe, sólo Dios que ha sido su aliado, pero Pablo y Francisco se parecen bastante, yo no sé en qué, será en su bondad, en su humildad, en su sabiduría o en su chabacanería, pero de que tienen algo en común, lo tienen y sólo Dios, repito, sabe hasta dónde llegará.

Padre Pablo, los vallenatos estamos de fiesta con su alta designación y todavía más de tenerlo en Barranquilla, la capital del Caribe, la Puerta de Oro de Colombia, en donde usted va a estar muy bien atendido haciendo lo que sabe hacer: servirle a su feligresía, los barranquilleros saben apreciar lo bueno y más si usted es hincha del Júnior como Francisco del San Lorenzo, allá iremos a saludarlo y preguntaremos por el padre Pablo, nada de su reverencia o excelencia y cuando su secretaria se lo diga, le conteste que ese es un vallenato que lo va a saludar y a llevarle arepas de queso o limpias, bollos de mazorca, almojábanas pacíficas y queso criollo acompañado de unos dominicos, plátanos serranos, yuca y malanga producidas en la tierra de sus ancestros, El Plan. Un abrazo.

 

Por José M. Aponte Martínez