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Columnista - 3 febrero, 2017

El o la mioncito

Cuando el departamento del Cesar era un manto alabastrino, como consecuencia de las miles de hectáreas sembradas de algodón, el oro blanco de eso hace ya más de medio siglo, en el mes de diciembre y pleno verano cuando comenzaba la recolección y se acababan las fumigaciones, azotaba a la población de recolectores algo que […]

Cuando el departamento del Cesar era un manto alabastrino, como consecuencia de las miles de hectáreas sembradas de algodón, el oro blanco de eso hace ya más de medio siglo, en el mes de diciembre y pleno verano cuando comenzaba la recolección y se acababan las fumigaciones, azotaba a la población de recolectores algo que no sabíamos si era un insecto o u otra cosa, que lo llamaban El Mioncito porque su orín les producía una afección cutánea, como un herpes con rasquiña y dolores muy fuertes; se curaban con ACPM o gasolina unos, con orines especialmente de señoritas que era escaso, otros, algunos con Vick o Mentolín, con barro mojao y hasta con emplastos de borra de café y ninguno iba al médico porque no les daba la gana, ya que ganaban bastante, pero preferían pasárselo por la garganta y por la bragueta en los innumerables burdeles que existían aquí en el Valle, Las Piedras y El Cielo de Luz, zona de tolerancia que cubría buena parte del barrio Obrero, en La Paz, La Embajada, La Loma en El Copey, Pénjamo en Villanueva y el más importante de todos, La Curva en Codazzi, a donde llegaban por camionadas y vías aéreas las más bellas meretrices de Pereira, Manizales, Cali y de todas partes, pero siempre decían que de esas ciudades.

Ahora, de nuevo apareció El Mioncito, pero con nombre sofisticado: el paederus irritans, de variados colores que parece cualquier vaina pero volantona, como la Palomita de Calixto, que tanto me gusta y que por desgracia le “picó” a mi nieto José Manuel aquí en el Valle y a mi hijo Ché o Macoquito en Barranquilla y ahí fue troya: medicinas, curaciones, prohibiciones, incapacidades y cuidados post enfermedad severos.

Según el concepto del famoso médico Pedro Rodríguez, lo mejor para secar “El Latigazo”, que es la forma de la quemadura, es el mercholate blanco, pero varias personas afectadas me han dicho que la tapa es un producto veterinario que receta, no se sí lo prepara como sus famosos vinos de tamaquita y corozo, el pariente Tirso Martínez, propietario del legendario Almacén Ganadero.

Muy buenos los comentarios de los columnistas de El Pilón este miércoles, Aquilino Cotes y sus ya famosos tíos Chiro y Nan, mi amigo Beto Herazo a quien supe que lo iban a exaltar a la categoría de General de la Policía, a Checho Guerra, Camilo Pinto y Carlos César Silva, éste último con su cruda y gráfica descripción política del Cesar y el pariente José Villazón Martínez. Los felicito a todos por sus acertados comentarios, pero me llama la atención y me pregunto cómo hizo Aquilino y sus Tíos para hablar con el Gobernador Franco Ovalle, pues yo tengo 13 meses de estar esperando una cita que le pedí en su despacho, porque yo no soy de esos que le hacen cacería a la entrada o salida de su casa.

Me alegra la avalancha de obras que anuncian para el Departamento y para esta ciudad, pero me extraña que por ninguna parte se hable de la magna y redentora obra de Los Besotes, con la cual todos estamos comprometidos, liderado por el señor Contralor General de la República, Edgardo Maya Villazón. Qué bueno sería que se comenzara arreglando la vía y terminando el puente del Capitanejo por donde transitan todos los días cientos de carros que ya comienzan a deteriorar el pavimento; sería una forma agradable de ir y conocer el lugar donde tarde o temprano esta obra será construida.

Columnista
3 febrero, 2017

El o la mioncito

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Cuando el departamento del Cesar era un manto alabastrino, como consecuencia de las miles de hectáreas sembradas de algodón, el oro blanco de eso hace ya más de medio siglo, en el mes de diciembre y pleno verano cuando comenzaba la recolección y se acababan las fumigaciones, azotaba a la población de recolectores algo que […]


Cuando el departamento del Cesar era un manto alabastrino, como consecuencia de las miles de hectáreas sembradas de algodón, el oro blanco de eso hace ya más de medio siglo, en el mes de diciembre y pleno verano cuando comenzaba la recolección y se acababan las fumigaciones, azotaba a la población de recolectores algo que no sabíamos si era un insecto o u otra cosa, que lo llamaban El Mioncito porque su orín les producía una afección cutánea, como un herpes con rasquiña y dolores muy fuertes; se curaban con ACPM o gasolina unos, con orines especialmente de señoritas que era escaso, otros, algunos con Vick o Mentolín, con barro mojao y hasta con emplastos de borra de café y ninguno iba al médico porque no les daba la gana, ya que ganaban bastante, pero preferían pasárselo por la garganta y por la bragueta en los innumerables burdeles que existían aquí en el Valle, Las Piedras y El Cielo de Luz, zona de tolerancia que cubría buena parte del barrio Obrero, en La Paz, La Embajada, La Loma en El Copey, Pénjamo en Villanueva y el más importante de todos, La Curva en Codazzi, a donde llegaban por camionadas y vías aéreas las más bellas meretrices de Pereira, Manizales, Cali y de todas partes, pero siempre decían que de esas ciudades.

Ahora, de nuevo apareció El Mioncito, pero con nombre sofisticado: el paederus irritans, de variados colores que parece cualquier vaina pero volantona, como la Palomita de Calixto, que tanto me gusta y que por desgracia le “picó” a mi nieto José Manuel aquí en el Valle y a mi hijo Ché o Macoquito en Barranquilla y ahí fue troya: medicinas, curaciones, prohibiciones, incapacidades y cuidados post enfermedad severos.

Según el concepto del famoso médico Pedro Rodríguez, lo mejor para secar “El Latigazo”, que es la forma de la quemadura, es el mercholate blanco, pero varias personas afectadas me han dicho que la tapa es un producto veterinario que receta, no se sí lo prepara como sus famosos vinos de tamaquita y corozo, el pariente Tirso Martínez, propietario del legendario Almacén Ganadero.

Muy buenos los comentarios de los columnistas de El Pilón este miércoles, Aquilino Cotes y sus ya famosos tíos Chiro y Nan, mi amigo Beto Herazo a quien supe que lo iban a exaltar a la categoría de General de la Policía, a Checho Guerra, Camilo Pinto y Carlos César Silva, éste último con su cruda y gráfica descripción política del Cesar y el pariente José Villazón Martínez. Los felicito a todos por sus acertados comentarios, pero me llama la atención y me pregunto cómo hizo Aquilino y sus Tíos para hablar con el Gobernador Franco Ovalle, pues yo tengo 13 meses de estar esperando una cita que le pedí en su despacho, porque yo no soy de esos que le hacen cacería a la entrada o salida de su casa.

Me alegra la avalancha de obras que anuncian para el Departamento y para esta ciudad, pero me extraña que por ninguna parte se hable de la magna y redentora obra de Los Besotes, con la cual todos estamos comprometidos, liderado por el señor Contralor General de la República, Edgardo Maya Villazón. Qué bueno sería que se comenzara arreglando la vía y terminando el puente del Capitanejo por donde transitan todos los días cientos de carros que ya comienzan a deteriorar el pavimento; sería una forma agradable de ir y conocer el lugar donde tarde o temprano esta obra será construida.