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Columnista - 13 febrero, 2016

El negrito del lirio rojo

Comenzando el año 1957 Orlando Nola Maestre, un cantautor nacido en Los Venados (Cesar) y crecido musicalmente en Caracolicito (Cesar), andaba con su guitarra acompañando a los Hermanos Jiménez de Pueblo Bello, quienes tenían un conjunto de cuerdas que serenateba y alegraba en los pueblos y veredas del entorno. Valencia de Jesús estaba de fiesta […]

Comenzando el año 1957 Orlando Nola Maestre, un cantautor nacido en Los Venados (Cesar) y crecido musicalmente en Caracolicito (Cesar), andaba con su guitarra acompañando a los Hermanos Jiménez de Pueblo Bello, quienes tenían un conjunto de cuerdas que serenateba y alegraba en los pueblos y veredas del entorno.

Valencia de Jesús estaba de fiesta y allí coincidieron estos en una parranda con un joven acordeonero que asombraba con su nota alegre y dulzona y por las originales melodías que tenían sus cantos, ocurrentes y llenos de gracia y sentimiento; se llamaba Calixto Ochoa, hermano menor de Juan y Rafael, reconocidos músicos del patio valenciano.

Una mutua admiración entre Nola y Calixto los llevo apalancar un viaje a Barranquilla en busca de las grabaciones que les permitieran darse a conocer más allá de la comarca provinciana. Solo tenían que salvar un pequeño obstáculo, plata para los pasajes, pues después de la fiesta queda el bolsillo liviano. Como mandado de Dios apareció el señor Rafael Ariza Noguera que se los llevó para su finca y después de dos días de parranda larga les facilitó el dinero para el anhelado viaje.

En Barranquilla lograron grabar algunos acetatos no comerciales, casi que artesanalmente en el negocio Grabaciones Amortegui; entre ellos recuerda Nola, ‘Lirio Rojo’, ‘La viuda alegre’ y ‘El plan de Sala’. Después de vivir esta primera experiencia fonográfica siguieron hasta San Jacinto (Bolívar) donde Buenaventura Maestre, acordeonero y hermano de Nola, había sentado reales desde varios años atrás.

Allí en la tierra de la hamaca después de varios días de parranda con los músicos sanjacinteros como Andrés Landero, Ramón Vargas, Joselito García y Toño Fernández, entre muchos, Nola Maestre decidió regresar a su tierra y Calixto ya fogueado entre adelantados en el arte musical se quedó unos meses merodeando por El Carmen de Bolívar y alegrando los corazones de las carmeras que inspiraron varios de sus cantos como ‘La bordona’ y ‘Se va el vallenato’. Sigue camino y al cruzar el portón sincelejano fue deslumbrado por hembras de sonrisas seductoras, fandangos, corralejas y gente sana, laboriosa y fiestera a la que les encantaba su acordeón, por eso no vaciló en quedarse allí para siempre, llegando entonces a enriquecer la historia festiva que tiene la plaza de Majagual .

Comenzando el año cincuenta y ocho buscando nuevos talentos musicales, llegaron a Sincelejo los Hermanos Roberto y Héctor De la Barrera, que en su sello disquero Ecos ya le habían grabado algunos temas a César Castro con el acordeón del plateño Santiago Vega y al sabanero Julio de la Ossa. Contactando a Calixto se lo llevaron para La Heroica y con la grabación de ‘Lirio Rojo’ y ‘La sobrina’, de mi compadre, se inicia la historia fonográfica de uno de los músicos más versátiles y prolíficos del Caribe Colombiano. ‘Lirio Rojo’ retumbó en las victrolas, picós y emisoras de la costa y Toño Fuentes, dueño de la disquera del mismo nombre le ordenó a su gente “búsqueme al negrito ese del Lirio Rojo y me lo traen aquí”.

Calixto acudió al llamado y al escuchar la oferta de Fuentes para que grabara con él, le explico que ya tenía un contrato firmado con los Hermanos De la Barrerá y al mostrárselo, Toño lo rompió y lo volvió añicos en sus narices diciéndole en tono amenazante: esto no vale un carajo! Ese par de sinvergüenzas son empleados míos y ese disco tuyo se grabó en mis estudios a espaldas mías, yo te voy a pagar el doble y sacando un nuevo contrato le ordenó firmar y Calixto medio confundido y falto de experiencia con su firma aceptó el contrato de exclusividad que por catorce años lo mantuvo amarrado en Fuentes hasta que Alfredo Gutiérrez, quien también tomó de aquel trago, logró llevárselo para Codiscos. Todos los músicos notables de nuestro folclor, en su momento también llevaron del bulto con esos leoninos contratos de exclusividad.

Columnista
13 febrero, 2016

El negrito del lirio rojo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Comenzando el año 1957 Orlando Nola Maestre, un cantautor nacido en Los Venados (Cesar) y crecido musicalmente en Caracolicito (Cesar), andaba con su guitarra acompañando a los Hermanos Jiménez de Pueblo Bello, quienes tenían un conjunto de cuerdas que serenateba y alegraba en los pueblos y veredas del entorno. Valencia de Jesús estaba de fiesta […]


Comenzando el año 1957 Orlando Nola Maestre, un cantautor nacido en Los Venados (Cesar) y crecido musicalmente en Caracolicito (Cesar), andaba con su guitarra acompañando a los Hermanos Jiménez de Pueblo Bello, quienes tenían un conjunto de cuerdas que serenateba y alegraba en los pueblos y veredas del entorno.

Valencia de Jesús estaba de fiesta y allí coincidieron estos en una parranda con un joven acordeonero que asombraba con su nota alegre y dulzona y por las originales melodías que tenían sus cantos, ocurrentes y llenos de gracia y sentimiento; se llamaba Calixto Ochoa, hermano menor de Juan y Rafael, reconocidos músicos del patio valenciano.

Una mutua admiración entre Nola y Calixto los llevo apalancar un viaje a Barranquilla en busca de las grabaciones que les permitieran darse a conocer más allá de la comarca provinciana. Solo tenían que salvar un pequeño obstáculo, plata para los pasajes, pues después de la fiesta queda el bolsillo liviano. Como mandado de Dios apareció el señor Rafael Ariza Noguera que se los llevó para su finca y después de dos días de parranda larga les facilitó el dinero para el anhelado viaje.

En Barranquilla lograron grabar algunos acetatos no comerciales, casi que artesanalmente en el negocio Grabaciones Amortegui; entre ellos recuerda Nola, ‘Lirio Rojo’, ‘La viuda alegre’ y ‘El plan de Sala’. Después de vivir esta primera experiencia fonográfica siguieron hasta San Jacinto (Bolívar) donde Buenaventura Maestre, acordeonero y hermano de Nola, había sentado reales desde varios años atrás.

Allí en la tierra de la hamaca después de varios días de parranda con los músicos sanjacinteros como Andrés Landero, Ramón Vargas, Joselito García y Toño Fernández, entre muchos, Nola Maestre decidió regresar a su tierra y Calixto ya fogueado entre adelantados en el arte musical se quedó unos meses merodeando por El Carmen de Bolívar y alegrando los corazones de las carmeras que inspiraron varios de sus cantos como ‘La bordona’ y ‘Se va el vallenato’. Sigue camino y al cruzar el portón sincelejano fue deslumbrado por hembras de sonrisas seductoras, fandangos, corralejas y gente sana, laboriosa y fiestera a la que les encantaba su acordeón, por eso no vaciló en quedarse allí para siempre, llegando entonces a enriquecer la historia festiva que tiene la plaza de Majagual .

Comenzando el año cincuenta y ocho buscando nuevos talentos musicales, llegaron a Sincelejo los Hermanos Roberto y Héctor De la Barrera, que en su sello disquero Ecos ya le habían grabado algunos temas a César Castro con el acordeón del plateño Santiago Vega y al sabanero Julio de la Ossa. Contactando a Calixto se lo llevaron para La Heroica y con la grabación de ‘Lirio Rojo’ y ‘La sobrina’, de mi compadre, se inicia la historia fonográfica de uno de los músicos más versátiles y prolíficos del Caribe Colombiano. ‘Lirio Rojo’ retumbó en las victrolas, picós y emisoras de la costa y Toño Fuentes, dueño de la disquera del mismo nombre le ordenó a su gente “búsqueme al negrito ese del Lirio Rojo y me lo traen aquí”.

Calixto acudió al llamado y al escuchar la oferta de Fuentes para que grabara con él, le explico que ya tenía un contrato firmado con los Hermanos De la Barrerá y al mostrárselo, Toño lo rompió y lo volvió añicos en sus narices diciéndole en tono amenazante: esto no vale un carajo! Ese par de sinvergüenzas son empleados míos y ese disco tuyo se grabó en mis estudios a espaldas mías, yo te voy a pagar el doble y sacando un nuevo contrato le ordenó firmar y Calixto medio confundido y falto de experiencia con su firma aceptó el contrato de exclusividad que por catorce años lo mantuvo amarrado en Fuentes hasta que Alfredo Gutiérrez, quien también tomó de aquel trago, logró llevárselo para Codiscos. Todos los músicos notables de nuestro folclor, en su momento también llevaron del bulto con esos leoninos contratos de exclusividad.