Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 4 noviembre, 2016

El camino

“Seguid en todo el camino que Yahvé vuestro Dios os ha trazado; así viviréis, seréis felices y prolongaréis vuestros días en la tierra de la que vais a tomar posesión”. Deuteronomio 5,33. Con mucha frecuencia leemos en la Biblia acerca del camino: El buen camino, el camino mandado por Dios, el camino trazado, el camino […]

“Seguid en todo el camino que Yahvé vuestro Dios os ha trazado; así viviréis, seréis felices y prolongaréis vuestros días en la tierra de la que vais a tomar posesión”. Deuteronomio 5,33.

Con mucha frecuencia leemos en la Biblia acerca del camino: El buen camino, el camino mandado por Dios, el camino trazado, el camino torcido, el mal camino que lleva a la perdición, personas que se apartan del camino, etc. En todos los casos, se hace referencia al camino de nuestra existencia, describiendo así el desarrollo de nuestra vida.

Pensando en nuestro camino, propongo reflexionar acerca del peregrinaje espiritual que estamos realizando y meditar si ese camino que hemos tomado nos está conduciendo hacia las metas y sueños que tenemos que alcanzar. Contrario a las encrucijadas del camino, donde varias vías se abren, propongo pensar no en varios caminos que se separan, sino en un solo camino. Así la clave estaría no en cual camino hemos escogido, sino en que sentido nos estamos moviendo en el camino en que ya estamos.

Si imaginamos la vida como un camino, solamente existirán dos sentidos y tres posibles posiciones: Avanzamos, retrocedemos o nos quedamos quietos, estáticos sin movernos.

Dependiendo de la dirección en la que nos movamos, encontraremos nuestro destino. Hacia delante tenemos una meta: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la plena madurez en Cristo”. Nuestro destino es reproducir la imagen de su Hijo.

En la dirección opuesta tenemos otro destino: La perdición. Perder todo rasgo de semejanza con Dios, quedando solos y a merced de nuestra propia naturaleza caída.

Amados amigos lectores, ¿Cómo nos movemos dentro de la línea de nuestra existencia? A través de actos individuales resultado de nuestras creencias que producen pensamientos, luego sentimientos y finalmente decisiones que se muestran en acciones. Así pues, todas nuestras decisiones nos llevan a estar más cerca de Cristo o nos alejan de él. Nuestra existencia es el cúmulo de hábitos y costumbres, resultado de nuestras decisiones, las cuales tienen el efecto espiritual de hacernos avanzar o retroceder hacia nuestra meta final.

Regularmente estamos en constante movimiento en el camino de la vida, nos movemos en uno u otro sentido. Por supuesto que siempre queda la tercera opción, la de permanecer inamovibles, quietos viendo la vida pasar; tal vez con ganas y deseos de avanzar, pero sin la firme decisión de iniciar. Esta sería la más triste de las situaciones de la vida, además que no faltaría quien quiera imponernos su propio ritmo.

Nuestro movimiento en el camino de la vida no se decide por las buenas intenciones y los bonitos mensajes que publiquemos en las redes, sino por la suma de decisiones que tomamos cada día, a cada paso de la vida; por la determinación que le imprimamos a cada avance y por la conciencia de poder regresar y devolvernos a corregir errores y faltas, despojándonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corriendo con paciencia la carrera que tenemos por delante.

Finalmente, Jesucristo mismo se nos presenta como “el camino, la verdad y la vida”. Él es la vía para llegar al Padre. No debería existir ninguna razón para vivir vidas alejadas o separadas de Dios; sobre aquel gran abismo que antes nos separaba de Dios, él mismo tendió un puente, el cual es Jesucristo, quien vino para darnos vida y vida en abundancia. No hay ninguna razón para seguir viviendo vidas planas y sin sentido, estáticos o retrocediendo, porque Dios nos ha redimido de todo efecto negativo de la vida y de la dureza del camino. Dios puede restaurar nuestra economía, nuestra salud y nuestra esperanza en un destino cierto y eterno.

Movámonos juntos hacia la madurez y el conocimiento de Dios. Avancemos y crezcamos en todo, en aquel que os amó y su vida dio por nuestra felicidad. Abrazos y bendiciones.

Columnista
4 noviembre, 2016

El camino

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Seguid en todo el camino que Yahvé vuestro Dios os ha trazado; así viviréis, seréis felices y prolongaréis vuestros días en la tierra de la que vais a tomar posesión”. Deuteronomio 5,33. Con mucha frecuencia leemos en la Biblia acerca del camino: El buen camino, el camino mandado por Dios, el camino trazado, el camino […]


“Seguid en todo el camino que Yahvé vuestro Dios os ha trazado; así viviréis, seréis felices y prolongaréis vuestros días en la tierra de la que vais a tomar posesión”. Deuteronomio 5,33.

Con mucha frecuencia leemos en la Biblia acerca del camino: El buen camino, el camino mandado por Dios, el camino trazado, el camino torcido, el mal camino que lleva a la perdición, personas que se apartan del camino, etc. En todos los casos, se hace referencia al camino de nuestra existencia, describiendo así el desarrollo de nuestra vida.

Pensando en nuestro camino, propongo reflexionar acerca del peregrinaje espiritual que estamos realizando y meditar si ese camino que hemos tomado nos está conduciendo hacia las metas y sueños que tenemos que alcanzar. Contrario a las encrucijadas del camino, donde varias vías se abren, propongo pensar no en varios caminos que se separan, sino en un solo camino. Así la clave estaría no en cual camino hemos escogido, sino en que sentido nos estamos moviendo en el camino en que ya estamos.

Si imaginamos la vida como un camino, solamente existirán dos sentidos y tres posibles posiciones: Avanzamos, retrocedemos o nos quedamos quietos, estáticos sin movernos.

Dependiendo de la dirección en la que nos movamos, encontraremos nuestro destino. Hacia delante tenemos una meta: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la plena madurez en Cristo”. Nuestro destino es reproducir la imagen de su Hijo.

En la dirección opuesta tenemos otro destino: La perdición. Perder todo rasgo de semejanza con Dios, quedando solos y a merced de nuestra propia naturaleza caída.

Amados amigos lectores, ¿Cómo nos movemos dentro de la línea de nuestra existencia? A través de actos individuales resultado de nuestras creencias que producen pensamientos, luego sentimientos y finalmente decisiones que se muestran en acciones. Así pues, todas nuestras decisiones nos llevan a estar más cerca de Cristo o nos alejan de él. Nuestra existencia es el cúmulo de hábitos y costumbres, resultado de nuestras decisiones, las cuales tienen el efecto espiritual de hacernos avanzar o retroceder hacia nuestra meta final.

Regularmente estamos en constante movimiento en el camino de la vida, nos movemos en uno u otro sentido. Por supuesto que siempre queda la tercera opción, la de permanecer inamovibles, quietos viendo la vida pasar; tal vez con ganas y deseos de avanzar, pero sin la firme decisión de iniciar. Esta sería la más triste de las situaciones de la vida, además que no faltaría quien quiera imponernos su propio ritmo.

Nuestro movimiento en el camino de la vida no se decide por las buenas intenciones y los bonitos mensajes que publiquemos en las redes, sino por la suma de decisiones que tomamos cada día, a cada paso de la vida; por la determinación que le imprimamos a cada avance y por la conciencia de poder regresar y devolvernos a corregir errores y faltas, despojándonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corriendo con paciencia la carrera que tenemos por delante.

Finalmente, Jesucristo mismo se nos presenta como “el camino, la verdad y la vida”. Él es la vía para llegar al Padre. No debería existir ninguna razón para vivir vidas alejadas o separadas de Dios; sobre aquel gran abismo que antes nos separaba de Dios, él mismo tendió un puente, el cual es Jesucristo, quien vino para darnos vida y vida en abundancia. No hay ninguna razón para seguir viviendo vidas planas y sin sentido, estáticos o retrocediendo, porque Dios nos ha redimido de todo efecto negativo de la vida y de la dureza del camino. Dios puede restaurar nuestra economía, nuestra salud y nuestra esperanza en un destino cierto y eterno.

Movámonos juntos hacia la madurez y el conocimiento de Dios. Avancemos y crezcamos en todo, en aquel que os amó y su vida dio por nuestra felicidad. Abrazos y bendiciones.