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Columnista - 13 septiembre, 2017

De pergaminos y huracanes

Pensamiento número uno. Regresó Melquíades a Macondo, vestido de blanco y trayendo consigo aquellos pergaminos, cifrados y escritos en un idioma extraño, que al leerlos parecen encíclicas cantadas. Ninguno de los Buendía pudo descubrir su contenido, pero el tiempo se ha cumplido y somos nosotros, sus descendientes, los elegidos para realizar la tarea. Esos viejos […]

Pensamiento número uno. Regresó Melquíades a Macondo, vestido de blanco y trayendo consigo aquellos pergaminos, cifrados y escritos en un idioma extraño, que al leerlos parecen encíclicas cantadas. Ninguno de los Buendía pudo descubrir su contenido, pero el tiempo se ha cumplido y somos nosotros, sus descendientes, los elegidos para realizar la tarea.

Esos viejos papeles nos hablan de víctimas amarradas a un árbol; otras que sirvieron de comida para hormigas y gusanos; para caimanes y peces de los ríos; para las aves de rapiña pero nunca para el olvido… Cuántas madres aún lloran a sus hijos; cuántas ansían el milagro de verlos entrar por la vieja puerta de madera, desvencijada y vencida, pero todavía en pie como sus esperanzas.

Melquíades ha regresado, y ahora podemos comprender el contenido de sus pergaminos que continúan hablando de segundas oportunidades, de justicia, verdad y perdón, de la ley del Amor. Su mensaje no es nuevo, sino que ha venido resonando en el corazón de unos pocos desde hace poco más de dos mil años cuando un judío levantó su voz contra el legalismo, la discriminación y la injusticia social, ganándose como premio la muerte en cruz.

En los papeles amarillentos de Melquíades está escrito el Evangelio, la Buena Nueva del Resucitado, que hace nueva todas las cosas, que restaura la dignidad perdida por la violencia, la intolerancia y el egoísmo.

Ahora, solo espero que la profecía se cumpla, que Macondo sea arrasado por un vendaval apocalíptico y que, como en el último libro de la Biblia, se instaure la sociedad del amor.

Pensamiento número dos. El sufrimiento es inevitable en la vida del ser humano. Hay sufrimientos que nos vienen por nuestra condición de seres sometidos a la naturaleza. Esta tiene sus propias reglas de juego y nosotros estamos sometidos a ellas, queramos o no. Las catástrofes naturales, las enfermedades o la muerte son un buen ejemplo.

Pero también, el sufrimiento puede ser ocasionado por la maldad, que a veces se anida en nuestros corazones, y se enquista tanto que da lugar a “estructuras opresoras e injustas” de las cuales todos, sin excepción, somos corresponsables.

Pero, ¿Qué sucede cuando ambas fuentes de sufrimiento se fusionan?

Es lo que ha sucedido con el Huracán Irma, el más terrible de los fenómenos naturales de su tipo desde 1980.
Con vientos de 290 km/h, la señora Irma superó el nivel 5 y arrasó con las Antillas. Las islas San Martín, Antigua o Barbuda son realmente pequeñas, a simple vista no aparecen en los mapas, y sufrieron el peor de los embates, al menos en cuanto al número de víctimas humanas se refiere. Paradójicamente, las cámaras de televisión y nuestra atención continúan enfocadas en EE.UU.

Por Carlos Liñán Pitre

Columnista
13 septiembre, 2017

De pergaminos y huracanes

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.

Pensamiento número uno. Regresó Melquíades a Macondo, vestido de blanco y trayendo consigo aquellos pergaminos, cifrados y escritos en un idioma extraño, que al leerlos parecen encíclicas cantadas. Ninguno de los Buendía pudo descubrir su contenido, pero el tiempo se ha cumplido y somos nosotros, sus descendientes, los elegidos para realizar la tarea. Esos viejos […]


Pensamiento número uno. Regresó Melquíades a Macondo, vestido de blanco y trayendo consigo aquellos pergaminos, cifrados y escritos en un idioma extraño, que al leerlos parecen encíclicas cantadas. Ninguno de los Buendía pudo descubrir su contenido, pero el tiempo se ha cumplido y somos nosotros, sus descendientes, los elegidos para realizar la tarea.

Esos viejos papeles nos hablan de víctimas amarradas a un árbol; otras que sirvieron de comida para hormigas y gusanos; para caimanes y peces de los ríos; para las aves de rapiña pero nunca para el olvido… Cuántas madres aún lloran a sus hijos; cuántas ansían el milagro de verlos entrar por la vieja puerta de madera, desvencijada y vencida, pero todavía en pie como sus esperanzas.

Melquíades ha regresado, y ahora podemos comprender el contenido de sus pergaminos que continúan hablando de segundas oportunidades, de justicia, verdad y perdón, de la ley del Amor. Su mensaje no es nuevo, sino que ha venido resonando en el corazón de unos pocos desde hace poco más de dos mil años cuando un judío levantó su voz contra el legalismo, la discriminación y la injusticia social, ganándose como premio la muerte en cruz.

En los papeles amarillentos de Melquíades está escrito el Evangelio, la Buena Nueva del Resucitado, que hace nueva todas las cosas, que restaura la dignidad perdida por la violencia, la intolerancia y el egoísmo.

Ahora, solo espero que la profecía se cumpla, que Macondo sea arrasado por un vendaval apocalíptico y que, como en el último libro de la Biblia, se instaure la sociedad del amor.

Pensamiento número dos. El sufrimiento es inevitable en la vida del ser humano. Hay sufrimientos que nos vienen por nuestra condición de seres sometidos a la naturaleza. Esta tiene sus propias reglas de juego y nosotros estamos sometidos a ellas, queramos o no. Las catástrofes naturales, las enfermedades o la muerte son un buen ejemplo.

Pero también, el sufrimiento puede ser ocasionado por la maldad, que a veces se anida en nuestros corazones, y se enquista tanto que da lugar a “estructuras opresoras e injustas” de las cuales todos, sin excepción, somos corresponsables.

Pero, ¿Qué sucede cuando ambas fuentes de sufrimiento se fusionan?

Es lo que ha sucedido con el Huracán Irma, el más terrible de los fenómenos naturales de su tipo desde 1980.
Con vientos de 290 km/h, la señora Irma superó el nivel 5 y arrasó con las Antillas. Las islas San Martín, Antigua o Barbuda son realmente pequeñas, a simple vista no aparecen en los mapas, y sufrieron el peor de los embates, al menos en cuanto al número de víctimas humanas se refiere. Paradójicamente, las cámaras de televisión y nuestra atención continúan enfocadas en EE.UU.

Por Carlos Liñán Pitre