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Columnista - 28 agosto, 2016

“Danos hoy nuestro pan de cada día”

Si bien es cierto que “no sólo de pan vive el hombre”, no es menos cierto que es imposible vivir sin pan. Por eso en la oración pedimos a Dios: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Una de las acusaciones más frecuentes que se hace al cristianismo es que, olvidándose de las realidades terrenales, […]

Si bien es cierto que “no sólo de pan vive el hombre”, no es menos cierto que es imposible vivir sin pan. Por eso en la oración pedimos a Dios: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Una de las acusaciones más frecuentes que se hace al cristianismo es que, olvidándose de las realidades terrenales, conduce a sus adeptos a fijar los ojos, deseos y esfuerzos exclusivamente en una realidad ultraterrena llamada “cielo”. Esta acusación no carece de fundamento, aunque resulte curioso que, en ocasiones, quienes más predican y exhortan a preocuparse por los bienes celestiales, sean los más preocupados por asegurar su futuro en la tierra.

“Danos hoy nuestro pan de cada día”. Jesús sabe bien cuáles son las debilidades humanas, porque él mismo las experimentó al hacerse hombre. Sabe por experiencia que la falta de pan, o para que suene más a economía, la frecuente lucha para hacer que “los escasos recursos satisfagan las necesidades”, es uno de los grandes dolores de cabeza de la humanidad. Él mismo experimentó hambre en el desierto y deseó convertir las piedras en pan, él multiplicó los panes y los peces para dar de comer a la hambrienta multitud, él nos enseñó a elevar los ojos al cielo y a pedir a nuestro Padre: “Danos hoy nuestro pan de cada día”.

Hay que notar, sin embargo, el profundo sentido de esta petición. Jesús sabe también que, con frecuencia, el exceso de bienes propicia en el hombre el olvido de Dios; por eso no nos enseñó a pedir abundancia sino sólo lo necesario (el pan de cada día). Se trata de una forma de conducirnos a la confianza en Dios, que provee para nosotros, de la misma manera que, en el desierto, el pueblo de Israel recibía el maná en la medida suficiente y exclusiva para satisfacer sus necesidades diarias. Cuando tenemos todo asegurado es más latente la tentación a pensar que todo depende de nosotros y no de Dios. En otro lugar la Sagrada Escritura expresa esta realidad con la bella frase sapiencial: “No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan cada día”.

Nadie piense que el pan de cada día le va a caer del cielo simplemente porque se lo pidió a Dios. Ese Dios a quien oramos nos ha dotado de capacidades para trabajar y buscar lo que necesitamos. La pereza y falta de diligencia no pueden ser justificadas con la fe, aunque junto con la violencia y otras cosas más lo hayan sido en algunas ocasiones.

Finalmente, es preciso mencionar que, en la oración del Señor, no sólo pedimos el alimento material, sino también el alimento no perecedero: la Palabra y voluntad de nuestro Dios, la Eucaristía y todos aquellos dones que hacen más robusta nuestra fe.

Post Scriptum: La paz exige sacrificios, he pensado mucho acerca de esto, y si el “cese” definitivo de esta guerra en Colombia implica que tenga que ver a secuestradores, asesinos, narcotraficantes y criminales en posiciones y papeles de honorables ciudadanos, estoy dispuesto a ello, aunque para mí sigan siendo lo que son. Ahora bien, todos tenemos derecho a segundas oportunidades, ojalá el deseo de cambio sea sincero y no mero oportunismo. Aclaro: los crímenes y delitos son los mismos, sin importar el color de bandera de quienes los cometan (ni siquiera el amarillo, azul y rojo). Mi intransigencia es para con todos. Feliz domingo.

Columnista
28 agosto, 2016

“Danos hoy nuestro pan de cada día”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Marlon Javier Domínguez

Si bien es cierto que “no sólo de pan vive el hombre”, no es menos cierto que es imposible vivir sin pan. Por eso en la oración pedimos a Dios: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Una de las acusaciones más frecuentes que se hace al cristianismo es que, olvidándose de las realidades terrenales, […]


Si bien es cierto que “no sólo de pan vive el hombre”, no es menos cierto que es imposible vivir sin pan. Por eso en la oración pedimos a Dios: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Una de las acusaciones más frecuentes que se hace al cristianismo es que, olvidándose de las realidades terrenales, conduce a sus adeptos a fijar los ojos, deseos y esfuerzos exclusivamente en una realidad ultraterrena llamada “cielo”. Esta acusación no carece de fundamento, aunque resulte curioso que, en ocasiones, quienes más predican y exhortan a preocuparse por los bienes celestiales, sean los más preocupados por asegurar su futuro en la tierra.

“Danos hoy nuestro pan de cada día”. Jesús sabe bien cuáles son las debilidades humanas, porque él mismo las experimentó al hacerse hombre. Sabe por experiencia que la falta de pan, o para que suene más a economía, la frecuente lucha para hacer que “los escasos recursos satisfagan las necesidades”, es uno de los grandes dolores de cabeza de la humanidad. Él mismo experimentó hambre en el desierto y deseó convertir las piedras en pan, él multiplicó los panes y los peces para dar de comer a la hambrienta multitud, él nos enseñó a elevar los ojos al cielo y a pedir a nuestro Padre: “Danos hoy nuestro pan de cada día”.

Hay que notar, sin embargo, el profundo sentido de esta petición. Jesús sabe también que, con frecuencia, el exceso de bienes propicia en el hombre el olvido de Dios; por eso no nos enseñó a pedir abundancia sino sólo lo necesario (el pan de cada día). Se trata de una forma de conducirnos a la confianza en Dios, que provee para nosotros, de la misma manera que, en el desierto, el pueblo de Israel recibía el maná en la medida suficiente y exclusiva para satisfacer sus necesidades diarias. Cuando tenemos todo asegurado es más latente la tentación a pensar que todo depende de nosotros y no de Dios. En otro lugar la Sagrada Escritura expresa esta realidad con la bella frase sapiencial: “No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan cada día”.

Nadie piense que el pan de cada día le va a caer del cielo simplemente porque se lo pidió a Dios. Ese Dios a quien oramos nos ha dotado de capacidades para trabajar y buscar lo que necesitamos. La pereza y falta de diligencia no pueden ser justificadas con la fe, aunque junto con la violencia y otras cosas más lo hayan sido en algunas ocasiones.

Finalmente, es preciso mencionar que, en la oración del Señor, no sólo pedimos el alimento material, sino también el alimento no perecedero: la Palabra y voluntad de nuestro Dios, la Eucaristía y todos aquellos dones que hacen más robusta nuestra fe.

Post Scriptum: La paz exige sacrificios, he pensado mucho acerca de esto, y si el “cese” definitivo de esta guerra en Colombia implica que tenga que ver a secuestradores, asesinos, narcotraficantes y criminales en posiciones y papeles de honorables ciudadanos, estoy dispuesto a ello, aunque para mí sigan siendo lo que son. Ahora bien, todos tenemos derecho a segundas oportunidades, ojalá el deseo de cambio sea sincero y no mero oportunismo. Aclaro: los crímenes y delitos son los mismos, sin importar el color de bandera de quienes los cometan (ni siquiera el amarillo, azul y rojo). Mi intransigencia es para con todos. Feliz domingo.