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Columnista - 2 diciembre, 2017

Croniquilla. Un poeta “mamagallista”

Nuestro país ha sido fértil en prosistas insignes y poetas de altas cumbres en todo el cauce de nuestra literatura. Las tertulias literarias nacidas un poco antes de la guerra de independencia marcaron hitos que honraron las inteligencias en estas disciplinas. Así El Círculo, tertulia de don Antonio Nariño y Casal, fue el laboratorio donde […]

Nuestro país ha sido fértil en prosistas insignes y poetas de altas cumbres en todo el cauce de nuestra literatura. Las tertulias literarias nacidas un poco antes de la guerra de independencia marcaron hitos que honraron las inteligencias en estas disciplinas. Así El Círculo, tertulia de don Antonio Nariño y Casal, fue el laboratorio donde se desmenuzaban las teorías de los enciclopedistas de la Revolución Francesa y de donde salió la hoja impresa a escondidas de los Derechos del Hombre, tachados entonces de subversivos por la administración de los gobiernos coloniales de España. Otra tertulia fue la sociedad Eutrapélica del cubano Manuel del Socorro Rodríguez de donde nació el primer periódico en nuestro solar patrio. También para ese tiempo funcionó la tertulia del Buen Gusto y después otras como El Mosaico, la Gruta de Zarathustra, la Gruta Simbólica, para la época de la Guerra de los Mil Días. Nos referimos en esta nota a El Mosaico, donde los mejores costumbristas tuvieron asiento allí, en la adormecida Santa Fe de 1860. La sátira política, la improvisación, el repentismo versificado, congregaba a una élite que disparaba al aire, entre brindis y risas, sus luces de bengalas en un ambiente de retozo ilustrado. Su nombre la tomó de una revista que nos traía la imagen de esa patria vieja. José María Vergara y Vergara, José Manuel Marroquín, Diego Fallón eran algunos de sus miembros, así como Ricardo Carrasquilla. Éste fue un famoso educador en Bogotá, fabuloso fabulista, quien con la ternura de un descomplicado estilo escribió en prosa y verso. Decía que la Ilíada de Homero el griego, se reducía a enseñarnos que: “Se robaron a una niña / y como era linda joya / hubo furibunda riña / y ardió la ciudad de Troya”.

Se cuenta que una noche, en medio de una bulliciosa reunión de la tertulia y cuando estaban a punto de sentarse a la mesa, sin hacerse anunciar se presentó a deshoras el doctor Murillo Toro, para ese tiempo Presidente de los Estados Unidos de Colombia. En esos instantes, copa en mano Carrasquilla decía algunas palabras de durísima crítica contra el gobierno y la persona del mandatario. Sorprendido in fraganti el poeta, sin turbarse por la apretada situación, varió con agilidad el rumbo de cuanto decía e inmediatamente alzó con más fuerza la voz y declamó de improviso: “Mi brindis es muy sencillo / aunque algunos somos godos / brindemos alegres todos / por el amigo Murillo”.

La risotada fue general… y hasta el Presidente se unió al coro de ella.

José María Rosales nos dice que en cierta ocasión un personaje, que no identifica, se creyó mal aludido en una satírica letrilla de Carrasquilla, y por eso lo desafió a muerte y le mandó los padrinos del duelo. Se presentaron éstos con fingido aire de gravedad ante el poeta con la novedad de notificarle el reto, pero éste les contestó: “Díganle a ese señor que no me bato en duelo por que tengo miedo”.

Pocos días después se encontró con el retador y lo saludó como si nada. Éste le dijo: “Es cierto que usted tiene miedo de batirse conmigo?”.

“Si señor – fue la respuesta – miedo de dejar viuda a mi mujer, huérfanos a mis hijos, de cometer un homicidio si yo lo mato a usted. De irme derecho al infierno si usted me mata a mi”.

El retador rió a carcajadas y dio un abrazo al poeta, con lo cual quedó saldada la enemistad.

Carrasquilla metía en sus coplas a personajes de la vida política y a muchos de ellos tiraba uno que otro fuetazo como ocurrió con un diputado de Cundinamarca, el coronel Peregrino Camargo, con fama de bruto pues tenía poquísimo alcance mental y un comportamiento desabrochado. El poeta se refirió a él, haciendo alusión al sillón con esterillas repujado de heno con que enjalman a las bestias de carga: “Cuentan que el diputado Peregrino / es una tan notable maravilla / que en nada se parece a los pollinos / pero se come la paja de la silla”.

Rodolfo Ortega Montero

Columnista
2 diciembre, 2017

Croniquilla. Un poeta “mamagallista”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodolfo Ortega Montero

Nuestro país ha sido fértil en prosistas insignes y poetas de altas cumbres en todo el cauce de nuestra literatura. Las tertulias literarias nacidas un poco antes de la guerra de independencia marcaron hitos que honraron las inteligencias en estas disciplinas. Así El Círculo, tertulia de don Antonio Nariño y Casal, fue el laboratorio donde […]


Nuestro país ha sido fértil en prosistas insignes y poetas de altas cumbres en todo el cauce de nuestra literatura. Las tertulias literarias nacidas un poco antes de la guerra de independencia marcaron hitos que honraron las inteligencias en estas disciplinas. Así El Círculo, tertulia de don Antonio Nariño y Casal, fue el laboratorio donde se desmenuzaban las teorías de los enciclopedistas de la Revolución Francesa y de donde salió la hoja impresa a escondidas de los Derechos del Hombre, tachados entonces de subversivos por la administración de los gobiernos coloniales de España. Otra tertulia fue la sociedad Eutrapélica del cubano Manuel del Socorro Rodríguez de donde nació el primer periódico en nuestro solar patrio. También para ese tiempo funcionó la tertulia del Buen Gusto y después otras como El Mosaico, la Gruta de Zarathustra, la Gruta Simbólica, para la época de la Guerra de los Mil Días. Nos referimos en esta nota a El Mosaico, donde los mejores costumbristas tuvieron asiento allí, en la adormecida Santa Fe de 1860. La sátira política, la improvisación, el repentismo versificado, congregaba a una élite que disparaba al aire, entre brindis y risas, sus luces de bengalas en un ambiente de retozo ilustrado. Su nombre la tomó de una revista que nos traía la imagen de esa patria vieja. José María Vergara y Vergara, José Manuel Marroquín, Diego Fallón eran algunos de sus miembros, así como Ricardo Carrasquilla. Éste fue un famoso educador en Bogotá, fabuloso fabulista, quien con la ternura de un descomplicado estilo escribió en prosa y verso. Decía que la Ilíada de Homero el griego, se reducía a enseñarnos que: “Se robaron a una niña / y como era linda joya / hubo furibunda riña / y ardió la ciudad de Troya”.

Se cuenta que una noche, en medio de una bulliciosa reunión de la tertulia y cuando estaban a punto de sentarse a la mesa, sin hacerse anunciar se presentó a deshoras el doctor Murillo Toro, para ese tiempo Presidente de los Estados Unidos de Colombia. En esos instantes, copa en mano Carrasquilla decía algunas palabras de durísima crítica contra el gobierno y la persona del mandatario. Sorprendido in fraganti el poeta, sin turbarse por la apretada situación, varió con agilidad el rumbo de cuanto decía e inmediatamente alzó con más fuerza la voz y declamó de improviso: “Mi brindis es muy sencillo / aunque algunos somos godos / brindemos alegres todos / por el amigo Murillo”.

La risotada fue general… y hasta el Presidente se unió al coro de ella.

José María Rosales nos dice que en cierta ocasión un personaje, que no identifica, se creyó mal aludido en una satírica letrilla de Carrasquilla, y por eso lo desafió a muerte y le mandó los padrinos del duelo. Se presentaron éstos con fingido aire de gravedad ante el poeta con la novedad de notificarle el reto, pero éste les contestó: “Díganle a ese señor que no me bato en duelo por que tengo miedo”.

Pocos días después se encontró con el retador y lo saludó como si nada. Éste le dijo: “Es cierto que usted tiene miedo de batirse conmigo?”.

“Si señor – fue la respuesta – miedo de dejar viuda a mi mujer, huérfanos a mis hijos, de cometer un homicidio si yo lo mato a usted. De irme derecho al infierno si usted me mata a mi”.

El retador rió a carcajadas y dio un abrazo al poeta, con lo cual quedó saldada la enemistad.

Carrasquilla metía en sus coplas a personajes de la vida política y a muchos de ellos tiraba uno que otro fuetazo como ocurrió con un diputado de Cundinamarca, el coronel Peregrino Camargo, con fama de bruto pues tenía poquísimo alcance mental y un comportamiento desabrochado. El poeta se refirió a él, haciendo alusión al sillón con esterillas repujado de heno con que enjalman a las bestias de carga: “Cuentan que el diputado Peregrino / es una tan notable maravilla / que en nada se parece a los pollinos / pero se come la paja de la silla”.

Rodolfo Ortega Montero