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Columnista - 17 julio, 2017

Crece, crece el odio…

‘¡Rufián de barrio!’ Todavía se recuerda con claridad esa turbia frase lanzada por un alto político colombiano a otro político colombiano, los dos de alta “dignidad”. Hubo un gran revuelo en los medios políticos, en los medios informativos y en la opinión pública. Es común en nuestro país oír insultos, vituperios, ofensas no solo entre […]

‘¡Rufián de barrio!’ Todavía se recuerda con claridad esa turbia frase lanzada por un alto político colombiano a otro político colombiano, los dos de alta “dignidad”. Hubo un gran revuelo en los medios políticos, en los medios informativos y en la opinión pública. Es común en nuestro país oír insultos, vituperios, ofensas no solo entre políticos, periodistas, figuras públicas, también en niveles anónimos, porque Colombia es un país de odios. Duele decirlo, pero cada vez crece más la inquina de unos contra otros.

Parafraseando a Jorge Zalamea Borda y Su sueño de las escalinatas, crece, crece el odio…, hay silbos de palabras ardientes. Se habla de polarización, es simplemente odio generalizado que carcome como un cáncer el cuerpo de la patria, que agoniza por la peor enfermedad que la habita: el odio soterrado, el odio publicado, el odio planificado, el odio escrito, el odio vociferado, odio que viene de la envidia, odio en una carrera por obtener el poder, odio y más odio de todos los matices, odio de los desadaptados, de los obnubilados por el dinero, odio… sí, odio.

Esta situación no es de ahora, los colombianos, en su gran mayoría, viven del odio. Antes se sentía en los barrios, en las comunas, en los pueblos y ciudades, en los discursos grandilocuentes que disfrazaban los insultos con eufemismos rebuscados; la historia está cargada de ellos, cuando el Parlamento temblaba con la sapiencia de los oradores que sabían, con elegancia, inocular un aguijón de odio contra los de los partidos contrarios a los de ellos.

Políticos contra políticos, periodistas contra periodistas, periodistas contra políticos y lo contrario, corruptos contra los más corruptos. Repito, eso no es de ahora, lo que pasa es que ahora existen las redes sociales cargadas de ofensas, desaforadas; los periódicos, la radio, la televisión, todos desenfrenados, es como una competencia de quien ofende más y mejor.

Acaba de ocurrir un incidente entre un periodista que hace gala de su humor para meterse con Dios y con el diablo, y un expresidente que le responde con más dureza; por mi condición de periodista no voy a rasgarme las vestiduras apoyando al colega humorista ni tampoco a defender al político, ambos se enfrentan y seguirán lanzándose dardos ardientes. Lo que duele es que no les duele el país, que no hacen un ratico de silencio para meditar en que con ese poder que tienen pueden hacer tanto por la patria herida. Todo lo contrario, crece, crece el odio…”. ¡Nombrarlos, enumerarlos! Cada nombre será una nueva brasa y cada número otra ira…”, dice Zalamea.

El país crepita, hay lenguas de fuego por todos lados, alimentadas con palabras urticantes, ardorosas y el fuego no se apagará, es la condición humana puesta de relieve en su más despreciable bajeza: el odio.

NOTICA LUCTOSA: ¡Qué pesar me ha dejado la muerte del amigo Gustavo Cotes Medina, tantos recuerdos y tantas anécdotas! Hombre probo en todas las actuaciones de su vida. Un abrazo de solidaridad a Tina, Mayra, a sus hijas, amigas de mis hijas, a toda su familia.

Columnista
17 julio, 2017

Crece, crece el odio…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

‘¡Rufián de barrio!’ Todavía se recuerda con claridad esa turbia frase lanzada por un alto político colombiano a otro político colombiano, los dos de alta “dignidad”. Hubo un gran revuelo en los medios políticos, en los medios informativos y en la opinión pública. Es común en nuestro país oír insultos, vituperios, ofensas no solo entre […]


‘¡Rufián de barrio!’ Todavía se recuerda con claridad esa turbia frase lanzada por un alto político colombiano a otro político colombiano, los dos de alta “dignidad”. Hubo un gran revuelo en los medios políticos, en los medios informativos y en la opinión pública. Es común en nuestro país oír insultos, vituperios, ofensas no solo entre políticos, periodistas, figuras públicas, también en niveles anónimos, porque Colombia es un país de odios. Duele decirlo, pero cada vez crece más la inquina de unos contra otros.

Parafraseando a Jorge Zalamea Borda y Su sueño de las escalinatas, crece, crece el odio…, hay silbos de palabras ardientes. Se habla de polarización, es simplemente odio generalizado que carcome como un cáncer el cuerpo de la patria, que agoniza por la peor enfermedad que la habita: el odio soterrado, el odio publicado, el odio planificado, el odio escrito, el odio vociferado, odio que viene de la envidia, odio en una carrera por obtener el poder, odio y más odio de todos los matices, odio de los desadaptados, de los obnubilados por el dinero, odio… sí, odio.

Esta situación no es de ahora, los colombianos, en su gran mayoría, viven del odio. Antes se sentía en los barrios, en las comunas, en los pueblos y ciudades, en los discursos grandilocuentes que disfrazaban los insultos con eufemismos rebuscados; la historia está cargada de ellos, cuando el Parlamento temblaba con la sapiencia de los oradores que sabían, con elegancia, inocular un aguijón de odio contra los de los partidos contrarios a los de ellos.

Políticos contra políticos, periodistas contra periodistas, periodistas contra políticos y lo contrario, corruptos contra los más corruptos. Repito, eso no es de ahora, lo que pasa es que ahora existen las redes sociales cargadas de ofensas, desaforadas; los periódicos, la radio, la televisión, todos desenfrenados, es como una competencia de quien ofende más y mejor.

Acaba de ocurrir un incidente entre un periodista que hace gala de su humor para meterse con Dios y con el diablo, y un expresidente que le responde con más dureza; por mi condición de periodista no voy a rasgarme las vestiduras apoyando al colega humorista ni tampoco a defender al político, ambos se enfrentan y seguirán lanzándose dardos ardientes. Lo que duele es que no les duele el país, que no hacen un ratico de silencio para meditar en que con ese poder que tienen pueden hacer tanto por la patria herida. Todo lo contrario, crece, crece el odio…”. ¡Nombrarlos, enumerarlos! Cada nombre será una nueva brasa y cada número otra ira…”, dice Zalamea.

El país crepita, hay lenguas de fuego por todos lados, alimentadas con palabras urticantes, ardorosas y el fuego no se apagará, es la condición humana puesta de relieve en su más despreciable bajeza: el odio.

NOTICA LUCTOSA: ¡Qué pesar me ha dejado la muerte del amigo Gustavo Cotes Medina, tantos recuerdos y tantas anécdotas! Hombre probo en todas las actuaciones de su vida. Un abrazo de solidaridad a Tina, Mayra, a sus hijas, amigas de mis hijas, a toda su familia.