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Columnista - 22 junio, 2017

Cesar y Valledupar en manos de la delincuencia

El crimen se apoderó del Cesar y de Valledupar; ya nadie está seguro, el hampa se tomó la ciudadanía; ya ningún acto criminal nos sorprende, cada persona tiene algo de contar: un atraco en la calle, en la casa, en un consultorio, en una fiesta, en un velorio; o un herido o muerto. Todo esto […]

El crimen se apoderó del Cesar y de Valledupar; ya nadie está seguro, el hampa se tomó la ciudadanía; ya ningún acto criminal nos sorprende, cada persona tiene algo de contar: un atraco en la calle, en la casa, en un consultorio, en una fiesta, en un velorio; o un herido o muerto. Todo esto ocurre ante la mirada indiferente de autoridades y cuerpos policiales; no hay quien garantice la tranquilidad. Raro es el día en que no cae asesinada una persona en Valledupar.

El día doce de este mes, este periódico publicó cifras de cómo ha evolucionado el crimen en el Cesar y Valledupar entre enero y mayo de 2016 y 2017. Aquí se muestra cómo en el caribe colombiano, es el Cesar y el archipiélago de san Andrés, donde más ha crecido el número de homicidios, 50 % en cada región. Igual ocurrió en Valledupar dónde el incremento fue del 25 %, seguido por Sincelejo con 13%. Las demás capitales caribes bajaron este indicador, en tasas muy apreciables.

Para muchos, quizás, esta información pasó desapercibida, acostumbrados como estamos a transitar dentro de las malas noticias. Cuando uno mira las tasas de homicidios del Caribe, datadas en 2013, vemos que la del Cesar fue de 25.2 por cien mil habitantes, la segunda más alta después del Magdalena; en cambio, Valledupar en esas calendas, registró una tasa de homicidios de 24.47, la más baja después de Riohacha. ¿Cómo se explican estos incrementos en las tasas de homicidios si Colombia, entre 2002 y 2013 ha bajado este indicador, en promedio, 7 % anual? Sin embargo, Colombia triplica los indicadores mundiales sobre homicidios y es explicable por estar inmersa en varias guerras.

En 2016 nuestra tasa de homicidios registró 33 por cien mil habitantes. Aquí tenemos 13 de las 150 ciudades más violentas del mundo. Unos ejemplos para envidiar son los de Quito con 4.2, Lima con 6.0, Ciudad de México con 10.7 y Sao Paulo con 5.5. Para el caso nuestro lo importante es averiguar por qué nos está sucediendo esto. No tenemos el cáncer de la minería ilegal que genera sus propias mafias; la confrontación Farc vs. Ejército y falsos positivos parecen cosa del pasado; por las personas que han muerto no parece que predominara el ajuste de cuentas; tampoco estas vivencias hacen parte de la vallenatía, la convivencia y la hospitalidad de antaño. Toca mirar otras hipótesis que podrían explicar la generación de este fenómeno que no hace parte de nuestra cultura. Sabido es que no existe efecto sin causa.

Hace algunos años para emprender acciones tan profesionales e intrépidas como las que a diario vemos en nuestra capital y el resto del Cesar, a los forajidos los traían de otras partes. Ahora viven aquí, son varios grupos profesionales que asestan golpes en cualquier parte de la ciudad y a cualquier hora. Se conocen bien la ciudad y parece que tuvieran redes de información para elegir a sus clientes. En Valledupar existen lugares donde exigen peaje para entrar. ¿Ignoran esto las autoridades? ¿Por qué viven aquí y no en otra parte? Las respuestas pueden ser muchas: falta de diagnóstico claro por parte de las autoridades de los problemas regionales y locales; permisibilidad y falta de eficacia de los cuerpos de inteligencia del Estado; facilidades de permanencia por la oferta de casas gratis, buenos y baratos servicios públicos, a veces con muchas conexiones ilegales. ¿Viven el síndrome de Estocolmo mafias y policías? Los consejos de seguridad parecen ser calenturas de un día. Valdría la pena saber algunas cosas. ¿Qué planes específicos tienen las autoridades para disminuir la tasa de homicidios y atracos? En números porcentuales, ¿cuál es la eficacia de las investigaciones? ¿Cuántos han sido sancionados judicialmente?

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Columnista
22 junio, 2017

Cesar y Valledupar en manos de la delincuencia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

El crimen se apoderó del Cesar y de Valledupar; ya nadie está seguro, el hampa se tomó la ciudadanía; ya ningún acto criminal nos sorprende, cada persona tiene algo de contar: un atraco en la calle, en la casa, en un consultorio, en una fiesta, en un velorio; o un herido o muerto. Todo esto […]


El crimen se apoderó del Cesar y de Valledupar; ya nadie está seguro, el hampa se tomó la ciudadanía; ya ningún acto criminal nos sorprende, cada persona tiene algo de contar: un atraco en la calle, en la casa, en un consultorio, en una fiesta, en un velorio; o un herido o muerto. Todo esto ocurre ante la mirada indiferente de autoridades y cuerpos policiales; no hay quien garantice la tranquilidad. Raro es el día en que no cae asesinada una persona en Valledupar.

El día doce de este mes, este periódico publicó cifras de cómo ha evolucionado el crimen en el Cesar y Valledupar entre enero y mayo de 2016 y 2017. Aquí se muestra cómo en el caribe colombiano, es el Cesar y el archipiélago de san Andrés, donde más ha crecido el número de homicidios, 50 % en cada región. Igual ocurrió en Valledupar dónde el incremento fue del 25 %, seguido por Sincelejo con 13%. Las demás capitales caribes bajaron este indicador, en tasas muy apreciables.

Para muchos, quizás, esta información pasó desapercibida, acostumbrados como estamos a transitar dentro de las malas noticias. Cuando uno mira las tasas de homicidios del Caribe, datadas en 2013, vemos que la del Cesar fue de 25.2 por cien mil habitantes, la segunda más alta después del Magdalena; en cambio, Valledupar en esas calendas, registró una tasa de homicidios de 24.47, la más baja después de Riohacha. ¿Cómo se explican estos incrementos en las tasas de homicidios si Colombia, entre 2002 y 2013 ha bajado este indicador, en promedio, 7 % anual? Sin embargo, Colombia triplica los indicadores mundiales sobre homicidios y es explicable por estar inmersa en varias guerras.

En 2016 nuestra tasa de homicidios registró 33 por cien mil habitantes. Aquí tenemos 13 de las 150 ciudades más violentas del mundo. Unos ejemplos para envidiar son los de Quito con 4.2, Lima con 6.0, Ciudad de México con 10.7 y Sao Paulo con 5.5. Para el caso nuestro lo importante es averiguar por qué nos está sucediendo esto. No tenemos el cáncer de la minería ilegal que genera sus propias mafias; la confrontación Farc vs. Ejército y falsos positivos parecen cosa del pasado; por las personas que han muerto no parece que predominara el ajuste de cuentas; tampoco estas vivencias hacen parte de la vallenatía, la convivencia y la hospitalidad de antaño. Toca mirar otras hipótesis que podrían explicar la generación de este fenómeno que no hace parte de nuestra cultura. Sabido es que no existe efecto sin causa.

Hace algunos años para emprender acciones tan profesionales e intrépidas como las que a diario vemos en nuestra capital y el resto del Cesar, a los forajidos los traían de otras partes. Ahora viven aquí, son varios grupos profesionales que asestan golpes en cualquier parte de la ciudad y a cualquier hora. Se conocen bien la ciudad y parece que tuvieran redes de información para elegir a sus clientes. En Valledupar existen lugares donde exigen peaje para entrar. ¿Ignoran esto las autoridades? ¿Por qué viven aquí y no en otra parte? Las respuestas pueden ser muchas: falta de diagnóstico claro por parte de las autoridades de los problemas regionales y locales; permisibilidad y falta de eficacia de los cuerpos de inteligencia del Estado; facilidades de permanencia por la oferta de casas gratis, buenos y baratos servicios públicos, a veces con muchas conexiones ilegales. ¿Viven el síndrome de Estocolmo mafias y policías? Los consejos de seguridad parecen ser calenturas de un día. Valdría la pena saber algunas cosas. ¿Qué planes específicos tienen las autoridades para disminuir la tasa de homicidios y atracos? En números porcentuales, ¿cuál es la eficacia de las investigaciones? ¿Cuántos han sido sancionados judicialmente?

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