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Columnista - 22 marzo, 2018

Adiós, Stephen Hawking

Desde el principio de los tiempos el hombre ha mirado las estrellas, buscando en ellas, con fascinación, la explicación de lo que somos. Admirando las estrellas el hombre generó desde el principio una idea de lo pequeños que somos y de lo inmenso del vacío allá afuera. Más allá de las explicaciones metafísicas y los […]

Desde el principio de los tiempos el hombre ha mirado las estrellas, buscando en ellas, con fascinación, la explicación de lo que somos.

Admirando las estrellas el hombre generó desde el principio una idea de lo pequeños que somos y de lo inmenso del vacío allá afuera. Más allá de las explicaciones metafísicas y los temas espirituales, que considero de las concepciones más valiosas e íntimas del ser, el hombre ha querido también tener una explicación física de lo que pasa en el cosmos. Hemos querido siempre medir y tener una idea de cómo, en qué forma y por qué se mueve todo lo que se mueve aquí y en los cielos, a qué compás y a qué ritmo bailan las esferas celestes, cuál es el tamaño de lo que parece infinito.

Desde Demócrito, pasando por Aristóteles, Galileo, Newton, Euler, Faraday, hasta llegar a Einstein, Bohr y los grandes contemporáneos, las grandes mentes de la ciencia han buscado explicar lo finito de lo infinito, lo cuantificable de lo inconmensurable, instituyendo la Física como una de las más nobles y profundas de las ciencias puras.

Sin embargo, el saber de la física, salvo capas muy superficiales, siempre ha sido un conocimiento privativo, alejado de las mayorías y en manos de pocos estudiosos que han dedicado su vida a estudiar y a adentrarse en el conocimiento científico. Esta impenetrabilidad del saber científico se debe, si bien, a algún grado de complejidad en el mismo, a mi modo de ver se debe más a incorrectas pedagogías y didácticas que han fallado a la hora de acercar el interés y el apetito de las mentes por el saber físico; por la ciencia en general. Es aquí donde el mundo ha sufrido una pérdida irreparable con la muerte de Stephen Hawking.

Hawking hizo importantes investigaciones y grandes aportes referentes a la forma y el origen del universo, la expansión acelerada del espacio, la materia bariónica, la materia oscura, los agujeros negros; pero su contribución más valiosa al mundo fue haber desmenuzado de forma didáctica, sencilla y en momentos incluso divertida estos intrincados conceptos.

El gran aporte de Stephen Hawking, más que sus investigaciones, fue la pedagogía del simplificar de forma magistral la teoría de las singularidades espaciotemporales y el funcionamiento del universo para que todos pudiéramos comprenderlas al menos de forma superficial. Él y el gran Carl Sagan abrieron en el S. XX las puertas selladas del entendimiento del cosmos físico para que todos pudiéramos entender de qué está hecho y cómo funciona. Chao, profe. Gracias.

[email protected]

Columnista
22 marzo, 2018

Adiós, Stephen Hawking

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jose Gregorio Camargo Restrepo

Desde el principio de los tiempos el hombre ha mirado las estrellas, buscando en ellas, con fascinación, la explicación de lo que somos. Admirando las estrellas el hombre generó desde el principio una idea de lo pequeños que somos y de lo inmenso del vacío allá afuera. Más allá de las explicaciones metafísicas y los […]


Desde el principio de los tiempos el hombre ha mirado las estrellas, buscando en ellas, con fascinación, la explicación de lo que somos.

Admirando las estrellas el hombre generó desde el principio una idea de lo pequeños que somos y de lo inmenso del vacío allá afuera. Más allá de las explicaciones metafísicas y los temas espirituales, que considero de las concepciones más valiosas e íntimas del ser, el hombre ha querido también tener una explicación física de lo que pasa en el cosmos. Hemos querido siempre medir y tener una idea de cómo, en qué forma y por qué se mueve todo lo que se mueve aquí y en los cielos, a qué compás y a qué ritmo bailan las esferas celestes, cuál es el tamaño de lo que parece infinito.

Desde Demócrito, pasando por Aristóteles, Galileo, Newton, Euler, Faraday, hasta llegar a Einstein, Bohr y los grandes contemporáneos, las grandes mentes de la ciencia han buscado explicar lo finito de lo infinito, lo cuantificable de lo inconmensurable, instituyendo la Física como una de las más nobles y profundas de las ciencias puras.

Sin embargo, el saber de la física, salvo capas muy superficiales, siempre ha sido un conocimiento privativo, alejado de las mayorías y en manos de pocos estudiosos que han dedicado su vida a estudiar y a adentrarse en el conocimiento científico. Esta impenetrabilidad del saber científico se debe, si bien, a algún grado de complejidad en el mismo, a mi modo de ver se debe más a incorrectas pedagogías y didácticas que han fallado a la hora de acercar el interés y el apetito de las mentes por el saber físico; por la ciencia en general. Es aquí donde el mundo ha sufrido una pérdida irreparable con la muerte de Stephen Hawking.

Hawking hizo importantes investigaciones y grandes aportes referentes a la forma y el origen del universo, la expansión acelerada del espacio, la materia bariónica, la materia oscura, los agujeros negros; pero su contribución más valiosa al mundo fue haber desmenuzado de forma didáctica, sencilla y en momentos incluso divertida estos intrincados conceptos.

El gran aporte de Stephen Hawking, más que sus investigaciones, fue la pedagogía del simplificar de forma magistral la teoría de las singularidades espaciotemporales y el funcionamiento del universo para que todos pudiéramos comprenderlas al menos de forma superficial. Él y el gran Carl Sagan abrieron en el S. XX las puertas selladas del entendimiento del cosmos físico para que todos pudiéramos entender de qué está hecho y cómo funciona. Chao, profe. Gracias.

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