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Columnista - 22 marzo, 2017

A propósito de legisladores

No me voy a referir a los legisladores colombianos, que, como se sabe, han renunciado a sus funciones constitucionales independientes, absorbidos como están por el poder ejecutivo. Esto representa un punto de inflexión, dramático, para nuestra imperfecta democracia. Pienso, en cambio, en dos legisladores relevantes de la antigua Grecia, específicamente de las ciudades Atenas y […]

No me voy a referir a los legisladores colombianos, que, como se sabe, han renunciado a sus funciones constitucionales independientes, absorbidos como están por el poder ejecutivo. Esto representa un punto de inflexión, dramático, para nuestra imperfecta democracia.
Pienso, en cambio, en dos legisladores relevantes de la antigua Grecia, específicamente de las ciudades Atenas y Esparta, cuyas singularidades, respectivas, marcaron su destino histórico. Mi paso y mis vivencias por allí alguna vez, solazaron mi existencia y me confirmaron que la antigua Grecia siempre será un referente necesario de la cultura occidental.

Buena parte de la simiente étnica de Esparta provenía de los rudos invasores Dorios, que se asentaron en las montañas abruptas del Peloponeso, forjando habitantes austeros, adictos a la disciplina militar guerrera.

El talante espartano era aristocrático, colectivista, dedicado sobre todo a las labores de la guerra.

Los Aqueos, iniciaronse en la Jonia, actual Turquía, donde se experimentaron como filósofos, emigraron posteriormente a la región Ática, al centro de Grecia, de plácidas mesetas, coronadas hacia el norte por los míticos montes tutelares, el Olimpo, donde moraban los dioses, y el Parnaso, donde declamaban sus poetas. Dedicaron sus mentes al pensamiento filosófico, a la poesía, al teatro, a las variadas artes, a la reflexión política, a las ciencias naturales y exactas.

La idiosincrasia ateniense era democrática, individualista, interesada en las creaciones intelectuales, lo cual permitió un desarrollo cultural sorprendente.

Aquellas diversidades en los caracteres, tuvo su reflejo, en el caso de Esparta, en la célebre guerra del Peloponeso contra Atenas, espléndidamente narrada por el historiador Tucidides. También, en el coraje guerrero de aquellos 300 espartanos encabezados por Leonidas, muertos en el paso de las Termópilas, defendiendo la libertad de todos los griegos ante el poderoso enemigo persa.

Otra es la narrativa respecto de los atenienses, cuyas actividades discurrían inspiradas por las musas de sus poetas, por el genio de los autores trágicos, por la penetración profunda de sus filósofos, por el interés público de sus políticos, por los cálculos de sus matemáticos.
Pues bien, el espartano Licurgo y el ateniense Solón, desde luego Dracón, fueron los más representativos legisladores y gobernantes en aquellas diferenciadas culturas; pero sin embargo, unidas por el mismo espíritu del bien común.

Licurgo, personalidad más bien mítica. Pero la legislación que a él se le atribuye le dio a Esparta la particularidad de su milicia. Si quisiéramos resumir el espíritu de sus leyes tendríamos que decir que todo era por la Patria, hasta sacrificar la vida por ella.

Solón, personaje real, arconte y legislador de Atenas acusaba una legislación que le surgía de la fuerza de sus sabias sentencias. Por ejemplo: antes de gobernar a los demás es preciso aprender a gobernarse a sí mismo; la ley es el rey; cuando alguien le preguntó si había dado las mejores leyes a Atenas, respondió: de las que podían recibir; después de muchos años de arconte, quisieron hacerlo vitalicio, y habiéndolo rechazado afirmó que era un cargo de los que era imposible salir vivo.

NOTA: si visitas Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor.

Por Rodrigo López Barros

[email protected]

Columnista
22 marzo, 2017

A propósito de legisladores

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

No me voy a referir a los legisladores colombianos, que, como se sabe, han renunciado a sus funciones constitucionales independientes, absorbidos como están por el poder ejecutivo. Esto representa un punto de inflexión, dramático, para nuestra imperfecta democracia. Pienso, en cambio, en dos legisladores relevantes de la antigua Grecia, específicamente de las ciudades Atenas y […]


No me voy a referir a los legisladores colombianos, que, como se sabe, han renunciado a sus funciones constitucionales independientes, absorbidos como están por el poder ejecutivo. Esto representa un punto de inflexión, dramático, para nuestra imperfecta democracia.
Pienso, en cambio, en dos legisladores relevantes de la antigua Grecia, específicamente de las ciudades Atenas y Esparta, cuyas singularidades, respectivas, marcaron su destino histórico. Mi paso y mis vivencias por allí alguna vez, solazaron mi existencia y me confirmaron que la antigua Grecia siempre será un referente necesario de la cultura occidental.

Buena parte de la simiente étnica de Esparta provenía de los rudos invasores Dorios, que se asentaron en las montañas abruptas del Peloponeso, forjando habitantes austeros, adictos a la disciplina militar guerrera.

El talante espartano era aristocrático, colectivista, dedicado sobre todo a las labores de la guerra.

Los Aqueos, iniciaronse en la Jonia, actual Turquía, donde se experimentaron como filósofos, emigraron posteriormente a la región Ática, al centro de Grecia, de plácidas mesetas, coronadas hacia el norte por los míticos montes tutelares, el Olimpo, donde moraban los dioses, y el Parnaso, donde declamaban sus poetas. Dedicaron sus mentes al pensamiento filosófico, a la poesía, al teatro, a las variadas artes, a la reflexión política, a las ciencias naturales y exactas.

La idiosincrasia ateniense era democrática, individualista, interesada en las creaciones intelectuales, lo cual permitió un desarrollo cultural sorprendente.

Aquellas diversidades en los caracteres, tuvo su reflejo, en el caso de Esparta, en la célebre guerra del Peloponeso contra Atenas, espléndidamente narrada por el historiador Tucidides. También, en el coraje guerrero de aquellos 300 espartanos encabezados por Leonidas, muertos en el paso de las Termópilas, defendiendo la libertad de todos los griegos ante el poderoso enemigo persa.

Otra es la narrativa respecto de los atenienses, cuyas actividades discurrían inspiradas por las musas de sus poetas, por el genio de los autores trágicos, por la penetración profunda de sus filósofos, por el interés público de sus políticos, por los cálculos de sus matemáticos.
Pues bien, el espartano Licurgo y el ateniense Solón, desde luego Dracón, fueron los más representativos legisladores y gobernantes en aquellas diferenciadas culturas; pero sin embargo, unidas por el mismo espíritu del bien común.

Licurgo, personalidad más bien mítica. Pero la legislación que a él se le atribuye le dio a Esparta la particularidad de su milicia. Si quisiéramos resumir el espíritu de sus leyes tendríamos que decir que todo era por la Patria, hasta sacrificar la vida por ella.

Solón, personaje real, arconte y legislador de Atenas acusaba una legislación que le surgía de la fuerza de sus sabias sentencias. Por ejemplo: antes de gobernar a los demás es preciso aprender a gobernarse a sí mismo; la ley es el rey; cuando alguien le preguntó si había dado las mejores leyes a Atenas, respondió: de las que podían recibir; después de muchos años de arconte, quisieron hacerlo vitalicio, y habiéndolo rechazado afirmó que era un cargo de los que era imposible salir vivo.

NOTA: si visitas Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor.

Por Rodrigo López Barros

[email protected]