Un cartagenero, pinta sombreros paisas para convertirlos en obras de artes que resaltan el folclor vallenato. La alternativa artesanal lo ha llevado a desarrollar de forma original y auténtica, un trabajo que cada día tiene más adeptos.
El sombrero vueltiao siempre ha sido un elemento cultural que identifica a la Costa Caribe Colombiana. El origen de su elaboración se sitúa en Tuchín, municipio en las sabanas de Córdoba, que en temporada de ferias, fiestas y festivales de toda Colombia, incrementa su normal producción.
Hace algunos años, ese original sombrero hecho de caña flecha, alterna su postura con los populares sombreros paisas, originarios del departamento de Antioquia y que poco a poco han irrumpido en ferias y fiestas de manera significativa.
Un cartagenero que llegó hace siete años a la ciudad de los Santos Reyes, decidió ‘vallenatizar’ estos sombreros paisas y convertirlos en verdaderas obras de artes ambulantes que derrochan cultura vallenata a través de paisajes, personajes o elementos característicos del folclor vallenato.
Su nombre es Juan Carlos Ortiz, quien al lado de los maestros Arnaldo Aarón y Jhonny Santana aprendió el arte de pintar y decidió mostrar su talento de una forma distinta, dándole altura a sus pinturas, pero asequible a todo aquel que decidiera apostarle a portar uno de sus ya famosos sombreros.
Siempre le gustó pintar, pero nunca se interesó por hacerlo comercialmente, por eso cuando le surgió la idea de pintar sombreros blancos, lo hizo motivado por adornar algunos que le pertenecían, pero poco a poco la idea fue tomando forma y adeptos, lo que lo llevó a apostarle a una nueva forma de comercializarlos a un mejor precio.
El valor agregado de sus pinturas en esos sombreros, cogieron cada vez más fuerza y pronto, propios y turistas fueron adquiriendo e imponiendo una moda de sombreros típicos paisas pero muy vallenatos. Sintió desde ese entonces que las personas le daban un valor artístico importante a su trabajo y por eso lo adquirían a ‘ojo cerrado’, admirando su capacidad pictórica.
En los sombreros pinta de todo un poco, pero sin duda ha centrado su arte en resaltar la cultura vallenata, sus elementos musicales, personajes, paisajes característicos y sobre todo la naturaleza pintoresca que tanto enaltece al Cesar. Es cartagenero, pero siempre ha sentido una identificación por el folclor vallenato, lo que hace que en su trabajo resalte y promueva las expresiones artísticas y culturales de la ciudad que lo adoptó.
Las cayenas, los cañahuates, el pui y el roble, son árboles que los inspiran y por eso nunca pueden faltar en sus pinturas. También sobresalen la Sierra Nevada de Santa Marta y el río Guatapurí con sus elementos históricos como el puente Hurtado y la legendaria Sirena.
Los montajes de acordeones, la caja, la guacharaca, el propio sombrero vueltiao, y elementos culturales del folclor de la sabana, donde se resaltan gaitas y maracas, también le dan vida y a estos sombreros blancos que a través de pinturas coloridas en las manos de Juan Carlos, toman vida y e invitan a sumergirse en un viaje lleno de cultura a través de finas pinceladas.
Pinceladas que amerita un tiempo más largo para poder darle forma, textura, color y realce a un trabajo que se plasma en un algodón prensado en forma de fibra, que es de lo que están hechos los tradicionales sombreros paisas, aunque originalmente sean de palma de iraca.
El resultado de un solo sombrero, se logra en un día completo de trabajo y el resultado es asombroso; sea lo que sea que se quiera expresar en él, Juan Carlos lo convierte en una realidad que es el detalle perfecto cuando los nativos o turistas quieren regalar algo distinto, auténtico y original, pero que finalmente mezcla elementos artesanales de dos grandes culturas colombianas.
Por el largo tiempo de realización, la venta de estos coloridos y originales sombreros, resulta lenta y minuciosa. Para el Festival Vallenato este cartagenero con alma vallenata, vendió alrededor de 25 unidades, reflejando composiciones que ve en fotografías y que después son pintados a lápiz para darle finalmente el resultado que motiva a todo aquel que los ve a comprarlos.
Por Antonio Peralta Nieto
Un cartagenero, pinta sombreros paisas para convertirlos en obras de artes que resaltan el folclor vallenato. La alternativa artesanal lo ha llevado a desarrollar de forma original y auténtica, un trabajo que cada día tiene más adeptos.
El sombrero vueltiao siempre ha sido un elemento cultural que identifica a la Costa Caribe Colombiana. El origen de su elaboración se sitúa en Tuchín, municipio en las sabanas de Córdoba, que en temporada de ferias, fiestas y festivales de toda Colombia, incrementa su normal producción.
Hace algunos años, ese original sombrero hecho de caña flecha, alterna su postura con los populares sombreros paisas, originarios del departamento de Antioquia y que poco a poco han irrumpido en ferias y fiestas de manera significativa.
Un cartagenero que llegó hace siete años a la ciudad de los Santos Reyes, decidió ‘vallenatizar’ estos sombreros paisas y convertirlos en verdaderas obras de artes ambulantes que derrochan cultura vallenata a través de paisajes, personajes o elementos característicos del folclor vallenato.
Su nombre es Juan Carlos Ortiz, quien al lado de los maestros Arnaldo Aarón y Jhonny Santana aprendió el arte de pintar y decidió mostrar su talento de una forma distinta, dándole altura a sus pinturas, pero asequible a todo aquel que decidiera apostarle a portar uno de sus ya famosos sombreros.
Siempre le gustó pintar, pero nunca se interesó por hacerlo comercialmente, por eso cuando le surgió la idea de pintar sombreros blancos, lo hizo motivado por adornar algunos que le pertenecían, pero poco a poco la idea fue tomando forma y adeptos, lo que lo llevó a apostarle a una nueva forma de comercializarlos a un mejor precio.
El valor agregado de sus pinturas en esos sombreros, cogieron cada vez más fuerza y pronto, propios y turistas fueron adquiriendo e imponiendo una moda de sombreros típicos paisas pero muy vallenatos. Sintió desde ese entonces que las personas le daban un valor artístico importante a su trabajo y por eso lo adquirían a ‘ojo cerrado’, admirando su capacidad pictórica.
En los sombreros pinta de todo un poco, pero sin duda ha centrado su arte en resaltar la cultura vallenata, sus elementos musicales, personajes, paisajes característicos y sobre todo la naturaleza pintoresca que tanto enaltece al Cesar. Es cartagenero, pero siempre ha sentido una identificación por el folclor vallenato, lo que hace que en su trabajo resalte y promueva las expresiones artísticas y culturales de la ciudad que lo adoptó.
Las cayenas, los cañahuates, el pui y el roble, son árboles que los inspiran y por eso nunca pueden faltar en sus pinturas. También sobresalen la Sierra Nevada de Santa Marta y el río Guatapurí con sus elementos históricos como el puente Hurtado y la legendaria Sirena.
Los montajes de acordeones, la caja, la guacharaca, el propio sombrero vueltiao, y elementos culturales del folclor de la sabana, donde se resaltan gaitas y maracas, también le dan vida y a estos sombreros blancos que a través de pinturas coloridas en las manos de Juan Carlos, toman vida y e invitan a sumergirse en un viaje lleno de cultura a través de finas pinceladas.
Pinceladas que amerita un tiempo más largo para poder darle forma, textura, color y realce a un trabajo que se plasma en un algodón prensado en forma de fibra, que es de lo que están hechos los tradicionales sombreros paisas, aunque originalmente sean de palma de iraca.
El resultado de un solo sombrero, se logra en un día completo de trabajo y el resultado es asombroso; sea lo que sea que se quiera expresar en él, Juan Carlos lo convierte en una realidad que es el detalle perfecto cuando los nativos o turistas quieren regalar algo distinto, auténtico y original, pero que finalmente mezcla elementos artesanales de dos grandes culturas colombianas.
Por el largo tiempo de realización, la venta de estos coloridos y originales sombreros, resulta lenta y minuciosa. Para el Festival Vallenato este cartagenero con alma vallenata, vendió alrededor de 25 unidades, reflejando composiciones que ve en fotografías y que después son pintados a lápiz para darle finalmente el resultado que motiva a todo aquel que los ve a comprarlos.
Por Antonio Peralta Nieto