Miguel Antonio López Gutiérrez, el acordeonero que en el momento ideal supo moldear la voz del joven cantor Jorge Oñate para que lo acompañara en esa victoriosa travesía del folclor vallenato, habló con esa voz pausada y llena de fe contando lo que está viviendo desde su casa del barrio Las Flores en La Paz, Cesar.
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“Cada día elevo una plegaria a Dios por la salud de Jorge Oñate, el cantante, el paisano, el amigo, el compañero, pero más el hombre que hace parte de mi familia”.
Hizo una pequeña pausa y continuó: “El pasado cinco de enero Jorge Oñate vino a mi casa con su señora Nancy Zuleta a felicitarme por mi cumpleaños. Esa fue mucha emoción porque tenía más de nueve meses sin verlo. Recordamos esos tiempos difíciles que pasamos de pueblo en pueblo llevando nuestra música que fue clave para que hoy el vallenato esté donde está”.
Sobre esos episodios explicó: “Tiempos difíciles en todos los sentidos, principalmente por el desplazamiento por esos caminos. Después de un largo recorrido en un viejo bus llegábamos a esos pueblos llenos de polvo en las cejas, el cabello, en la ropa, y muchas veces sin podernos bañar para la presentación”.
El veterano de mil batallas con el acordeón al pecho, ahora líder de esa gran dinastía al lado del cajero, su hermano Pablo López, en pocas palabras resumió esos tiempos lejanos con ‘El Jilguero de América’.
“Desde el comienzo mi hermano Pablo y yo, después mi hijo Álvaro y toda la familia le abrimos nuestro corazón a Jorge para que con su talento ascendiera en la música vallenata. Eso nos satisface y por eso sigo orando a Dios, y pido a todos hacerlo para que se recupere y siga con su exitosa carrera musical. Él está vivo por la misericordia de Dios”, recalcó.
Siguió con el hilo conductor de la charla, conceptuando: “El día de mi cumpleaños le expresó a mi hijo Álvaro que quería volver a grabar con él. Eso lo celebramos con aplausos”.
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Después de ese momento placentero regresó a hablar de las oraciones: “Eso de Jorge me ha dado duro y no me canso de orar por él para que salga adelante con la ayuda de Dios y de los médicos”.
Con su cara seria, donde las sonrisas poco llegan, confesó: “Todas las noches antes de acostarme leo la Biblia y le pido a Dios por Jorge Oñate porque sin Dios no hay nada. Sin Dios es como tener el acordeón cerrado”.
Que explicación tan precisa donde la presencia de Dios es vital para emprender las diversas actividades del quehacer cotidiano.
AQUEL AÑO 1972
En el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1972, realizado del 27 al 30 de abril cuya final se llevó a cabo en el Estadio Chemesquemena, Miguel López se coronó como quinto rey vallenato, superando a Andrés Gregorio Landero Guerra y Julio Enrique de la Ossa Domínguez, quienes ocuparon el segundo y tercer lugar, respectivamente.
Para lograr esta gesta folclórica estuvo acompañado por el cajero, su hermano Pablo López Gutiérrez, y en la guacharaca y el canto por Jorge Oñate González.
Para la final seleccionaron las siguientes canciones: paseo ‘Que dolor’ (Luis Enrique Martínez), merengue ‘Dina López’ (Vicente ‘Chente’ Munive), son ‘La plata no es riqueza’ (Francisco ‘Pacho’ Rada) y la puya ‘La vieja Gabriela’ (Juan Muñoz).
El jurado que le correspondió la misión de elegir al nuevo soberano del acordeón estuvo integrado por Graciela Arango de Tobón, Lácides Daza y Gustavo Gutiérrez Cabello.
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Sobre ese anhelado triunfo Miguel López, dijo: “Jorge Oñate partió en dos la historia del Festival de la Leyenda Vallenata porque además de tocar la guacharaca, cantó. Muchos dicen que fui el rey Vallenato mudo, pero era que no podía desaprovechar esa ventaja”.
Entonces lo corroboró con una pregunta que enseguida respondió. “¿Con ese mampano para qué iba a dar a conocer mi voz?, no hacía falta”.
No dejó de hablar de esa primera corona para la dinastía López y declaró: “Diga que ese año mi hermano Pablo hizo en el aire puya el solo de caja, que se quedó para siempre”.
De igual manera, destacó el homenaje que se le tributó a la dinastía López en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 2015: “Eso fue bien bonito y no tenemos como agradecerle a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y a todo el pueblo”.
Repertorio de clásicos
Con los hermanos López, Jorge Oñate grabó nueve discos donde están compensados una gran cantidad de clásicos vallenatos que llenaron el pentagrama de alegría, quedando resaltados en letras de oro.
A Miguel López dentro del diálogo se le dio la misión de escoger cinco de las canciones grabadas con Jorge Oñate y dijo que eso era difícil, casi igual a los famosos ejercicios de aquella algebra de Baldor.
No obstante puso su memoria a dar una serie de vueltas, manifestando que fueron muchos clásicos grabados con Jorge Oñate. De todas maneras hizo el ejercicio y se quedó con: ‘Berta Caldera’ (Bienvenido Martínez), ‘Diciembre alegre’ (Emiro Zuleta), ‘Amor sensible’ y ‘Tiempos de la cometa’ (Fredy Molina) y ‘Mi gran amigo’ (Camilo Namén).
Causó risa cuando se le quedaron en la punta de la lengua varias canciones y pidió cinco más. Se le concedió la petición. ‘El cantor de Fonseca’, (Carlos Huertas), ‘No voy a Patillal’ (Armando Zabaleta), ‘La Loma’ (Samuel Martínez), ‘Dos rosas’ (Fredy Molina) y ‘Rosa jardinera’ (Idelfonso Ramírez).
Al explicarle que ya iban cinco, dijo: “Son tantas, son tantas, Dios santo”. En ese instante muchas lágrimas visitaron su rostro y no había lugar a más preguntas porque el recuerdo musical invadió todo su ser. El canto y las notas del acordeón también hacen llorar. De esta manera se notó la nostalgia del viejo acordeonero por aquellos cantos que no tienen reemplazo.
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Ya calmando, expresó que le había faltado ‘La Paz’, esa canción de Emiro Zuleta Calderón, donde está enmarcado el pueblo que lo vio nacer hace 83 años. “En la voz de Jorge Oñate se escucha más bonita. Esa es la canción que más le gusta a él”, aseguró.
“Aquí yo traigo este bonito son, que me salió cuando menos pensaba, pa’ que lo toquen en acordeón, a La Paz con nota refinada. La Paz, es mi pueblo, con sus calles raras, donde tanto tiempo allá canté de madrugada”.
En ese espacio de su casa donde ahora reina el silencio después de años atrás estar invadida completamente de música se quedó Miguel Antonio López Gutiérrez, el mismo que aprendió a tocar el acordeón a los 10 años, y tiempo después supo que sería su oficio para toda la vida, iniciando naturalmente con Jorge Oñate, la voz suprema del vallenato.
Por Juan Rincón Vanegas.