De esa historia del compositor patillalero fue testigo el legendario cantante Camal José Mohales Hinojosa, quien contó casi todo al pie de la letra. Para él repasar esas célebres canciones no fue nada fácil porque los recuerdos atropellaron su memoria, hasta hacerlo meditar y llorar.
El compositor Fredy de Jesús Molina Daza solamente vivió 27 años y esos le alcanzaron para escribir una bella historia musical donde el entorno de su querida tierra Patillal, sus amores y amigos fueron su mayor fuente de inspiración. Él nació el sábado cuatro de agosto de 1945 y murió el domingo 15 de octubre de 1972.
De esa historia del compositor patillalero fue testigo el legendario cantante Camal José Mohales Hinojosa, quien contó casi todo al pie de la letra. Para él repasar esas célebres canciones no fue nada fácil porque los recuerdos atropellaron su memoria, hasta hacerlo meditar y llorar.
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Al fin se decidió y comenzó su narración diciendo que desde niño fue amigo de su paisano Fredy Molina, porque las casas de sus padres estaban frente con frente y no había escape para poder compartir las dos familias.
“Nosotros vivíamos de la boca a la nariz y años después mis padres se mudaron cerca, pero la amistad continuó. Cuando Fredy se iba a estudiar y al regresar, la mayoría del tiempo se la pasaba en nuestra casa. Otra cosa que influyó fue que desde niño yo cantaba y como él componía me daba a conocer sus canciones”, dijo Camal Mohales.
Entonces con la emoción a todo galope contó esa historia que lo hizo ser el primer receptor de sus canciones. “Después de componer en la soledad de su casa acompañado de su guitarra o concertina, Fredy llegaba a mi casa y nos íbamos para debajo del palo de mango que estaba en el patio. Allá tomábamos ‘Chirinche’ con cola”.
Al continuar con su relato manifestó: “Él me cantaba su nueva canción. Me entregaba la letra para aprendérmela y la condición era cantarla en la próxima parranda. Así pasó con todas y por eso todavía recuerdo una a una. Soberano honor que me otorgó Fredy Molina porque pude conocer de cerca ese talento innato, su calidad humana y la manera de componer sus canciones, esas mismas que estaban untadas de sabiduría popular”.
Enseguida contó una de tantas anécdotas. “Una vez Fredy tenía de novia a una prima mía, y yo una vecina de ella. Nos íbamos a ponerles serenata y que gusto verlas salir a abrazarnos y darnos los besos que llegaban bien a esa hora”.
El preludio del amor en esas soledades de la noche patillalera, tenía de cómplices a la luna y las estrellas, haciendo posible que los cantos tuvieran los mejores compases del sentimiento y la alegría inigualable de los corazones enamorados.
Cuando la entrevista tomaba vuelo se le indagó sobre la canción que más le llegada al alma de la autoría del poeta patillalero, señalando de inmediato a ‘Tiempos de la cometa’.
“Es una realidad inocultable porque todo lo relató sinceramente, como estos versos. De verdad, cada verso es una historia calcada de su vida donde pudo contar casi todo, porque la vida se le apagó a temprana edad”.
Sin pedírselo cantó: “Cuanto deseo porque perdure mi vida, que se repitan felices tiempos vividos, el primer trago a escondidas, y la primera novia en olvido. Ya mi juventud declina al compás de tiempos idos”.
Después guardó silencio. Se le respetó ese momento donde solamente la brisa hacía su recorrido sin pausa. Después contó un episodio de la canción ‘Amor sensible’ a la que no le grabaron la última estrofa. Enseguida la cantó con esa solemnidad que ameritaba el instante.
“Mientras los días se pasan nuestras caricias se aumentan, cuando felices tiene el alma se puede soportar la pena. No importa los misterios de la vida, cuando el conformismo Dios lo ha creado, siendo que el ser humano expira y todo muere con los años. Oh vida triste y divertida, me he confundido en ti pensando”.
Al terminar de cantar regresó el silencio y luego continuó: “Las canciones de Fredy Molina han quedado para la historia. Difícilmente será superado en su estilo para componer, donde la poesía se unía a la filosofía y las distintas vivencias. Además, él provenía de una amplia familia de compositores donde están Tobías Enrique Pumarejo, Gustavo Gutiérrez, Octavio Daza y Beto Daza, entre otros”.
Camal José Mohales Hinojosa, siguió el recorrido lleno de nostalgias y de ese ayer. No era para menos porque en Patillal quedó el depositario de los cantos de Fredy Molina, quien tuvo la virtud de ponerle música a su pensamiento, dejando constancia que la vida late en el corazón y se posa en el alma.
Cuando el diálogo teñido de recuerdos estaba concluyendo, contó sobre la última canción que hizo el poeta patillalero y que había titulado ‘En un jardín’. “Apenas tenía una estrofa. Me contó que la canción sería un gran éxito. Me la cantó”. Se quedó pensando y expresó: “A los pocos días llegó el hecho de su dolorosa muerte”. Para no quedar con la incógnita se le consultó sobre si se sabía esa estrofa de la canción. Afirmó que sí y la cantó.
“Yo vi en un jardín una linda flor. Qué bonita era, la quiero pa’ mí, pa’ darle mi amor y atenerme de ella. Porque junto a mí yo quiero tenerte, prefiero morir antes que perderte. Se muere Molina, no aguanta el dolor, no dejes que digan que murió de amor”.
El silencio que siempre anduvo cerca de sus palabras regresó y esta vez luego de cantar, expresó: “La última canción de Fredy estuvo dedicada a una conquista que era su mayor fuente de inspiración. Él era un compositor genial a quien añoro todos los días y nunca dejó de cantar sus canciones. Fredy fue el amigo fiel, noble, bueno y que me marcó con sus cantos”.
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Se puso de pie, caminó, miró para el cielo y volvió a cantar llorando. “Esos momentos los viví al fin y al cabo tristes son, no volverán nunca a existir, eso me parte el corazón”.
Todavía la imagen de Fredy Molina se posa en el corazón de todos los amantes del folclor vallenato porque regaló sus cantos tristes, el pentagrama sin notas, los versos sentidos sin luz de esperanza y atrás aquellos tiempos de la cometa donde la brisa se chocaba con los recuerdos. Definitivamente, sus cantos no tienen derecho a morir.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
De esa historia del compositor patillalero fue testigo el legendario cantante Camal José Mohales Hinojosa, quien contó casi todo al pie de la letra. Para él repasar esas célebres canciones no fue nada fácil porque los recuerdos atropellaron su memoria, hasta hacerlo meditar y llorar.
El compositor Fredy de Jesús Molina Daza solamente vivió 27 años y esos le alcanzaron para escribir una bella historia musical donde el entorno de su querida tierra Patillal, sus amores y amigos fueron su mayor fuente de inspiración. Él nació el sábado cuatro de agosto de 1945 y murió el domingo 15 de octubre de 1972.
De esa historia del compositor patillalero fue testigo el legendario cantante Camal José Mohales Hinojosa, quien contó casi todo al pie de la letra. Para él repasar esas célebres canciones no fue nada fácil porque los recuerdos atropellaron su memoria, hasta hacerlo meditar y llorar.
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Al fin se decidió y comenzó su narración diciendo que desde niño fue amigo de su paisano Fredy Molina, porque las casas de sus padres estaban frente con frente y no había escape para poder compartir las dos familias.
“Nosotros vivíamos de la boca a la nariz y años después mis padres se mudaron cerca, pero la amistad continuó. Cuando Fredy se iba a estudiar y al regresar, la mayoría del tiempo se la pasaba en nuestra casa. Otra cosa que influyó fue que desde niño yo cantaba y como él componía me daba a conocer sus canciones”, dijo Camal Mohales.
Entonces con la emoción a todo galope contó esa historia que lo hizo ser el primer receptor de sus canciones. “Después de componer en la soledad de su casa acompañado de su guitarra o concertina, Fredy llegaba a mi casa y nos íbamos para debajo del palo de mango que estaba en el patio. Allá tomábamos ‘Chirinche’ con cola”.
Al continuar con su relato manifestó: “Él me cantaba su nueva canción. Me entregaba la letra para aprendérmela y la condición era cantarla en la próxima parranda. Así pasó con todas y por eso todavía recuerdo una a una. Soberano honor que me otorgó Fredy Molina porque pude conocer de cerca ese talento innato, su calidad humana y la manera de componer sus canciones, esas mismas que estaban untadas de sabiduría popular”.
Enseguida contó una de tantas anécdotas. “Una vez Fredy tenía de novia a una prima mía, y yo una vecina de ella. Nos íbamos a ponerles serenata y que gusto verlas salir a abrazarnos y darnos los besos que llegaban bien a esa hora”.
El preludio del amor en esas soledades de la noche patillalera, tenía de cómplices a la luna y las estrellas, haciendo posible que los cantos tuvieran los mejores compases del sentimiento y la alegría inigualable de los corazones enamorados.
Cuando la entrevista tomaba vuelo se le indagó sobre la canción que más le llegada al alma de la autoría del poeta patillalero, señalando de inmediato a ‘Tiempos de la cometa’.
“Es una realidad inocultable porque todo lo relató sinceramente, como estos versos. De verdad, cada verso es una historia calcada de su vida donde pudo contar casi todo, porque la vida se le apagó a temprana edad”.
Sin pedírselo cantó: “Cuanto deseo porque perdure mi vida, que se repitan felices tiempos vividos, el primer trago a escondidas, y la primera novia en olvido. Ya mi juventud declina al compás de tiempos idos”.
Después guardó silencio. Se le respetó ese momento donde solamente la brisa hacía su recorrido sin pausa. Después contó un episodio de la canción ‘Amor sensible’ a la que no le grabaron la última estrofa. Enseguida la cantó con esa solemnidad que ameritaba el instante.
“Mientras los días se pasan nuestras caricias se aumentan, cuando felices tiene el alma se puede soportar la pena. No importa los misterios de la vida, cuando el conformismo Dios lo ha creado, siendo que el ser humano expira y todo muere con los años. Oh vida triste y divertida, me he confundido en ti pensando”.
Al terminar de cantar regresó el silencio y luego continuó: “Las canciones de Fredy Molina han quedado para la historia. Difícilmente será superado en su estilo para componer, donde la poesía se unía a la filosofía y las distintas vivencias. Además, él provenía de una amplia familia de compositores donde están Tobías Enrique Pumarejo, Gustavo Gutiérrez, Octavio Daza y Beto Daza, entre otros”.
Camal José Mohales Hinojosa, siguió el recorrido lleno de nostalgias y de ese ayer. No era para menos porque en Patillal quedó el depositario de los cantos de Fredy Molina, quien tuvo la virtud de ponerle música a su pensamiento, dejando constancia que la vida late en el corazón y se posa en el alma.
Cuando el diálogo teñido de recuerdos estaba concluyendo, contó sobre la última canción que hizo el poeta patillalero y que había titulado ‘En un jardín’. “Apenas tenía una estrofa. Me contó que la canción sería un gran éxito. Me la cantó”. Se quedó pensando y expresó: “A los pocos días llegó el hecho de su dolorosa muerte”. Para no quedar con la incógnita se le consultó sobre si se sabía esa estrofa de la canción. Afirmó que sí y la cantó.
“Yo vi en un jardín una linda flor. Qué bonita era, la quiero pa’ mí, pa’ darle mi amor y atenerme de ella. Porque junto a mí yo quiero tenerte, prefiero morir antes que perderte. Se muere Molina, no aguanta el dolor, no dejes que digan que murió de amor”.
El silencio que siempre anduvo cerca de sus palabras regresó y esta vez luego de cantar, expresó: “La última canción de Fredy estuvo dedicada a una conquista que era su mayor fuente de inspiración. Él era un compositor genial a quien añoro todos los días y nunca dejó de cantar sus canciones. Fredy fue el amigo fiel, noble, bueno y que me marcó con sus cantos”.
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Se puso de pie, caminó, miró para el cielo y volvió a cantar llorando. “Esos momentos los viví al fin y al cabo tristes son, no volverán nunca a existir, eso me parte el corazón”.
Todavía la imagen de Fredy Molina se posa en el corazón de todos los amantes del folclor vallenato porque regaló sus cantos tristes, el pentagrama sin notas, los versos sentidos sin luz de esperanza y atrás aquellos tiempos de la cometa donde la brisa se chocaba con los recuerdos. Definitivamente, sus cantos no tienen derecho a morir.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv