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Cultura - 9 julio, 2016

“El que tiene la vocación no necesita clase”: Ovidio Granados

Es el dueño de la dinastía con más coronas en el Festival Vallenato y su ingenio le dio para sacar adelante a sus 12 hijos.

Ovidio Granados repara los acordeones en el patio de su casa, bajo un quiosco que se engalana con inolvidable fotografías.
Ovidio Granados repara los acordeones en el patio de su casa, bajo un quiosco que se engalana con inolvidable fotografías.

Sus pasos son lentos y su mirada divaga generalmente entre los pitos y bajos del acordeón, instrumento que llegó a su vida cuando tenía ocho años.

Creció musicalmente con la complicidad de sus oídos; a Ovidio Granados Melo nadie le enseñó a tocar acordeón y mucho menos a repararlos, aprendió simplemente con ver y escuchar: “Puro oído y vista, el que tiene la vocación no necesita clase”, asegura.

Muy temprano se levanta y se ubica en la ‘cola del patio’ de su casa, ubicada en el barrio Los Caciques de Valledupar. Allí llegó hace 43 años después de dejar a su querida tierra Mariangola, un corregimiento ubicado a unos 40 minutos de la capital del Cesar.

En su mente tiene un sinnúmero de parrandas que fueron adornadas por su nota cadenciosa y vallenata. Los mejores recuerdos los tiene en el entorno de su taller, son fotografías de centenares de eventos en los que aparece con grandes colegas, algunos partieron de este mundo y otros viven: Alejandro Durán, Calixto Ochoa, Luis Enrique Martínez, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, ‘Juancho’ Rois, Alfredo Gutiérrez, entre otros. También tiene enmarcado a su hijo Eudes, quien como él, era técnico de acordeones y se fue pronto, en aquel accidente aéreo en Venezuela donde murieron algunos músicos de la agrupación de Diomedes Díaz.

Sonríe con facilidad y rememora las anécdotas con alegría. “Ya los buenos se murieron, ahora quedamos los chambones”, dice cuando se le pregunta por la partida de Alejo Durán, Luis Enrique Martínez y Calixto Ochoa.
Sentado sobre una silla de mimbre y un escritorio de una estructura metálica forrado con triple, ‘El Viejo Villo’ como es conocido, se convierte en ‘cirujano’ de los instrumentos que generalmente los diccionarios dicen fue inventado en 1829 en Viena por Cyrill Demian.

Como en toda cirugía, Ovidio toma el paciente (acordeón) lo examina (escuchándolo) antes de montarlo a la camilla (máquina que inventó en 1973) y luego lo abre. Le saca su corazón (los pitos y bajos) y después sus partes vitales (peinillas, resortes, cauchos, música, fuelle, entre otros), así le da los retoques para que vuelva su sonido habitual y brillante.

Conoció la fábrica de acordeones Hohner gracias a la invitación que le hicieran unos alemanes después de verlo cómo arreglaba el instrumento de manera artesanal con herramientas rudimentarias pero con mucha calidad.
“Yo aprendí del maestro Ismael Rudas en Caracolicito (corregimiento cercano a Mariangola) y él lo único que me decía era que no podía estar sobre la mesa donde arreglaba los acordeones porque iban a quedar mal arreglado (risas)”.

Esa picardía de Ovidio no pasa, tiene 75 años y su vida transcurre en reparar acordeones, por encima de observar la televisión o escuchar a nuevos prospectos del instrumento; conoce el bueno o el malo nada más con tomarle el acordeón cuando lo llevan a reparar a su casa.

Inclusive, Ovidio fue tan evolucionado con el acordeón que le aplicó numerosos cambios organológicos, que han derivado en diferentes sonidos del instrumento.

Entre acordeón y dinastía
En 1968, cuando en Valledupar se realizó el primer Festival Vallenato, se escucharon las notas y la fogueada voz de Ovidio Granados buscando la corona entre grandes baluartes.

Fue un desconocido para el jurado, muchos aficionados y para los mismos participantes, pero se metió a la final con sus ídolos en la música vallenata: Gilberto Alejandro Durán Díaz y Luis Enrique Martínez.

Sabía que era muy arriesgado tocarle de tú a tú, a los grandes del momento: Durán y Martínez, pero no le importó, porque el joven de 25 años, en aquel entonces, tenía melodía, rutina y sentimiento con su acordeón al pecho.

“Cuando quedamos en la final ‘Alejo’ Durán, Luis Enrique Martínez y yo, le puse la mano en el hombro a Miguel Yanet (guacharaquero) y le dije, ahora dónde está tu pupilo… risas”, Granados estuvo acompañado de una gran fórmula festivalera; en la caja Rodolfo ‘El Pulpo’ Castilla y Miguel Yanet, su cantante en la agrupación Los Playoneros del Cesar, en la guacharaca.

Interpretó esa noche ‘El pajarito’ (paseo), un merengue de Freddy Molina y ‘El cachaquito’ (paseo), en ese primer Festival no era obligación tocar el aire de puya, así lo asegura Ovidio, pero lo primordial era merengue y paseo.
“Alejo tocó los cuatro aires, ese viejo fue muy inteligente porque a él nadie le dijo que no había reglamento, él era mi ídolo al igual que Luis Enrique Martínez”.

Hoy, después de 49 años de su primera presentación en el Festival Vallenato, Granados porta una fortuna y una espina en su corazón: “pisoteé a mis ídolos, pero no pude ganarles”.

El jurado en esa ocasión estuvo integrado por Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona, Hugues Martínez, Evaristo Gutiérrez, Gustavo Gutiérrez, Jaime Gutiérrez de Piñeres, Carlos Vidal, Alfonso Cotes, Tobías Enrique Pumarejo y Rodrigo Montero.

La decisión de la junta después del encantamiento del pueblo por la interpretación fue por Gilberto Alejandro Durán Díaz. El segundo lugar lo ocupó Ovidio Granados, que en ese entonces dirigía el conjunto Los Playoneros del Cesar y en el tercer puesto, Luis Enrique Martínez, a la postre el gran derrotado de este festival a juicio de los entendidos.

No pudo ganar
La corona de Rey Vallenato fue esquiva para Ovidio Granados, este acordeonero de raíces vallenatas y de nota planera, se presentó en tres ocasiones (1968, 1975, 1983) a la competencia más grande de música de acordeón en el mundo entero: “en todas quedé de segundo y dije no me presento más porque no me van a llamar Ovidio Segundo… risas”.

Este hijo de Juan Granados e Isabel Melo Durán, es padre de 12 hijos a quienes levantó arreglando acordeones y tocando parrandas en esta región, como los verdaderos juglares de la música vallenata.

Su dedicación y fortaleza, es quizás, además del acordeón, la mejor arma que le dejó el talento de ser acordeonero. En su familia hay tres reyes vallenatos y un rey de reyes; el primero fue su hijo Hugo Carlos (rey en 1999 y rey de reyes en el 2007); luego Juan José, otro de sus hijos, que se alzó con la corona en el 2005; y finalmente su hermano Almes llevó la última corona a la dinastía en el 2011. Cabe anotar, que Adelmo ‘Memo’ Granados, ha sido rey y rey de reyes tocando la caja en varias ocasiones.

El próximo año vendrá otro rey de reyes y Ovidio se prepara para acompañar a la dinastía Granados, aunque dice sentirse cansado, en sus ojos perdura el sueño de tener otro miembro con esa corona que sería algo inédito y muy difícil de igualar en la música vallenata.

Juglares, no son un mito
Cuando se hacía este reportaje y la importancia de los juglares de la música vallenata en el ámbito actual, a su memoria trajo los que para él siguen vigentes, porque los mejores, según su concepto, ya se fueron:

Alfredo Gutiérrez Vital
(Sabanas de Beltrán, Los Palmitos, Sucre)
Miguel López Gutiérrez
(La Paz, Cesar)
Emiliano Zuleta Díaz
(Villanueva, La Guajira)
Alberto Rada Ospino
(El Difícil, Magdalena)
Sebastián Sarmiento
(Guaymaral, corregimiento de Valledupar)
Ovidio Granados fue invitado por Diomedes Díaz para grabar la canción ‘Diana’, autoría del maestro Calixto Ochoa.

En el primer Festival Vallenato, Granados ocupó el segundo lugar detrás de Alejandro Durán Díaz y por encima de Luis Enrique Martínez.

“En todas quedé de segundo y dije no me presento más porque no me van a llamar Ovidio Segundo… risas”.

Carlos Mario Jiménez
Fotografías
Joaquín Ramírez

 

 

Cultura
9 julio, 2016

“El que tiene la vocación no necesita clase”: Ovidio Granados

Es el dueño de la dinastía con más coronas en el Festival Vallenato y su ingenio le dio para sacar adelante a sus 12 hijos.


Ovidio Granados repara los acordeones en el patio de su casa, bajo un quiosco que se engalana con inolvidable fotografías.
Ovidio Granados repara los acordeones en el patio de su casa, bajo un quiosco que se engalana con inolvidable fotografías.

Sus pasos son lentos y su mirada divaga generalmente entre los pitos y bajos del acordeón, instrumento que llegó a su vida cuando tenía ocho años.

Creció musicalmente con la complicidad de sus oídos; a Ovidio Granados Melo nadie le enseñó a tocar acordeón y mucho menos a repararlos, aprendió simplemente con ver y escuchar: “Puro oído y vista, el que tiene la vocación no necesita clase”, asegura.

Muy temprano se levanta y se ubica en la ‘cola del patio’ de su casa, ubicada en el barrio Los Caciques de Valledupar. Allí llegó hace 43 años después de dejar a su querida tierra Mariangola, un corregimiento ubicado a unos 40 minutos de la capital del Cesar.

En su mente tiene un sinnúmero de parrandas que fueron adornadas por su nota cadenciosa y vallenata. Los mejores recuerdos los tiene en el entorno de su taller, son fotografías de centenares de eventos en los que aparece con grandes colegas, algunos partieron de este mundo y otros viven: Alejandro Durán, Calixto Ochoa, Luis Enrique Martínez, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, ‘Juancho’ Rois, Alfredo Gutiérrez, entre otros. También tiene enmarcado a su hijo Eudes, quien como él, era técnico de acordeones y se fue pronto, en aquel accidente aéreo en Venezuela donde murieron algunos músicos de la agrupación de Diomedes Díaz.

Sonríe con facilidad y rememora las anécdotas con alegría. “Ya los buenos se murieron, ahora quedamos los chambones”, dice cuando se le pregunta por la partida de Alejo Durán, Luis Enrique Martínez y Calixto Ochoa.
Sentado sobre una silla de mimbre y un escritorio de una estructura metálica forrado con triple, ‘El Viejo Villo’ como es conocido, se convierte en ‘cirujano’ de los instrumentos que generalmente los diccionarios dicen fue inventado en 1829 en Viena por Cyrill Demian.

Como en toda cirugía, Ovidio toma el paciente (acordeón) lo examina (escuchándolo) antes de montarlo a la camilla (máquina que inventó en 1973) y luego lo abre. Le saca su corazón (los pitos y bajos) y después sus partes vitales (peinillas, resortes, cauchos, música, fuelle, entre otros), así le da los retoques para que vuelva su sonido habitual y brillante.

Conoció la fábrica de acordeones Hohner gracias a la invitación que le hicieran unos alemanes después de verlo cómo arreglaba el instrumento de manera artesanal con herramientas rudimentarias pero con mucha calidad.
“Yo aprendí del maestro Ismael Rudas en Caracolicito (corregimiento cercano a Mariangola) y él lo único que me decía era que no podía estar sobre la mesa donde arreglaba los acordeones porque iban a quedar mal arreglado (risas)”.

Esa picardía de Ovidio no pasa, tiene 75 años y su vida transcurre en reparar acordeones, por encima de observar la televisión o escuchar a nuevos prospectos del instrumento; conoce el bueno o el malo nada más con tomarle el acordeón cuando lo llevan a reparar a su casa.

Inclusive, Ovidio fue tan evolucionado con el acordeón que le aplicó numerosos cambios organológicos, que han derivado en diferentes sonidos del instrumento.

Entre acordeón y dinastía
En 1968, cuando en Valledupar se realizó el primer Festival Vallenato, se escucharon las notas y la fogueada voz de Ovidio Granados buscando la corona entre grandes baluartes.

Fue un desconocido para el jurado, muchos aficionados y para los mismos participantes, pero se metió a la final con sus ídolos en la música vallenata: Gilberto Alejandro Durán Díaz y Luis Enrique Martínez.

Sabía que era muy arriesgado tocarle de tú a tú, a los grandes del momento: Durán y Martínez, pero no le importó, porque el joven de 25 años, en aquel entonces, tenía melodía, rutina y sentimiento con su acordeón al pecho.

“Cuando quedamos en la final ‘Alejo’ Durán, Luis Enrique Martínez y yo, le puse la mano en el hombro a Miguel Yanet (guacharaquero) y le dije, ahora dónde está tu pupilo… risas”, Granados estuvo acompañado de una gran fórmula festivalera; en la caja Rodolfo ‘El Pulpo’ Castilla y Miguel Yanet, su cantante en la agrupación Los Playoneros del Cesar, en la guacharaca.

Interpretó esa noche ‘El pajarito’ (paseo), un merengue de Freddy Molina y ‘El cachaquito’ (paseo), en ese primer Festival no era obligación tocar el aire de puya, así lo asegura Ovidio, pero lo primordial era merengue y paseo.
“Alejo tocó los cuatro aires, ese viejo fue muy inteligente porque a él nadie le dijo que no había reglamento, él era mi ídolo al igual que Luis Enrique Martínez”.

Hoy, después de 49 años de su primera presentación en el Festival Vallenato, Granados porta una fortuna y una espina en su corazón: “pisoteé a mis ídolos, pero no pude ganarles”.

El jurado en esa ocasión estuvo integrado por Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona, Hugues Martínez, Evaristo Gutiérrez, Gustavo Gutiérrez, Jaime Gutiérrez de Piñeres, Carlos Vidal, Alfonso Cotes, Tobías Enrique Pumarejo y Rodrigo Montero.

La decisión de la junta después del encantamiento del pueblo por la interpretación fue por Gilberto Alejandro Durán Díaz. El segundo lugar lo ocupó Ovidio Granados, que en ese entonces dirigía el conjunto Los Playoneros del Cesar y en el tercer puesto, Luis Enrique Martínez, a la postre el gran derrotado de este festival a juicio de los entendidos.

No pudo ganar
La corona de Rey Vallenato fue esquiva para Ovidio Granados, este acordeonero de raíces vallenatas y de nota planera, se presentó en tres ocasiones (1968, 1975, 1983) a la competencia más grande de música de acordeón en el mundo entero: “en todas quedé de segundo y dije no me presento más porque no me van a llamar Ovidio Segundo… risas”.

Este hijo de Juan Granados e Isabel Melo Durán, es padre de 12 hijos a quienes levantó arreglando acordeones y tocando parrandas en esta región, como los verdaderos juglares de la música vallenata.

Su dedicación y fortaleza, es quizás, además del acordeón, la mejor arma que le dejó el talento de ser acordeonero. En su familia hay tres reyes vallenatos y un rey de reyes; el primero fue su hijo Hugo Carlos (rey en 1999 y rey de reyes en el 2007); luego Juan José, otro de sus hijos, que se alzó con la corona en el 2005; y finalmente su hermano Almes llevó la última corona a la dinastía en el 2011. Cabe anotar, que Adelmo ‘Memo’ Granados, ha sido rey y rey de reyes tocando la caja en varias ocasiones.

El próximo año vendrá otro rey de reyes y Ovidio se prepara para acompañar a la dinastía Granados, aunque dice sentirse cansado, en sus ojos perdura el sueño de tener otro miembro con esa corona que sería algo inédito y muy difícil de igualar en la música vallenata.

Juglares, no son un mito
Cuando se hacía este reportaje y la importancia de los juglares de la música vallenata en el ámbito actual, a su memoria trajo los que para él siguen vigentes, porque los mejores, según su concepto, ya se fueron:

Alfredo Gutiérrez Vital
(Sabanas de Beltrán, Los Palmitos, Sucre)
Miguel López Gutiérrez
(La Paz, Cesar)
Emiliano Zuleta Díaz
(Villanueva, La Guajira)
Alberto Rada Ospino
(El Difícil, Magdalena)
Sebastián Sarmiento
(Guaymaral, corregimiento de Valledupar)
Ovidio Granados fue invitado por Diomedes Díaz para grabar la canción ‘Diana’, autoría del maestro Calixto Ochoa.

En el primer Festival Vallenato, Granados ocupó el segundo lugar detrás de Alejandro Durán Díaz y por encima de Luis Enrique Martínez.

“En todas quedé de segundo y dije no me presento más porque no me van a llamar Ovidio Segundo… risas”.

Carlos Mario Jiménez
Fotografías
Joaquín Ramírez