La música de acordeón, que después fue llamada vallenata, encontró en Barranquilla las maneras para lograr lo que el investigador francés Jacques Girald denomina su modernización. También halló la forma para reunir e identificar como pertenecientes a su universo a un grupo de ritmos musicales que habían sido concebidos, de manera inconexa, por acordeoneros dispersos en lo que era el Magdalena Grande.
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Cada uno de ellos le aportó su estilo, sus características regionales, a esta música que apenas crecía en distintos lugares de este departamento. La radio y sus radios teatros, así como las incipientes casas de grabación de Barranquilla fueron fundamentales para el desarrollo de estos procesos.
LOS PRECURSORES
El primer locutor que le abrió las puertas a esta música fue Miguel Camacho y Cano, quien dirigía el programa ‘De todo un poco’, que transmitía desde el radioteatro de Radio Tropical. El primero en intervenir en él fue Francisco ‘Pacho’ Rada, después lo haría Abel Antonio Villa.
Fue en ese mismo año, 1944, cuando se produjeron las primeras grabaciones, en acetatos comerciales o no, de canciones que serían rotuladas años después como vallenatas. El primero en hacerlo en la ‘Voz de la Victoria’ fue ‘Pacho’ Rada, y los temas fueron el son ‘El Botón de Oro’ y la gaita ‘La Sabrosita’. El segundo fue Abel Antonio Villa. Lo hizo en los estudios de Foto Velasco de Barranquilla, un 78 rpm, que fue prensado por Odeón Chile. Grabó la puya ‘Mi Negra’ y el paseo-son ‘Catalina’.
Las primeras grabaciones están caracterizadas como no comerciales, las segundas como comerciales. Esta clasificación la hace el investigador, coleccionista de música y escritor Julio Oñate Martínez, argumentando que las de Pacho Rada sólo se escucharon en el programa de Camacho y Cano, mientras que las de Abel Antonio, aunque fueron pocos los acetatos prensados, fueron repartidas entre las emisoras existentes en Barranquilla.
En ese mismo año grabó Guillermo Buitrago el paseo ‘El Jabo’, también conocido como ‘Mi guayabo’, y ‘Carmen Díaz’, de Emiliano Zuleta, y el paseo son ‘Buitrago me tiene un pique’. Lo hizo con el acompañamiento del acordeonista Alejandro Barros, conocido como ‘Corazón’, y de Esteban Montaño que era el cantante. Sin embargo, antes de que todos los cultores que he mencionado hubieran grabado, lo hizo el acordeonero soledeño José Manuel de la Cuesta, tal y como lo afirma Julio Oñate Martínez, basado en un catálogo de venta de la disquera Odeón.
Dos años después de que Camacho y Cano le abriera las puertas a la música conocida como acordeón, Guillermo Buitrago es contratado para animar su propio programa radial, en el que promociona de manera permanente sus canciones, que, en su mayoría, estaban relacionadas con el género señalado hoy como vallenato.
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De este hecho dice Edgardo ‘El Chichi’ Caballero, biógrafo de Buitrago, que fue en Emisora Atlántico, en 1946, donde encontró el espacio para catapultarse como cantante y guitarrista en Barranquilla. Indica, además, que comenzó en un programa que tenía un horario clasificado de tercera categoría, luego pasó a uno de segunda, desplazando, incluso, a un locutor que contaba hechos relacionados con la segunda guerra mundial, hasta ser ubicado en un horario denominado ahora triple A. Apunta, además, que su primer éxito con Discos Fuentes en esa ciudad fue ‘Compae Heliodoro’, que grabó en 1947, porque canciones que se mantienen en el gusto musical, como ‘La víspera de año nuevo’, lo fueron después de su muerte en 1949.
Otro intérprete de música vallenata que tuvo su espacio en la radio barranquillera fue el guitarrista samario Julio Bovea. Tras haberse separado de Buitrago, fue contratado por Emisoras Unidas para animar un programa en vivo. Fue este quien llevó a Luis Enrique Martínez para que participara en su programa. Este juglar grabó por primera vez, en 1948, el merengue ‘La mujer y la primavera’ en una versión clasificada como no comercial.
El que los juglares tuvieran espacios en la radio y que fueran pioneros en grabaciones de acetatos, no significó que la música interpretada por ellos se ubicara en un sitial de importancia en el gusto musical de los barranquilleros. Por décadas fue considerada marginal, campesina, pueblerina, con la connotación peyorativa que contenía cada palabra.
Pero esta regla tuvo una excepción en Buitrago, en lo que influyó, indudablemente, su estilo cubano de interpretar la guitarra. Él pertenecía a una escuela musical, de Ciénaga, que fue impulsada por la cubana María Tedi, y de la que hizo parte Andrés Paz Barros, compositor, músico y director de orquesta, que se encargó de perfilarlo como cantante y guitarrista. No olvidemos que en Barranquilla el gusto por la música cubana había comenzado a principios del siglo XX.
Mientras el éxito de Buitrago era ascendente en Barranquilla y en otros lugares del país, Abel Antonio Villa, apoyado en este guitarrista, grabó para Discos Fuentes, en 1948, su primer éxito, ‘El Ramillete’ o ‘Los Amores de Zoila’, de la autoría de José Antonio Serna, tema musical que le abrió las puertas en la ciudad, tanto que el acordeonero barranquillero Aníbal Velásquez, sostiene que esta canción se convirtió en su inspiración para comenzar a tocar acordeón. De este juglar se escucharían en esta ciudad otras canciones, especialmente su mayor éxito, ‘La Muerte de Abel Antonio’.
LOS AÑOS CINCUENTA
Para esta música los años cincuenta inician con un artículo escrito por Gabriel García Márquez, en su columna La Jirafa, de El Heraldo de Barranquilla, en el que hace mención de ella, llamándola vallenata. Otro hecho significativo fue la creación, en 1953, del conjunto Los Vallenatos del Magdalena, compuesto por Aníbal Velásquez y los hermanos Carlos y Roberto Román. Aníbal y su hermano Juan, que habían nacido en Barranquilla, y los Román, que eran cartageneros, creyeron razonable, para efectos comerciales, darle esta denominación. Grabaron, según Julio Oñate, aproximadamente 70 discos de 78 rpm, cuyos formatos eran el paseo y el merengue vallenato.
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Indica Fausto Pérez Villarreal (2012) que Aníbal grabó en 1952, en Discos Atlántico, su primer acetato, cantando Roberto Román. La canción escogida fue ‘Alicia la Campesina’ de autoría de Andrés Landero. Señala, además, que influenciado musicalmente por Abel Antonio Villa y Luis Enrique Martínez compuso y grabó, en 1955, el paseo ‘Gladys Potes’. Asegura, también, que la canción ‘La casa en el aire’ se constituyó en un éxito musical en Barranquilla. La incursión de Aníbal a la guaracha, la cumbia, los porros, y la charanga se dio después de la muerte de Roberto Román, en 1957.
Otro acordeonero de Barranquilla, Morgan Blanco, comenzó a grabar en 1955 bajo la influencia de algunas canciones de Los Vallenatos del Magdalena. Este había participado, interpretando la guitarra, en la grabación de la canción ‘La varita de Caña’, en 1945, acetato no comercial hecho en la casa de los discos del Che Granados, en el que, también, intervinieron Gustavo Rada, cantando, y Mario Narváez, en la dulzaina y la guacharaca. El mayor éxito musical de Blanco ha sido el paseo ‘Se va el caimán’, grabado, inicialmente, por la Orquesta de Eduardo Armani. Este fue el primer vallenato en sonar en una película, en 1946, llamada ‘Pasiones tormentosas’ (Oñate, 2012).
La irrupción musical de Aníbal Velásquez y Morgan Blanco ha llevado a algunos investigadores a plantear la existencia de una escuela o estilo de tocar el acordeón que han llamado ‘barranquillero’, lo que es rechazado por Morgan argumentando que no hay similitudes musicales entre los dos.
Sin embargo, ambos muestran en sus estilos de interpretar el acordeón las huellas de la música antillana. No olvidemos que la del cincuenta, también, fue la década de los sonidos antillanos y las imágenes de la cinematografía mexicana que convirtieron a personajes como Dámaso Pérez Prado, Benny Moré, Roberto Fas, Los Hermanos Castro y la orquesta Riverside, en ídolos populares (Bassi, s f).
En lo interpretado por ambos músicos está la huella de lo que, también, se escuchaba en esa década, la música costeña, especialmente la cumbia y el porro. Importancia que tomó cuando comenzaron a ser grabadas por las orquestas de Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Antonio María Peñaloza, Los Hermanos Martelo, Clímaco Sarmiento, Manuel Villanueva, entre otros.
Este último escenario melódico es el que le permite a Luis Enrique Martínez alcanzar su primer éxito musical, ‘La Cumbia Cienaguera’. Si bien es cierto esta canción no encuadra en el formato vallenato, es indudable que fue la que le abrió las puertas en Barranquilla, y desde entonces su obra musical fue conocida. También es el que le permite a Alejandro Durán alcanzar su primer éxito musical en Barranquilla, ‘La Candela Viva’. En esta canción, grabada en 1958, la tumbadora lleva el ritmo de la cumbia, y el acordeón marca el de la tambora, que es un género musical costeño.
En este ambiente de fiesta folclórica se cuela el paseo ‘La muerte de Eduardo Lora’, lamento de autoría de Andrés Landero, quien, además lo canta y toca con el acordeón. Se convierte, en 1957, en éxito en la radio barranquillera, como posteriormente lo fue el paseo ‘La Hamaca Grande’. Sin embargo, ha sido la cumbia ‘La Pava Congona’ su mayor referente musical en esta ciudad, aunque fuera grabado a principios de la década del setenta.
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En este decenio no podía faltar la música vallenata interpretada por tríos, y quienes hicieron grabaciones que se escucharon en esta ciudad fue el Fonseca, al que perteneció Ángel Fontanilla, guitarrista de Buitrago y, después, del grupo de Bovea. Grabó para el sello Vergara varios trabajos musicales, entre ellos el paseo ‘Las Margaritas’, de Andrés Paz Barros, que Crescencio Salcedo convirtió en ‘Mi Cafetal’.
El vallenato seguía siendo marginal, tanto que el lugar de encuentro de músicos, y donde había un Traganíquel en el que los parroquianos programaban canciones, era la cantina La Nave, de Miguel Peña. Ubicada en inmediaciones a la intendencia fluvial era el lugar de partida y llegada de las embarcaciones que surcaban el río Magdalena, por los caños y la Ciénaga Grande de Santa Marta; por lo tanto, era frecuentada por viajeros de las distintas provincias de los interiores del Caribe, en las que la música vallenata comenzaba a tener una mayor difusión debido a la masificación de un producto sonoro, el picot.
(Espere la segunda parte)
Por Álvaro de Jesús Rojano Osorio