Lo que es el Ganges para el hinduismo era La Malena para los patillaleros: una diosa legendaria.
El famoso riachuelo era una procesión de cantos de aves, de gritos del campesino arreando sus reses, y del agricultor sembrando futuro. Era un ser vivo. Sus corrientes arrastraban gran cantidad de peces que eran cazados, en su parte más septentrional, en el sitio denominado Chorros Blancos, y llevados a los hogares para su consumo triunfal. En sus más de diez kilómetros, desde donde nace, en la espesura selvática de los sitios conocidos como Boca Infierno y La Miona, La Malena envolvía un paisaje verde y frondoso en su recorrido serpenteante hasta entregar su contenido, un tanto salobre, a las aguas frescas del río Badillo, cerca del caserío La Manta, donde se libraba un encuentro voluptuoso y pasional, un romance mágico y sobrenatural… La entrega total de la virgen al macho febril.
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La cultura hindú cree, hace milenios, que el Ganges es un río sagrado y que bañarse en él elimina los pecados, y lo que es más importante para ella: provee el acceso directo al Nirvana, revelado por algunas religiones como el estado en el que el alma alcanza la plenitud y la felicidad suprema. Al menos, una vez en la vida, el ser humano debe sumergirse en sus aguas para expiar sus culpas, imperfecciones y deudas espirituales. De allí, que esta gran mole acuífera de 2.500 kilómetros de largo, que cobija la India, China, Nepal y Bangladés, sea visitada a diario para lavar la ropa, bañarse, meditar y rezar.
No obstante, su carácter religioso, expresamente de salvación, ha llevado al Ganges, también resaltado como “Ganga”, a su destrucción, visto que existe la creencia y costumbre milenaria que arrojar los muertos o sus cenizas a su cuenca, los ayudará a encontrar el camino al Nirvana. Se ven en sus corrientes cuerpos de personas y animales desfilar como si fuera una peregrinación desbordante y presurosa por llegar a su destino místico. Como si fuera poco, centenares de industrias que reposan a lado y lado del río desparraman al día más de 250 millones de litros de aguas residuales, razón por la cual, la flora y la fauna se han reducido sustancialmente.
Mientras tanto, La Malena, la idílica, la inspiradora, la cautivadora, la otrora fuerte, recia y caudalosa, ha menguado su esplendor ante la mirada cómplice de los que la defienden y de los que la han disfrutado para su propio provecho. El viaje apocalíptico que emprendió hace muchos años parece no detenerse. La mano de la naturaleza y sus constantes cambios han arrodillado y llevado a la más deplorable humillación al antes afluente rico y dinámico, que se paseaba orgulloso, cual quinceañera llena de encantos y perseguida por los más ilusos pretendientes.
CAMINO AL EXTERMINIO
La despiadada y salvaje podadura de árboles a manos del hombre, muy cercana a los manantiales que nacieron para darle forma a ese milagro natural, sumada al irracional vertimiento de aguas y desechos contaminados e impuros, convocaron a una de las escenas más espeluznantes en la historia del pueblo: la desaparición de La Malena.
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Si bien es cierto, que por el antiguo río corría abundante agua, también es innegable que ha habido momentos históricos en que, en su cauce y sus playones, la ausencia del líquido ha sido protagonista. No obstante, entre los años 1987 y 1988 ocurrió un fenómeno inesperado: el arroyo creció y sus aguas rodaron por muchos meses. Corrió agua en pila, asegura Víctor Daza, conocido como El Miche. Y complementa: “Vea, antes, de La Malena, hasta se sacaban acequias para usarlas en ‘reguío’ de guineos, una de ellas pertenecía a Sema Maestre”.
Pero lo realmente incuestionable es que el arroyo se cae a retazos por la insensibilidad de los nativos. La verdadera ingratitud con el mítico arroyuelo se originó con el advenimiento del agua en tubos a los hogares, se le dio la espalda y solo se retornaba a él cuando el servicio se suspendía por uno o varios días, instantes en que se veía la romería de lugareños transitar desde sus casas cargados de sacos para lavar la ropa, y totumas y jabón en mano para la higiene personal. En esos instantes, La Malena recobraba su alegría y su espíritu, mientras reclamaba al tiempo y al viento la gracia, el cuidado y la fuerza para retomar su rumbo mágico y florido.
En el pasado quedaron las fuertes corrientes, las casimbas diáfanas, el canto sonoro y harmónico de las aves, las matas revientapuerco, los cantos de vaquerías que empujaban a las reses a cruzar, las charlas apacibles de las lavanderas, las risas de los niños que se mezclaban con el sonido peculiar del agua arrastrando la arena gruesa, los peces, y los pozos profundos.
Ya esos pozos no vuelven, comentaba con nostalgia Hugues Corzo, octogenario personaje, conocido como Bracho, quien en vida disfrutó de los mejores momentos del riachuelo en su infancia.
Mientras el pueblo le daba la espalda al pequeño río, este se iba llenando de basuras, de agua podrida de alcantarillas rotas, del derramamiento indiscriminado de desechos de las queseras que, por algún tiempo, realizaron sin ningún control… Se llenaba de indolencia y desesperanza. Los famosos lugares escogidos para bañarse sucumbieron ante la suciedad, plantas parásitas y enredaderas que fueron destruyendo la gloriosa fauna que conocieron nuestros ancestros. Se había convertido vergonzosamente en un pequeño Ganges, pero sin la remota posibilidad de alcanzar alguna dádiva espiritual.
SALVACIÓN Y LIBERACIÓN
En tanto sea posible, la misma serpiente acuífera, para no caer en el olvido total y aterrador, solicita la construcción de un parque lineal en el que se concentren espacios de esparcimiento, por el que transiten nativos y turistas, y se alejen del estrés y el ruido urbano, un lugar que conecte a los ciudadanos con la naturaleza y la biodiversidad. En la medida que ello sea dable, se podría pensar en edificarlo desde la parte en que La Malena se une con su hermano histórico, el Arroyo Grande, hasta lo que se conoce como El paso del Valle. Suena a gastos exuberantes, y a inaccesibles, escabrosos e impensables presupuestos, dado que serían cerca de dos kilómetros de ejecución, pero no imposible. Es que los tiempos modernos han mostrado eventos similares exitosos alrededor del planeta que han partido en dos la historia de las ciudades y pueblos que lo han consumado. Esa sería la manera única de volcar los ojos nuevamente a un sistema natural milenario que agoniza y que se aferra a vivir pese a la indiferencia y dejadez humana.
Ella no pide más.
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Se necesita una política ambiental para recuperar lugares emblemáticos y legendarios, que promueva la cultura ecológica desde la escuela, que permita al ser humano enamorarse, enseñorearse, consentir y cuidar los parajes y cauces que le son propios.
El mundo contempla impotente su autodestrucción, se viaja en una alocada aventura hacia la devastación de los recursos y a la aniquilación sostenida de los valores humanos. La Malena quiere correr, quiere perseguir su propia esencia, encontrar el estado supremo de su verdadero propósito, mitigar su dolor, crear conciencia, y tal como los hinduistas inmersos en el Ganges, alcanzar su propio Nirvana.
POR: Rodolfo Maestre Molina.