Bajo un cielo estrellado, en la tarima Colacho Mendoza del parque de la Leyenda Vallenata Consuelo Araújo Noguera, la noche del viernes 2 de mayo, Julio Andrés Gil Barros, se coronó Rey de la Piqueria Mayor del 58° Festival de la Leyenda Vallenata, en homenaje a Omar Geles. El segundo puesto fue para Leimer Cárdenas y el tercer lugar lo ocupó Starlin Periñán.

El nuevo Rey de la Piqueria, oriundo de Barrancabermeja, Santander, fue superior a sus cinco contrincantes por su contundencia, concentración y agilidad en la modalidad de 3 versos libres y 2 décimas con pie forzado con la frase ‘Era un músico completo’. Versos que descrestaron al público y al jurado calificador ante su capacidad para versear con velocidad y sin descuidar la rima.

“Este triunfo es producto de un trabajo intenso de cuatro meses en los que estudié al maestro Omar Geles y perfeccioné mis versos. Recibo este título con mucha alegría y emoción porque Valledupar me ha querido muchas veces. En el 2018 fui Rey de la Piqueria Infantil en mi primera participación al igual que esta vez en la categoría de mayores. Por la gloria de Dios me llevo el primer lugar”, dijo con efusividad.

Este joven de 18 años de edad, quien con 11 años se llevó el título de Rey de la Piqueria Infantil en la edición 51 del Festival de la Leyenda Vallenata, es estudiante de Derecho de la Universidad del Santander, Udes y sueña con combinar su profesión con este hobby que se ha convertido en su estilo de vida y la fuente de muchas alegrías.

Una familia de la piqueria

Desde hace 11 años Julio Andrés Gil Barros participa en concursos de piqueria. Esto inició bajo la guía de su difunto tío Andrés Barros Méndez, rey de la piqueria en los años 1995 y 2014. De igual manera, con el apoyo de su papá Julio César Gil Páez, quien también practica la piqueria y en la versión 51 del Festival de la Leyenda Vallenata llegó a entrar entre los semifinalistas en la categoría de mayores.

“A cinco años de la partida de mi tío sigo en la piqueria. Aprendí a versear porque a mí me gustaba ver a mi tío cantar y entonces un día en una tarima le quite el micrófono y empecé a hacer versos sin sentido, pero él de ahí me agarró y empezó a enseñarme”, contó con melancolía Barros.

Este santandereano con una sonrisa de oreja a oreja y con el pulso acelerado, contó al diario EL PILÓN que cuando “lanza un verso” se siente muy emocionado porque es un arte oral difícil de hacer, pero que el apoyo del público, su familia y amigos lo impulsa a pararse con firmeza en la tarima y versear con el corazón.

Por Redacción EL PILÓN