El presidente Gustavo Petro afirmó que el menor capturado por dispararle a Miguel Uribe Turbay formaba parte del programa Jóvenes en Paz, mientras miles de jóvenes enfrentan con preocupación el estigma sobre su labor en la construcción social.
“Imaginen que son carpinteros que saben hacer buenos muebles, pero no tienen herramientas ni madera para trabajar”, así comienza Aidé Mendoza, coordinadora municipal del programa Jóvenes en Paz, su intervención ante más de 70 jóvenes del barrio Bello Horizonte, reunidos en el Parque Didáctico para compartir los avances de sus proyectos. Durante los últimos seis meses, estos jóvenes han dedicado su esfuerzo a iniciativas que buscan suplir necesidades urgentes de su comunidad, apostando por cambios pequeños pero significativos.
La metáfora de Mendoza resuena en los rostros de quienes la escuchan, jóvenes que, en contextos marcados por la carencia de derechos fundamentales, saben que detalles como el cambio de operador o la ausencia de tutores pueden ser determinantes para culminar proyectos que podrían definir el rumbo de sus vidas. En el fondo entienden que son carpinteros y que la sociedad olvidó darles el hacha, el cincel y la madera; ahora saben que está en ellos romper los estigmas y transformar sus vidas en los 12 + 6 meses que dura el acuerdo de corresponsabilidad, pero la preocupación es un sol que quema y encandila.
En cartulinas de colores, con fotografías que muestran a personas de todas las edades participando en actividades en el barrio, se leen nombres como “Festival Cultural y Artístico de Bello Horizonte”, “Torneo de Fútbol del Barrio Bello Horizonte – Sueños y Esperanza”, “Ecobotellas por la Paz” y “Biblioteca Comunitaria”. Mendoza explica: “Muestran los proyectos pedagógicos comunitarios que los jóvenes han elaborado durante estos 5 o 6 meses de programa. ¿Qué son esos proyectos? Son las iniciativas por las cuales los jóvenes proponen soluciones a las problemáticas que hay en su barrio. Entonces, por ejemplo, si hay una problemática de falta de atención a las infancias en el barrio, que resulta que nadie trabaja con los niños, no hay espacios de recreación para los niños. Los jóvenes en paz identifican ese problema y plantean una alternativa”.
La reciente declaración del presidente Gustavo Petro, señalando que el menor capturado por dispararle al precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay hizo parte del programa Jóvenes en Paz, ha generado una ola de estigmatización y violencia simbólica hacia los beneficiarios. Aidé Mendoza considera que la afirmación fue “totalmente inoportuna”, pues desconoce el trabajo realizado en todo el país y ha permitido que se relacione a los jóvenes con hechos delictivos.
Leer: Jóvenes en Paz Valledupar denuncia atraso en pagos y riesgo de suspensión del programa
“Nos relacionan directamente con que somos asesinos, drogadictos, personas que no aportamos a la sociedad… No nos imaginamos cuánta carencia hay en la vida de ese joven y de muchos más en todo el país para que haya tomado la decisión incluso de alejarse del programa. Él es víctima de toda una estructura muy grande criminal que realmente no quiere construir paz en este país”, lamenta Mendoza.
A pesar del golpe mediático, los jóvenes mantienen la motivación y el compromiso con sus comunidades. En barrios como Francisco Javier, cada 15 o 20 días organizan espacios recreativos, deportivos y culturales para la infancia, gestionados y liderados por los propios beneficiarios del programa. La participación va mucho más allá de la ejecución: todos apoyan en la logística, la gestión de recursos y la difusión a través de medios comunitarios, también impulsados por los jóvenes. “Creemos que los medios de comunicación comunitarios son muy importantes para contar la realidad de lo que sucede en nuestros barrios”, subraya Mendoza.
En las zonas rurales, las huertas comunitarias en Valencia, Atánquez y La Guitarra son la muestra de que la juventud está dispuesta a seguir adelante, incluso en medio de crisis administrativas y retrasos en la financiación. “Necesitamos continuar con esto”, insisten los jóvenes, que han asumido la corresponsabilidad de aportar a su entorno más allá de la existencia formal del programa.
La coordinadora destaca que, tras ocho meses de trabajo, la conciencia de responsabilidad social ya está arraigada en los participantes. “El programa no tiene una semana o un mes, sino que tiene alrededor de 8 meses, donde la conciencia de su responsabilidad como actores transformadores de los barrios ya ha calado, ya está muy presente”, afirma, convencida de que los jóvenes continuarán sus iniciativas incluso si el acompañamiento institucional se reduce temporalmente.
El proceso de vinculación tampoco ha sido sencillo. Mendoza recuerda que, al inicio, la desconfianza hacia el Estado era generalizada. Sin embargo, la cercanía de los equipos territoriales, muchos de ellos con años de experiencia en procesos organizativos juveniles, permitió un acercamiento genuino. Se realizaron jornadas masivas de preinscripción en los 12 barrios donde funciona el programa, logrando captar el interés de más de 2.200 jóvenes, quienes luego fueron seleccionados según criterios del DNP y el Sisbén.
Cada joven firma un acuerdo de corresponsabilidad: comprometerse a estudiar o continuar su formación, y a desarrollar trabajo comunitario. “Eso es como el compromiso que el joven hace de aquí a 12 meses que dura el programa con transferencia monetaria. Yo voy a cumplir mis actividades de educación. Voy a entrar para estudiar, si no estoy estudiando y si ya estoy estudiando, voy a usar esa formación para fortalecer el tejido comunitario en mi barrio a través de la corresponsabilidad”, explica Mendoza.
La coordinadora advierte que el Estado no puede dejar en el olvido la promesa hecha a más de 28.000 jóvenes en todo el país. “No puede ser que quede la esperanza de una promesa olvidada porque son más de 28.000 jóvenes en todo el país”, concluye, reiterando la necesidad de que el programa siga siendo una política pública que cobije a las juventudes más vulnerables.
Mientras la polémica sigue, en los barrios y veredas los jóvenes de Jóvenes en Paz continúan resistiendo y apostando por la educación, la organización comunitaria y la construcción de paz desde abajo, a pesar de los prejuicios y las dificultades.
Por: Katlin Navarro Luna/ EL PILÓN
El presidente Gustavo Petro afirmó que el menor capturado por dispararle a Miguel Uribe Turbay formaba parte del programa Jóvenes en Paz, mientras miles de jóvenes enfrentan con preocupación el estigma sobre su labor en la construcción social.
“Imaginen que son carpinteros que saben hacer buenos muebles, pero no tienen herramientas ni madera para trabajar”, así comienza Aidé Mendoza, coordinadora municipal del programa Jóvenes en Paz, su intervención ante más de 70 jóvenes del barrio Bello Horizonte, reunidos en el Parque Didáctico para compartir los avances de sus proyectos. Durante los últimos seis meses, estos jóvenes han dedicado su esfuerzo a iniciativas que buscan suplir necesidades urgentes de su comunidad, apostando por cambios pequeños pero significativos.
La metáfora de Mendoza resuena en los rostros de quienes la escuchan, jóvenes que, en contextos marcados por la carencia de derechos fundamentales, saben que detalles como el cambio de operador o la ausencia de tutores pueden ser determinantes para culminar proyectos que podrían definir el rumbo de sus vidas. En el fondo entienden que son carpinteros y que la sociedad olvidó darles el hacha, el cincel y la madera; ahora saben que está en ellos romper los estigmas y transformar sus vidas en los 12 + 6 meses que dura el acuerdo de corresponsabilidad, pero la preocupación es un sol que quema y encandila.
En cartulinas de colores, con fotografías que muestran a personas de todas las edades participando en actividades en el barrio, se leen nombres como “Festival Cultural y Artístico de Bello Horizonte”, “Torneo de Fútbol del Barrio Bello Horizonte – Sueños y Esperanza”, “Ecobotellas por la Paz” y “Biblioteca Comunitaria”. Mendoza explica: “Muestran los proyectos pedagógicos comunitarios que los jóvenes han elaborado durante estos 5 o 6 meses de programa. ¿Qué son esos proyectos? Son las iniciativas por las cuales los jóvenes proponen soluciones a las problemáticas que hay en su barrio. Entonces, por ejemplo, si hay una problemática de falta de atención a las infancias en el barrio, que resulta que nadie trabaja con los niños, no hay espacios de recreación para los niños. Los jóvenes en paz identifican ese problema y plantean una alternativa”.
La reciente declaración del presidente Gustavo Petro, señalando que el menor capturado por dispararle al precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay hizo parte del programa Jóvenes en Paz, ha generado una ola de estigmatización y violencia simbólica hacia los beneficiarios. Aidé Mendoza considera que la afirmación fue “totalmente inoportuna”, pues desconoce el trabajo realizado en todo el país y ha permitido que se relacione a los jóvenes con hechos delictivos.
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“Nos relacionan directamente con que somos asesinos, drogadictos, personas que no aportamos a la sociedad… No nos imaginamos cuánta carencia hay en la vida de ese joven y de muchos más en todo el país para que haya tomado la decisión incluso de alejarse del programa. Él es víctima de toda una estructura muy grande criminal que realmente no quiere construir paz en este país”, lamenta Mendoza.
A pesar del golpe mediático, los jóvenes mantienen la motivación y el compromiso con sus comunidades. En barrios como Francisco Javier, cada 15 o 20 días organizan espacios recreativos, deportivos y culturales para la infancia, gestionados y liderados por los propios beneficiarios del programa. La participación va mucho más allá de la ejecución: todos apoyan en la logística, la gestión de recursos y la difusión a través de medios comunitarios, también impulsados por los jóvenes. “Creemos que los medios de comunicación comunitarios son muy importantes para contar la realidad de lo que sucede en nuestros barrios”, subraya Mendoza.
En las zonas rurales, las huertas comunitarias en Valencia, Atánquez y La Guitarra son la muestra de que la juventud está dispuesta a seguir adelante, incluso en medio de crisis administrativas y retrasos en la financiación. “Necesitamos continuar con esto”, insisten los jóvenes, que han asumido la corresponsabilidad de aportar a su entorno más allá de la existencia formal del programa.
La coordinadora destaca que, tras ocho meses de trabajo, la conciencia de responsabilidad social ya está arraigada en los participantes. “El programa no tiene una semana o un mes, sino que tiene alrededor de 8 meses, donde la conciencia de su responsabilidad como actores transformadores de los barrios ya ha calado, ya está muy presente”, afirma, convencida de que los jóvenes continuarán sus iniciativas incluso si el acompañamiento institucional se reduce temporalmente.
El proceso de vinculación tampoco ha sido sencillo. Mendoza recuerda que, al inicio, la desconfianza hacia el Estado era generalizada. Sin embargo, la cercanía de los equipos territoriales, muchos de ellos con años de experiencia en procesos organizativos juveniles, permitió un acercamiento genuino. Se realizaron jornadas masivas de preinscripción en los 12 barrios donde funciona el programa, logrando captar el interés de más de 2.200 jóvenes, quienes luego fueron seleccionados según criterios del DNP y el Sisbén.
Cada joven firma un acuerdo de corresponsabilidad: comprometerse a estudiar o continuar su formación, y a desarrollar trabajo comunitario. “Eso es como el compromiso que el joven hace de aquí a 12 meses que dura el programa con transferencia monetaria. Yo voy a cumplir mis actividades de educación. Voy a entrar para estudiar, si no estoy estudiando y si ya estoy estudiando, voy a usar esa formación para fortalecer el tejido comunitario en mi barrio a través de la corresponsabilidad”, explica Mendoza.
La coordinadora advierte que el Estado no puede dejar en el olvido la promesa hecha a más de 28.000 jóvenes en todo el país. “No puede ser que quede la esperanza de una promesa olvidada porque son más de 28.000 jóvenes en todo el país”, concluye, reiterando la necesidad de que el programa siga siendo una política pública que cobije a las juventudes más vulnerables.
Mientras la polémica sigue, en los barrios y veredas los jóvenes de Jóvenes en Paz continúan resistiendo y apostando por la educación, la organización comunitaria y la construcción de paz desde abajo, a pesar de los prejuicios y las dificultades.
Por: Katlin Navarro Luna/ EL PILÓN