El triunfo conseguido a manera histórica por la atleta colombiana Caterine Ibargüen, la tarde del jueves 15 de agosto, la convirtió en la nueva campeona mundial de salto triple al llevarse la medalla de oro en el Mundial de Atletismo de Moscú, con un registro de 14,85 metros, convirtiéndose en la primera saltadora nacional que alcanza el título orbital en un evento de esta categoría. 

Ibargüen consiguió el salto que le dio el título mundial en su segundo intento, superando a la rusa Ekaterina Koneva y a la ucraniana Olha Saladuha, quienes se colgaron las medallas de plata y bronce respectivamente.

Las reacciones en el Cesar fueron inmediatas y EL PILÓN consultó al entrenador y actual miembro de la Liga de Atletismo del Cesar, Freddy González Montero para establecer el beneficio y el pronunciamiento de la división en el departamento 

“Este gran logro de Caterine hace que el atletismo se vaya engrandeciendo en la parte técnica y deportiva, ya tenemos una marca en desarrollo de este deporte con Ximena Restrepo en los 400 metros”. 

Para González Montero, ahora el resultado del magistral logro se reflejará en las regiones dependiendo “de la promoción de los medios y clubes, para incentivar a que los niños miren hacia esa parte y a la liga de atletismo”, recalcó además que antes “se miraba el atletismo que solo era correr; pero se va despegando que es alzar, caminar y correr”. 

Ibargüen logró la marca que le dio el oro en su segunda intervención. En la primera no logró marcar debido a una falta, en el segundo intento, la colombiana marcó un registro de 14.85 y asumió el liderato de la competición, con lo que superó su registro de los Olímpicos de Londres, donde obtuvo la medalla de plata. En el tercer salto, la colombiana marcó 14,69 metros.

La antioqueña venía de ganar la Liga Diamante y el año pasado había sido medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres, confirmando su enorme ascenso con el título mundial de la población localizada a orillas del río Moskvá, en el Distrito Federal Central de la Rusia europea.

Por Carlos Mario Jiménez
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