Aunque hace 27 años, una máquina truncó sus sueños, William Palomino Abeche logró ser futbolista. Fue campeón en varios torneos y ahora se dedica a hacer de todo un poco, hasta tejer sillas, solo con un brazo.
Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
[email protected]
Quienes lo conocían en Becerril sabían que no era nada fácil. Es posible que él también lo supiera; también es probable que nunca faltaron quienes se lo dijeron, pero él predispuso vivir su presente, engavetar su pasado y no imaginar su futuro.
Más allá de la incertidumbre que agobiaba a William Palomino Abeche, también llegaba la recriminación y consejos contrarios a lo que le estaban advirtiendo. Pero el destino se impuso, y no exactamente para darle vuelta a su vida con una sonrisa, pero aquellas penurias que le mostraba su juventud eran más fuertes que sus deseos.
Recién iba a cumplir los veintitrés años -confieso, que me daba mucho temor llegar al tema y solo mí mirada me delató-. Una trituradora de piedra me lo molió, se refería a su brazo derecho. Él narra todo ese episodio sin silenciarse, con un tono achaparrado ante la presencia del joven que lo ha observado hace más de 12 años en las canchas de fútbol de Valledupar.
Entonces William, el vendedor de frutas, futbolista, pintor, tejedor de sillas, panadero, marquetero de cuadros, cuenta su trágica y dura historia vivida cuando soñaba con ingresar a las filas de la Policía Nacional.
Al preguntarle que si sus clientes conocían su historia responde que algunos. En sus labios se refleja una sonrisa -no convencía mucho-, sus ojos se lagrimeaban y estas corrían por sus mejillas, y con su brazo izquierdo me hacía las señales del tiempo pasado, a sabiendas que no es fácil que una persona se reponga de la perdida del 96% de su brazo.
Joda…… más de un año socio, pesado… pero ajá. Luchando con la ayuda de papi y mami seguí adelante y aquí estoy con las mismas: 'El Mocho'- dijo que así lo conocían-era soltero y así las cosas eran más duras.
El accidente
Trabajando con una empresa constructora en la pavimentación en cercanías de La Jagua de Ibirico, la mañana de un 11 de noviembre, William, no se imaginó que sus sueños quedarían truncados por la máquina que llevaba el número 1503.
'El Mocho' me dijo en palabras certeras: pesado compañero…. pero ahí estamos, todavía me acuerdo de ese momento como si fuera ayer. El hecho sucedió hace 27 años y Palomino Abeche, nacido en Chimichagua, Cesar, aún guarda recuerdos escalofriantes.
Su abrigo lo encontró en una cancha junto a un balón de fútbol y un sinnúmero de compañeros que le brindaron su apoyo.
Al indagarlo por su arribo a las canchas, William relata que desde niño le gustaba jugar como aficionado, pero el accidente lo hizo olvidar lo que considera su mejor entretenimiento.
Llévenselo para el lado izquierdo, métanse por ahí que no da' para agarrarlos… pero no todo bien.. bien, bien, bien, me recalcó.
Tejedor de sillas
William señala una silla que estaba tejiendo- para mí es fácil, el zuncho lo tiro con la ayuda del hijo-tiene ocho, pero me dijo que de uno no se sabe el nombre- y se movía de un lado al otro por el inclemente calor que hacía a las 12:30 del medio día cuando recibió a EL PILON en su humilde casa situada en el barrio Los Fundadores.
'El Mocho' regresó a las canchas hace más de 22, su sentido del humor lo hace que se muestre como un hombre especial, lleno de vida y esperanzas. En su pecho ha estampado los escudos de equipos como: ATH, El Cóndor, Villa Míriam, Los Acuña, Los Astros, entre muchos más que me dijo no recordar el nombre.
Hace un año se retiró del fútbol y se dedicó a vender frutas y en ocasiones a reparar sillas. Recorre los barrios La Victoria, El Cerrito, Las Delicias, Dangond, Francisco de Paula y, Los Fundadores.
Su sentido del humor llama la atención, a pesar de que sus 50 años han estado cargados de historias y no de cuentos, habla de manera burlona. Uno viejo, mocho y con un pie partido no aguanta. Más jodido… resaltó al final de la charla.
Aunque William a veces se perturba por ese amargo recuerdo del accidente, su esposa Danis Alvarado lo reconoce como un héroe, sin nadie que, por lo menos, le haga una discriminación.
Aunque hace 27 años, una máquina truncó sus sueños, William Palomino Abeche logró ser futbolista. Fue campeón en varios torneos y ahora se dedica a hacer de todo un poco, hasta tejer sillas, solo con un brazo.
Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
[email protected]
Quienes lo conocían en Becerril sabían que no era nada fácil. Es posible que él también lo supiera; también es probable que nunca faltaron quienes se lo dijeron, pero él predispuso vivir su presente, engavetar su pasado y no imaginar su futuro.
Más allá de la incertidumbre que agobiaba a William Palomino Abeche, también llegaba la recriminación y consejos contrarios a lo que le estaban advirtiendo. Pero el destino se impuso, y no exactamente para darle vuelta a su vida con una sonrisa, pero aquellas penurias que le mostraba su juventud eran más fuertes que sus deseos.
Recién iba a cumplir los veintitrés años -confieso, que me daba mucho temor llegar al tema y solo mí mirada me delató-. Una trituradora de piedra me lo molió, se refería a su brazo derecho. Él narra todo ese episodio sin silenciarse, con un tono achaparrado ante la presencia del joven que lo ha observado hace más de 12 años en las canchas de fútbol de Valledupar.
Entonces William, el vendedor de frutas, futbolista, pintor, tejedor de sillas, panadero, marquetero de cuadros, cuenta su trágica y dura historia vivida cuando soñaba con ingresar a las filas de la Policía Nacional.
Al preguntarle que si sus clientes conocían su historia responde que algunos. En sus labios se refleja una sonrisa -no convencía mucho-, sus ojos se lagrimeaban y estas corrían por sus mejillas, y con su brazo izquierdo me hacía las señales del tiempo pasado, a sabiendas que no es fácil que una persona se reponga de la perdida del 96% de su brazo.
Joda…… más de un año socio, pesado… pero ajá. Luchando con la ayuda de papi y mami seguí adelante y aquí estoy con las mismas: 'El Mocho'- dijo que así lo conocían-era soltero y así las cosas eran más duras.
El accidente
Trabajando con una empresa constructora en la pavimentación en cercanías de La Jagua de Ibirico, la mañana de un 11 de noviembre, William, no se imaginó que sus sueños quedarían truncados por la máquina que llevaba el número 1503.
'El Mocho' me dijo en palabras certeras: pesado compañero…. pero ahí estamos, todavía me acuerdo de ese momento como si fuera ayer. El hecho sucedió hace 27 años y Palomino Abeche, nacido en Chimichagua, Cesar, aún guarda recuerdos escalofriantes.
Su abrigo lo encontró en una cancha junto a un balón de fútbol y un sinnúmero de compañeros que le brindaron su apoyo.
Al indagarlo por su arribo a las canchas, William relata que desde niño le gustaba jugar como aficionado, pero el accidente lo hizo olvidar lo que considera su mejor entretenimiento.
Llévenselo para el lado izquierdo, métanse por ahí que no da' para agarrarlos… pero no todo bien.. bien, bien, bien, me recalcó.
Tejedor de sillas
William señala una silla que estaba tejiendo- para mí es fácil, el zuncho lo tiro con la ayuda del hijo-tiene ocho, pero me dijo que de uno no se sabe el nombre- y se movía de un lado al otro por el inclemente calor que hacía a las 12:30 del medio día cuando recibió a EL PILON en su humilde casa situada en el barrio Los Fundadores.
'El Mocho' regresó a las canchas hace más de 22, su sentido del humor lo hace que se muestre como un hombre especial, lleno de vida y esperanzas. En su pecho ha estampado los escudos de equipos como: ATH, El Cóndor, Villa Míriam, Los Acuña, Los Astros, entre muchos más que me dijo no recordar el nombre.
Hace un año se retiró del fútbol y se dedicó a vender frutas y en ocasiones a reparar sillas. Recorre los barrios La Victoria, El Cerrito, Las Delicias, Dangond, Francisco de Paula y, Los Fundadores.
Su sentido del humor llama la atención, a pesar de que sus 50 años han estado cargados de historias y no de cuentos, habla de manera burlona. Uno viejo, mocho y con un pie partido no aguanta. Más jodido… resaltó al final de la charla.
Aunque William a veces se perturba por ese amargo recuerdo del accidente, su esposa Danis Alvarado lo reconoce como un héroe, sin nadie que, por lo menos, le haga una discriminación.