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General - 10 agosto, 2020

El kankuamo que tejiendo la vida responde a sus golpes

Son 30 años de vivir en Valledupar, ciudad a la que llegó de 29 con conocimientos y cosas por enseñar y aprender.

Stevenson Mindiola muestra su producto, mochilas cuyo valor varía según la calidad y el tamaño.
Stevenson Mindiola muestra su producto, mochilas cuyo valor varía según la calidad y el tamaño.

Stevenson Mindiola Díaz, un indígena de la etnia kankuama a quien le tocó dejar su profesión como docente, a la cual le dedicó quince largos años, por la inconciencia del ser humano luego tuvo que afrontar la pérdida de dos seres queridos y como si fuera poco le tocó luchar por su propia vida.

Cuando el docente de origen atanquero llegó a la capital del Cesar tenía 29 años, la edad en la que Pelé ganó la Copa Mundo de 1970, y la misma en la que Johan Cruiff dijo: “Llegar a los 29 años significa dar el salto de la juventud a la madurez”.

En busca de un mejor futuro Stevenson Mindiola Díaz salió de su natal Atánquez para mejorar su calidad de vida y desde hace más de 30 años la capital del Cesar se convirtió en su segundo hogar, tierra en la que ha vivido momentos de alegría pero también de tristeza.

Luego de culminar sus estudios de biología, su trasegar en el mundo de la docencia comenzaría en Atánquez, allí la Escuela El Triunfo le abriría las puertas a una carrera que se extendió a más de una década.

Pero no solo las ciencias naturales lo hicieron dar a conocer, sino también el área de lengua castellana y en matemáticas, aunque en esta última tuvo que hacerlo de manera provisional porque no había docente de esa materia.

Debido a los problemas de orden público generado por la violencia, que azotó al departamento del Cesar entre los años 1997 y 2005, Mindiola Díaz fue trasladado a la Valledupar, donde su siguiente lugar de labores sería la escuela Joaquín Ochoa Maestre, allí estuvo una década hasta que por factores externos tuvo que  abandonar su profesión.

Me retiré de la docencia por un problema con un  padre de familia que me amenazó con arma de fuego en mano luego que su hijo le pusiera quejas porque, según el alumno, yo no lo corregí como se debía. Al ver que ya no se podía educar correctamente decidí dejar la docencia y dedicarme al comercio de mochilas”, dijo el exdocente.

SU ETAPA COMO COMERCIANTE

“Kankuamo que se respete no se queda en un mismo lugar o un mismo trabajo”, así define Mindiola su transición en la que pasó de docente a comerciante de mochilas, otro de los talentos que le han ayudado a seguir adelante.

El arranque de su etapa como vendedor fue con tan solo ocho mochilas, pero con el paso del tiempo y los rumores de sus primeros compradores el negocio se expandió, a tal punto que en pocos meses ya no solo eran compradores de Valledupar, sino de distintas partes del país.

De fabricar 8 ejemplares pasó a 150 y la cuenta seguía aumentando, así mismo la variedad de sus productos artesanales, pues no solo eran mochilas arhuacas, sino que a su variedad comercial le sumó un producto de su tierra: la tradicional mochila kankuama.

Sin embargo, luego de 12 años de éxitos vendiendo sus mochilas artesanales, lo que no pudo hacer la violencia y tampoco la inseguridad, lo hizo la covid-19.

Con la llegada del coronavirus las ventas cayeron estrepitosamente, en mi caso en un 80 % debido a que la mayoría de mis clientes llegaban a mi casa, pero ahora son pocas las mochilas que puedo vender”.

Y así, los buenos momentos quedaron en anécdotas de años en los que llegó a tener conexiones comerciales con compradores de Medellín, Barranquilla, Sabana Larga, Fundación y en gran parte de La Guajira.

A mi casa llegaban hasta cinco compradores y vendía entre 40 y 60 mochilas, recaudando al mes una cifra entre los tres y cuatro millones de pesos, pero las ventas se desplomaron y ahora es prácticamente un milagro vender una mochila semanalmente”, agregó el docente y comerciante.

GOLPES DE LA VIDA

Como si el destino estuviera ensañado con el oriundo de Atánquez, después de dejar su tierra y huir de la violencia, posteriormente tener que abandonar su profesión por amenazas de muerte, finalmente la desgracia tocó a su puerta en el barrio Villa Mirian, donde por robarle un celular uno de sus hijos fue asesinado y tiempo después perdería a su esposa por causas naturales, incluso su propia vida estuvo en riesgo, pero logró salir airoso en un asalto que se produjo en su vivienda.

Corría el mes de septiembre de 2019 cuando lo que parecía una jornada normal de labores se convirtió en una escena casi de película en la que hubo disparos de ambas partes.

Según relató Mindiola, cuatro personas descendieron de tres motocicletas, uno de los sujetos lo amenazó con el arma de fuego mientras los otros cortaban las cuerdas donde estaban ubicadas 36 mochilas arhuacas avaluadas en 150 mil pesos cada una.

Eran alrededor de las dos de la tarde cuando se produjeron los hechos. Yo estaba armado y cuando la persona que me sujetaba me soltó para escapar yo corrí hacia la casa, les hice dos disparos pero no pude impactar a ninguno de los malhechores. Uno de los tiros dio en la pared frontal de la casa de Claudio Díaz, padre de Farid Díaz, quien tenía la costumbre de sentarse en la terraza pero ese día -como mandado de Dios- no salió”. Relató Mindiola.

Luego de ese hecho en el que puso su vida en riesgo, Stevenson Mindiola sigue sacando a la venta sus mochilas con la esperanza que los tiempos de antaño vuelvan, tiempos en los que  se daba el lujo de no salir de su casa para tener que ganar dinero.  Hoy la situación no es la misma, pero este “kankuamo hasta la cacha” no pierde la fe y espera que todo vuelva a ser como antes o por lo menos lo más parecido posible.

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10 agosto, 2020

El kankuamo que tejiendo la vida responde a sus golpes

Son 30 años de vivir en Valledupar, ciudad a la que llegó de 29 con conocimientos y cosas por enseñar y aprender.


Stevenson Mindiola muestra su producto, mochilas cuyo valor varía según la calidad y el tamaño.
Stevenson Mindiola muestra su producto, mochilas cuyo valor varía según la calidad y el tamaño.

Stevenson Mindiola Díaz, un indígena de la etnia kankuama a quien le tocó dejar su profesión como docente, a la cual le dedicó quince largos años, por la inconciencia del ser humano luego tuvo que afrontar la pérdida de dos seres queridos y como si fuera poco le tocó luchar por su propia vida.

Cuando el docente de origen atanquero llegó a la capital del Cesar tenía 29 años, la edad en la que Pelé ganó la Copa Mundo de 1970, y la misma en la que Johan Cruiff dijo: “Llegar a los 29 años significa dar el salto de la juventud a la madurez”.

En busca de un mejor futuro Stevenson Mindiola Díaz salió de su natal Atánquez para mejorar su calidad de vida y desde hace más de 30 años la capital del Cesar se convirtió en su segundo hogar, tierra en la que ha vivido momentos de alegría pero también de tristeza.

Luego de culminar sus estudios de biología, su trasegar en el mundo de la docencia comenzaría en Atánquez, allí la Escuela El Triunfo le abriría las puertas a una carrera que se extendió a más de una década.

Pero no solo las ciencias naturales lo hicieron dar a conocer, sino también el área de lengua castellana y en matemáticas, aunque en esta última tuvo que hacerlo de manera provisional porque no había docente de esa materia.

Debido a los problemas de orden público generado por la violencia, que azotó al departamento del Cesar entre los años 1997 y 2005, Mindiola Díaz fue trasladado a la Valledupar, donde su siguiente lugar de labores sería la escuela Joaquín Ochoa Maestre, allí estuvo una década hasta que por factores externos tuvo que  abandonar su profesión.

Me retiré de la docencia por un problema con un  padre de familia que me amenazó con arma de fuego en mano luego que su hijo le pusiera quejas porque, según el alumno, yo no lo corregí como se debía. Al ver que ya no se podía educar correctamente decidí dejar la docencia y dedicarme al comercio de mochilas”, dijo el exdocente.

SU ETAPA COMO COMERCIANTE

“Kankuamo que se respete no se queda en un mismo lugar o un mismo trabajo”, así define Mindiola su transición en la que pasó de docente a comerciante de mochilas, otro de los talentos que le han ayudado a seguir adelante.

El arranque de su etapa como vendedor fue con tan solo ocho mochilas, pero con el paso del tiempo y los rumores de sus primeros compradores el negocio se expandió, a tal punto que en pocos meses ya no solo eran compradores de Valledupar, sino de distintas partes del país.

De fabricar 8 ejemplares pasó a 150 y la cuenta seguía aumentando, así mismo la variedad de sus productos artesanales, pues no solo eran mochilas arhuacas, sino que a su variedad comercial le sumó un producto de su tierra: la tradicional mochila kankuama.

Sin embargo, luego de 12 años de éxitos vendiendo sus mochilas artesanales, lo que no pudo hacer la violencia y tampoco la inseguridad, lo hizo la covid-19.

Con la llegada del coronavirus las ventas cayeron estrepitosamente, en mi caso en un 80 % debido a que la mayoría de mis clientes llegaban a mi casa, pero ahora son pocas las mochilas que puedo vender”.

Y así, los buenos momentos quedaron en anécdotas de años en los que llegó a tener conexiones comerciales con compradores de Medellín, Barranquilla, Sabana Larga, Fundación y en gran parte de La Guajira.

A mi casa llegaban hasta cinco compradores y vendía entre 40 y 60 mochilas, recaudando al mes una cifra entre los tres y cuatro millones de pesos, pero las ventas se desplomaron y ahora es prácticamente un milagro vender una mochila semanalmente”, agregó el docente y comerciante.

GOLPES DE LA VIDA

Como si el destino estuviera ensañado con el oriundo de Atánquez, después de dejar su tierra y huir de la violencia, posteriormente tener que abandonar su profesión por amenazas de muerte, finalmente la desgracia tocó a su puerta en el barrio Villa Mirian, donde por robarle un celular uno de sus hijos fue asesinado y tiempo después perdería a su esposa por causas naturales, incluso su propia vida estuvo en riesgo, pero logró salir airoso en un asalto que se produjo en su vivienda.

Corría el mes de septiembre de 2019 cuando lo que parecía una jornada normal de labores se convirtió en una escena casi de película en la que hubo disparos de ambas partes.

Según relató Mindiola, cuatro personas descendieron de tres motocicletas, uno de los sujetos lo amenazó con el arma de fuego mientras los otros cortaban las cuerdas donde estaban ubicadas 36 mochilas arhuacas avaluadas en 150 mil pesos cada una.

Eran alrededor de las dos de la tarde cuando se produjeron los hechos. Yo estaba armado y cuando la persona que me sujetaba me soltó para escapar yo corrí hacia la casa, les hice dos disparos pero no pude impactar a ninguno de los malhechores. Uno de los tiros dio en la pared frontal de la casa de Claudio Díaz, padre de Farid Díaz, quien tenía la costumbre de sentarse en la terraza pero ese día -como mandado de Dios- no salió”. Relató Mindiola.

Luego de ese hecho en el que puso su vida en riesgo, Stevenson Mindiola sigue sacando a la venta sus mochilas con la esperanza que los tiempos de antaño vuelvan, tiempos en los que  se daba el lujo de no salir de su casa para tener que ganar dinero.  Hoy la situación no es la misma, pero este “kankuamo hasta la cacha” no pierde la fe y espera que todo vuelva a ser como antes o por lo menos lo más parecido posible.