Con encomiable sentimiento familiar mi querido primo hermano José Manuel Aponte Martínez, y con insistencia persistente, me ha animado a escribir algo para retrasar lo más posible el olvido inexorable, la memoria de mi padre y de su tío Pedro Nel Aponte Marzal. Tarea difícil cuando él no fue un héroe, sino solo un hombre común y corriente, pero, sí un punto de referencia obligado en el desarrollo de nuestra región, y recipiente de inolvidables aconteceres familiares.
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Ha sido costumbre de nuestras gentes, habitantes de la región de la hoya del cesar y Ranchería (sur de la antigua Provincia de Padilla y de Valledupar), distinguir a personas sencillas, con marcado acento ciudadano, que aún sin ostentar bienes de fortuna, inspiren respeto y por lo tanto acato; al hombre con la distención de don y a la mujer doña y aún más con inigualable cariño, ‘niña’.
Así, recordamos a don Roberto Hinojosa y a don Lucas Monsalvo y a doña Alicia Villazón en Valledupar o en Villanueva a don José Manuel Martínez a doña Rosa Quintero, a don Aníbal Daza, don Rafael Martínez, o a don José Daza o a don Juan Orozco, para citar algunos ejemplos al azar. Tal es el caso de Pedro Nel Aponte Marzal, hijo de Villanueva y urumitero a toda prueba.
Fue hombre de lucha en el trabajo diario con varios logros en empresas agrícolas como la “Retirada” en cultivo de caña de azúcar con producción de panela, en la población de la Jagua del Pilar, o ganadería en las vegas del Cesar, los Venados, en las fincas “El Limón y el Perro”, o en la misma Jagua del Pilar, en “San José” y la “Sombra”.
Como ciudadano se desempeñó dos veces en la alcaldía del municipio de Villanueva y durante los años de la violencia política en el municipio de Robles (La Paz) en los momentos de los trágicos sucesos del año 51. Fue ecuánime, conciliador reconocido por el partido contrario, el liberal, y respetado y acatado por el propio: el conservador.
No dejó resentimientos, solo reconocimientos. ¿Cuál fue su virtud? Como hombre recto, el carácter, y así imprimía respeto y lograba el sometimiento después de ponderado raciocinio. Allá en la Paz, alternó su amistad en medio del fragor del combate con todas las personalidades, de la talla de Pedro Olivella, Narciso Martínez Zuleta, Manuel Moscote Cote, el último liberal radical, Hernando Morón Canales, Víctor Aroca, José Antonio Morón, Luis Camilo Morón, Eladio Miguel López, Francisco Mendoza y matronas hacendosas como Leticia Araujo de Pinto, Perfecta Murgas, madre de sus hijos José Antonio y Melba; Eloísa Raquel de Morón, María Calderón de López, América de Mendoza y muchas más, que se escapan a mi memoria.
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Contertulio amigable de Manuel Zapata Olivella, médico, antropólogo y folclorista; también de Gustavo Romero Hernández, médico rural, luego ministro de Salud en la administración de Carlos Lleras Restrepo. Su conducta política transcurrió sin tacha, tanto que sus contrarios lo preferían como burgomaestre a cualquier otro, porque lo consideraban como una garantía y protección para sus vidas. Su personalidad ostentaba capacidad e inteligencia para lograr amistades perennes y reconocidas; buen relacionista en las cercanas y lejanas regiones de su discurrir. Su amistad con el maestro Rafael Escalona, como anfitrión de su casa en Urumita, le permitió la inspiración para que el maestro compusiera bajo el amparo de su hogar, las célebres: “Casa en el aire”, “Mariposa urumitera” y “El compadre Tomás”, todas de audiencia universal.
El caribe colombiano y aún la hoya del Cesar y Ranchería, que es mediterránea, según rigurosos estudios antropológicos y sociológicos, es la zona del continente americano depositaria del mayor mestizaje humano, desde las islas Antillanas mayores y menores, un crisol de corrientes de inmigrantes tan diverso, como indúes, pakistaníes, chinos, ingleses, franceses, españoles, bangladesíes, llegaron por Riohacha, a mezclarse en esta tierra donde acaece la mayor luminosidad del mundo.
Así lo afirman las investigaciones israelíes practicadas para el estudio de la cuenca acuífera desde la población de Fonseca, Guajira, hasta Codazzi, Cesar. Alguna influencia debe tener ese patrón físico sobre la producción de las endorfinas y catecolaminas en nuestros cerebros mestizos del Cesar y Guajira. ¿Como influyen en nuestro temperamento?, he ahí el gran interrogante.
El estudio de nuestro genoma con toda seguridad descubrirá rasgos de adn indú (bisabuelo olmedo), inglés (Marshall), Cariachile, italiano por los Aponte, y ya que formó su hogar con Blasina López Baquero, genes de español con los Mestre, el portugués (Murgas), judío por los López, andaluz por los Gutiérrez de Piñeres, santandereano por los Clavijo. Por eso, su gran contribución al desarrollo de Valledupar con sus hijos: Luciano Aponte, Enrique Aponte con su esposa Luisa Baute, Beatriz Aponte, Clara Aponte de Villazón y Josefina Aponte, Carlos Aponte con Pilar Peláez, logros en la labor social, hitos en la medicina, progreso con el Sena y Corfimujer. Clara aponte de Villazón, madre del cantante Iván Villazón (“El gallo fino del vallenato”) y como alma madrina en todas las realizaciones políticas de Crispín Villazón, su esposo, como ministro, parlamentario o alcalde de Valledupar.
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A Carlos Aponte, el renombrado Cabiche, habría que anotarle, la hazaña de haber criado el gallo más célebre de la región, el mítico ‘Tuntuneco’, por el nombre de la canción de la época, capaz de resolver peleas a los 30 segundos. José Fernando y Julio Eduardo forjadores de hogares a imitar, héroes de la diaria laboriosidad. La inolvidable Rosario, mártir en nuestra memoria del infortunado accidente de aviación con sus dos pequeños niños; emprendedora y visionaria, maestra inigualable en el manejo de las relaciones interfamiliares. Y por último nuestra querida Elvin Aponte Molina, abnegada y sincera en la hermandad.
José Antonio Murgas Aponte, político e intelectual de altos quilates, ministro, gobernador, embajador y creador del departamento del Cesar e incuestionable motor político de su desarrollo de acrisolada y comprobada honestidad pública.
No hay obra de interés comunitario en Urumita, donde residió toda su vida, que no hubiera tenido su impulso creador. Convocando destinos e impulsando voluntades. Supo frenar desafueros accidentales como ocurren en cualquier comunidad. Dios guarde su memoria y nosotros su recuerdo.
Su hijo Luciano Aponte López.
Luciano Aponte López/EL PILÓN