En un verdadero problema de orden público se han convertido los enfrentamientos de los tradicionales vendedores de fritos del corregimiento de Mariangola, quienes reclaman igualdad, debido a que unos están autorizados para vender y otros no. Estos últimos han enfrentado a los que sí pueden expender, situación que ha sido disuadida por agentes de la policía nacional.
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Históricamente el corregimiento de Mariangola se ha destacado por la venta de los exquisitos fritos, como empandas, carimañolas, arepuelas y ‘arepaehuevo’, entre otros. Antes de la llegada de la pandemia, desde las cuatro de la mañana las clásicas vendedoras se ubicaban a lado y lado de la vía nacional que une a Valledupar con Bosconia y que se convirtió en parada obligada para quienes viajaban atravesando dicho corregimiento.
En esta época de covid-19 este comercio del que dependen más de 10 familias se ha visto afectado inicialmente por el decreto de confinamiento total y cierre de dichas ventas, decisión que acataron todos. Con la reapertura gradual que ordenó el Gobierno nacional, se ha generado una polémica por las reglas acordadas por la inspección y la Policía para regular las ventas.
Sujetos al decreto presidencial de vender comidas solo a domicilio, se concretó con los vendedores de fritos de Mariangola que pueden hacerlo los que tengan sus vitrinas en su casa y fríen los productos al interior de las mismas.
“Eso ha sido una situación difícil para este gremio que se gana la vida con el diario. Hay vendedoras que tienen su alar (especie de terrazas) en sus casas y allí ponen su vitrina, guardando además los protocolos de bioseguridad y evitando la aglomeración”, dijo Juan Granados Montero, corregidor de Mariangola.
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Sin embargo, hay otros vendedores que tienen cacetas pegadas a la carretera. La venta en dichas cacetas no está autorizada y aquellos que no pueden vender inconformes llegaron hasta donde los que lo hacen en sus casas y ardió troya.
“Se produjo un enfrentamiento entre ellos y hubo intervención de la policía generando unos comparendos. La verdad no había lugar a eso porque las que tienen sus casas en la carretera y venden con las medidas que acordamos de evitar también la aglomeración, son privilegiadas; los de las cacetas no están autorizados para eso”, agregó Granados Montero.
TODOS QUIEREN SUBSISTIR
Cecilia Ustáriz lleva toda una vida vendiendo arepuelas, empanadas y caribañolas en Mariangola. “Tengo un corredor grande en mi casa. Vendo a un metro de la terraza instalé cinta preventiva para evitar la aglomeración; uso guantes, delantal, tapabocas y tenemos servilletas. No he tenido problemas, lo que sí se han bajado son mis ventas hasta en un 60 %”, aclaró.
Otro sector que basa su comercio en los pocos vehículos que atraviesan el pueblo, son los vendedores de aguacates, limón y otros productos típicos de la región. Es una microeconomía que también se ha visto afectada al igual que todos por la llegada de la covid-19 y por las medidas de restricción que ordenó el Gobierno nacional.
“Como ese es un producto que viene directamente del campesinado de la región, nosotros los organizamos con un pico y día. Los dividimos en grupos, unos tienen unos días estipulados para que vendan y otros lo hacen en otros días y con ellos no ha habido problema alguno”, asegura el corregidor.
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El corredor vial es peligroso como vector para el contagio de la covid-19, Mariangola está entre Valledupar y Bosconia y de ahí indirectamente conectada con las poblaciones y municipios que están en la vía a Barranquilla y en el otro sentido al interior del país, muchas de esas localidades tienen casos positivos confirmados. De ahí la importancia de mantener el cuidado y la protección del pueblo y el evitar el contacto social con los camioneros, conductores de buses y vehículos particulares.
Para el corregidor sería bueno que la administración municipal brindara otro tipo de ayuda a una población que supera los 7 mil habitantes en su mayoría campesinos y personas de escasos recursos. Al iniciar la pandemia fueron repartidos mercados a algunos de la comunidad, no obstante, hoy el panorama es caótico y hay muy pocas fuentes de trabajo y de subsistencia.
JOSÉ URBANO CÉSPEDES/ EL PILÓN