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La misteriosa mujer del Parque de los Algarrobillos

Esta crónica se adentra en el corazón de esos relatos inmortales: los mitos y leyendas que, generación tras generación, siguen tejiendo el tapiz invisible de nuestra identidad. Prepárense para cruzar el umbral donde la ficción se confronta así misma y el miedo es la única regla.

La Mujer del Algarrobillo-

La Mujer del Algarrobillo-

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Esta crónica se adentra en el corazón de esos relatos inmortales: los mitos y leyendas que, generación tras generación, siguen tejiendo el tapiz invisible de nuestra identidad. Prepárense para cruzar el umbral donde la ficción se confronta así misma y el miedo es la única regla.

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La madrugada estaba más fría y oscura que nunca. Sergio, aún con el eco de la música en la cabeza, se levantó de la parranda en el barrio Los Cocos. Tambaleante, tomó su moto y emprendió camino hacia el barrio Doce de Octubre, donde vivía.

Al pasar por el Parque de los Algarrobillos, algo le hizo frenar. En la esquina, bajo la luz mortecina de un poste, estaba una mujer. Llevaba un vestido de lentejuelas plateadas que destellaban con cada paso, una silueta perfecta y una cabellera larga que le caía hasta la cintura.

Entre curioso y embriagado, Sergio se dejó llevar por el embrujo de aquella figura. Aceleró despacio la moto y comenzó a seguirla, lanzando un silbido y ese sonido característico del hombre Caribe cuando una mujer le parece irresistible.

Ella no volteaba, pero su andar parecía coquetearle. Taconeaba despacio, con elegancia, en dirección al colegio de la Policía. Sergio sonreía, convencido de que aquella mujer lo estaba provocando.

Pero al llegar a la esquina del colegio… desapareció.

Frenó en seco. Miró a un lado y al otro, y no vio a nadie. Entonces sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La pulsera Cancuama que llevaba en su muñeca izquierda —un amuleto que le había regalado su abuelo— comenzó a apretarle la piel, casi cortándole la circulación.

“No es de este mundo…”, pensó.

Intentó encender la moto, pero el motor se apagó de golpe. En ese instante, una voz ronca y profunda le susurró al oído:
Me entregas todo…

Sergio volteó. Frente a él había una figura vestida de mujer, pero con facciones duras, deformes, casi masculinas. En su mano sostenía un revólver plateado apuntándole al pecho.

Me entregas todo —repitió la voz.

Temblando, Sergio entregó su billetera, el dinero, la cadena y el reloj.
—¿Y la moto? —preguntó aquella figura con un tono burlón.

Sergio asintió y dejó las llaves puestas.
Corre hacia los Algarrobillos, pero cuidado te devuelves… o te metes —le ordenó.

Corrió sin mirar atrás. Sentía las piernas flojas, el aire escaso. Cuando llegó al CAI de la Policía, apenas podía hablar. Contó lo ocurrido, aunque omitió lo de la mujer, lo del travesti, lo del susurro. Solo dijo, con la cabeza gacha:
—Me atracaron cuatro hombres en el parque.

Nunca apareció la moto. Ni el dinero. Ni el reloj.

Semanas después, Sergio se enteró de algo que le heló la sangre. Un taxista contó haber visto, varias noches seguidas, a una mujer con vestido plateado y cabello largo, parada en la misma esquina del colegio de la Policía. Cada vez que alguien se le acercaba, desaparecía.

Otros decían que era el espíritu de un hombre asesinado años atrás en ese parque, cuando lo atracaron vestido de mujer. Que su alma no encontró descanso y desde entonces vaga por el lugar, atrapando a quienes se dejan seducir por su brillo.

Sergio no volvió a pasar por los Algarrobillos. Y cada vez que siente que la pulsera Cancuama se le aprieta, sabe que algo anda cerca… Que ella —o eso— sigue rondando el mismo sitio, buscando a su próxima víctima.

Dicen que si de madrugada escuchas unos tacones y ves un destello plateado frente al colegio de la Policía… no mires atrás.
Porque puede que no regreses.

Por Juan David Carrillo, estudiante de Comunicación Social de la Andina

Temas tratados
  • barrio 12 de Octubre
  • barrio Los Cocos
  • colegio de la Policía
  • Cuento Corto
  • historias de miedo
  • La Mujer de Lentejuelas Plateadas
  • leyendas urbanas
  • Parque de Los Algarrobillos
  • terror vallenato
  • valledupar

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