El profesor Fabio Zambrano, director del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional, afirma que, además de la transferencia de control al Estado, otro elemento que transformó el atentado a las Torres Gemelas fue el de la privatización de la lucha contra el terrorismo.
Los atentados del 11-S transformaron la vida urbana. Lo hicieron profundamente y de manera muy sutil. El contraterrorismo se posicionó como un elemento fundamental en el día a día de la vida urbana y se gestó una mayor vigilancia de parte de la vida privada y pública por parte de los organismos de inteligencia de muchas ciudades del mundo, en especial de Estados Unidos y Europa.
El profesor Fabio Zambrano Pantoja, director del Instituto de Estudios Urbanos (IEU), de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), afirma que, además de la transferencia de control al Estado, otro elemento importante que transformó el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, hace 20 años, fue el de la privatización de la lucha contra el terrorismo.
“Hubo un aumento de asesores, consultores, empresas de seguridad, industrias, etc. El Estado ha transferido a los privados buena parte de las actividades relacionadas con la seguridad de los ciudadanos”, recuerda.
Por ejemplo, y aunque en Colombia el impacto de las medidas de seguridad instauradas desde entonces no han sido tan radicales, sí se evidencia una transformación en varios aspectos de la vida, la manera de acceder a los aeropuertos, a los edificios oficiales, hoy parece cotidiano.
El profesor Andrés Molano Rojas, de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, amplía que las condiciones de vida de las ciudades cambiaron no solo porque se normalizaron aspectos que antes eran inusuales como el despliegue de las fuerzas de seguridad, la práctica de controles asociados con el terrorismo o el cierre de vías importantes, sobre todo en las zonas céntricas o históricas.
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Hoy es normal el uso de perros antiexplosivos para acceder a algunos centros comerciales, la ubicación de sensores para detectar armas. o el uso de cámaras de vigilancia en el espacio público que capturan imágenes de los ciudadanos.
El profesor Zambrano señala que “hace dos años, en Londres, se realizó un estudio que evidencia que de un ciudadano que se moviliza por la ciudad se pueden tomar hasta 300 imágenes en promedio durante un día”.
Lo paradójico de esta vigilancia constante de la vida pública es que los ciudadanos piden más controles. “La destrucción de la confianza genera una pérdida de cohesión social, que es lo que permite actuar en el espacio público como ciudadanos”.
El experto Molano señala que, al provocar esta respuesta, el terrorismo introduce una suerte de Estado de excepción en materia de seguridad ciudadana. “Por eso vemos que después de un gran incidente terrorista se adoptan legislaciones especiales –la Ley Patriota en Estados Unidos, por ejemplo– que amplía la capacidad de control del Estado, la vigilancia de las comunicaciones personales, los mecanismos judiciales especiales con involucrados y las restricciones a las libertades individuales”, subraya.
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En relación con la transformación de la vida urbana que trajeron consigo los atentados del 11-S, el experto Molano destaca el carácter comunicacional y esencialmente urbano del terrorismo.
“El terrorismo es un invento del siglo XIX y está asociado con el desarrollo de las ciudades, son ellas su escenario privilegiado. Este empieza a manifestarse con los magnicidios, uno muy importante, y que provocó en parte el inicio de la Primera Guerra Mundial, fue el del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, en junio de 1914”, recuerda.
Agrega que la ciudad es el escenario privilegiado del terrorismo por varias razones: porque busca generar la mayor zozobra con la mayor economía de medios y porque la opinión pública que define el comportamiento político de las sociedades es, sobre todo, urbana.
El terrorismo transmite su mensaje a través del ataque a símbolos: a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, ubicadas en el centro del poder financiero de Estados Unidos; a los trenes de cercanías de Madrid, el 11 de marzo de 2004, y al Metro de Londres, el 7 de julio de 2005, símbolos de la movilidad de los ciudadanos. “Las ciudades son depósitos de símbolos, de identidad, de referencias históricas”, sostiene.
Por: Universidad Nacional
El profesor Fabio Zambrano, director del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional, afirma que, además de la transferencia de control al Estado, otro elemento que transformó el atentado a las Torres Gemelas fue el de la privatización de la lucha contra el terrorismo.
Los atentados del 11-S transformaron la vida urbana. Lo hicieron profundamente y de manera muy sutil. El contraterrorismo se posicionó como un elemento fundamental en el día a día de la vida urbana y se gestó una mayor vigilancia de parte de la vida privada y pública por parte de los organismos de inteligencia de muchas ciudades del mundo, en especial de Estados Unidos y Europa.
El profesor Fabio Zambrano Pantoja, director del Instituto de Estudios Urbanos (IEU), de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), afirma que, además de la transferencia de control al Estado, otro elemento importante que transformó el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, hace 20 años, fue el de la privatización de la lucha contra el terrorismo.
“Hubo un aumento de asesores, consultores, empresas de seguridad, industrias, etc. El Estado ha transferido a los privados buena parte de las actividades relacionadas con la seguridad de los ciudadanos”, recuerda.
Por ejemplo, y aunque en Colombia el impacto de las medidas de seguridad instauradas desde entonces no han sido tan radicales, sí se evidencia una transformación en varios aspectos de la vida, la manera de acceder a los aeropuertos, a los edificios oficiales, hoy parece cotidiano.
El profesor Andrés Molano Rojas, de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, amplía que las condiciones de vida de las ciudades cambiaron no solo porque se normalizaron aspectos que antes eran inusuales como el despliegue de las fuerzas de seguridad, la práctica de controles asociados con el terrorismo o el cierre de vías importantes, sobre todo en las zonas céntricas o históricas.
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Hoy es normal el uso de perros antiexplosivos para acceder a algunos centros comerciales, la ubicación de sensores para detectar armas. o el uso de cámaras de vigilancia en el espacio público que capturan imágenes de los ciudadanos.
El profesor Zambrano señala que “hace dos años, en Londres, se realizó un estudio que evidencia que de un ciudadano que se moviliza por la ciudad se pueden tomar hasta 300 imágenes en promedio durante un día”.
Lo paradójico de esta vigilancia constante de la vida pública es que los ciudadanos piden más controles. “La destrucción de la confianza genera una pérdida de cohesión social, que es lo que permite actuar en el espacio público como ciudadanos”.
El experto Molano señala que, al provocar esta respuesta, el terrorismo introduce una suerte de Estado de excepción en materia de seguridad ciudadana. “Por eso vemos que después de un gran incidente terrorista se adoptan legislaciones especiales –la Ley Patriota en Estados Unidos, por ejemplo– que amplía la capacidad de control del Estado, la vigilancia de las comunicaciones personales, los mecanismos judiciales especiales con involucrados y las restricciones a las libertades individuales”, subraya.
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En relación con la transformación de la vida urbana que trajeron consigo los atentados del 11-S, el experto Molano destaca el carácter comunicacional y esencialmente urbano del terrorismo.
“El terrorismo es un invento del siglo XIX y está asociado con el desarrollo de las ciudades, son ellas su escenario privilegiado. Este empieza a manifestarse con los magnicidios, uno muy importante, y que provocó en parte el inicio de la Primera Guerra Mundial, fue el del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, en junio de 1914”, recuerda.
Agrega que la ciudad es el escenario privilegiado del terrorismo por varias razones: porque busca generar la mayor zozobra con la mayor economía de medios y porque la opinión pública que define el comportamiento político de las sociedades es, sobre todo, urbana.
El terrorismo transmite su mensaje a través del ataque a símbolos: a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, ubicadas en el centro del poder financiero de Estados Unidos; a los trenes de cercanías de Madrid, el 11 de marzo de 2004, y al Metro de Londres, el 7 de julio de 2005, símbolos de la movilidad de los ciudadanos. “Las ciudades son depósitos de símbolos, de identidad, de referencias históricas”, sostiene.
Por: Universidad Nacional