Walter Arland nace en el epicentro de la Sierra Nevada de Santa Marta, custodiado por los imponentes cerros de Juaneta, Loma Blanca y Piedra Lisa.
Walter Arland nace en el epicentro de la Sierra Nevada de Santa Marta, custodiado por los imponentes cerros de Juaneta, Loma Blanca y Piedra Lisa. Circundado por las cristalinas aguas de los ríos Candela y Chicuinya en la paradisiaca población de Atánquez. Su personalidad es cálida y transparente, y nos dice: “El mejor crítico de arte es el que se deja llevar por el sentimiento. Es desprevenido, espontáneo, saborea lo que tiene a la vista”.
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Al estilo de Gaudí quien nace de una familia de artesanos, guardadas las proporciones, Walter nació en el seno de una familia cuya vida y algunas memorias en parte giran alrededor de diseños y tejidos que transmiten su propia historia e identidad, simetría y variedad de diseños que comunican sus propios mensajes; en la familia de Walter, desde su madre doña Oilda Ariza de Arland, y su abuela tejían mochilas y quien sabe cuántas generaciones atrás, diseñando caminos y arabescos guardianes de la memoria de sus ancestros, ambiente donde también pervivía la creatividad de su padre José Celestino Arland, un ebanista, quien en sus obras dejaba plasmado el buen gusto y creatividad al tallar la madera, y de un abuelo con ancestros franceses.
En 1985 es seleccionado para participar en el Salón Nacional de Arte con 10 artistas más de la costa Caribe, donde es premiado por su obra ‘El tinajero de mi abuela cuando era nuevo’. En algunas de sus obras es notoria la influencia de su entorno, de lo autóctono. De su cotidianidad de niño rescata la casa vallenata con su característica decoración de taburetes, mecedoras, tinajeros, sombrereros. Esas ventanas por donde se filtra una luz tenue que protege de los rayos fuertes, de los vientos, del aire frío de la Sierra Nevada. Son elementos de los interiores a cuya evolución le imprime un sello abstracto. El artista comienza a incursionar en arte pop con un tinajero y ‘Después de la parranda’.
Otro de los motivos de inspiración son los calabazos (1985-1986), a veces a manera de representaciones eróticas, con una marcada influencia surrealista de Salvador Dalí. Sus bodegones con influencia minimalista donde trasluce la complacencia que experimenta al pintar la naturaleza con la que ha convivido, diversidad de frutas tropicales: mangos, mamones de colores fuertes. ¿Naturaleza muerta? Así lo denomina el arte, pero sentimos el olor, sabor, la degustamos. Ahí está plasmada otra de las experiencias de su niñez “salir a manguear”, competir con su hermano a ver quién encontraba primero el mango más apetitoso.
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Es notoria la influencia de Francisco Zurbarán. Arland nos dice: “No es plasmar lo que uno ve, sino darle vida, imprimirle un toque mágico que surge espontáneo”. Tendencias clásicas embrolladas con el realismo mágico, caminando a la par con el arte contemporáneo. Resultado también de su talento innato, y los estudios en la Escuela de Bellas Artes de Valledupar y en Bogotá en los talleres de grabado del maestro Umberto Giangrandi; de escultura, Rafael Franco, y el seminario ‘Acercándose al Arte Contemporáneo’ de la Universidad Nacional Bogotá
La parranda vallenata es otro de sus temas recurrentes, donde orienta su cocina del arte al más mínimo detalle, no son sólo acordeón y acordeoneros, el conjunto musical, sino todo el desbarajuste después de la fiesta, el borracho desparramado en un taburete, botellas, colillas por aquí y por allá, el caos.
No podía faltar el paisaje como motivo de inspiración, influenciado por el entorno de la Sierra Nevada de Santa Marta, surge por los años 2010 con una mayor madurez artística, más contemporáneo, resultado del estudio de Vermeer y Rembrandt y los pintores del Renacimiento. No escapan a su pincel los algodonales. En su magnífica y diversa obra encontramos una serie de dibujos, algunos representan mujeres gordas inspiradas en las urnas funerarias precolombinas y un poco en el maestro Grau. Trasciende lo local, nacional e internacional para trasegar por el pop contemporáneo
Estudioso, disciplinado, inquieto siempre está explorando nuevas formas de ver el arte. “He trabajado paralelamente los temas. En el momento hago énfasis en la escultura contemporánea ajustada a los fenómenos del arte actual”. Las concebidas en acero jugando con el equilibrio y la forma hasta lograr una composición lo más cercano a la perfección, agradable a la vista. Los bronces: desde aquí ha llevado torsos femeninos a la escultura en las tres dimensiones. En esta serie están: ‘Monumento a las víctimas de la violencia’, ‘El acordeón’, ‘Las trinitarias’ y ‘La Custodia’, una de la series denominada ‘Exposición a Escalona’ realizada en 2010.
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Es diversa y hermosísima la calidad, variedad de estilos e influencias, así como la dimensión de su obra caracterizada por líneas depuradas, colores con sabor a trópico, brillante, fúlgido. Cuando nos acercamos a él encontramos a un artista apasionado, de una sencillez envidiable, sin ostentaciones y más aún cuando nos abre un espacio para entrar por un visillo a su mundo de colores y texturas, de luces y sombras, descrito por él con las tímidas palabras de un hombre cuya fama prefiere conservar en las opacidades, en el claroscuro de sus firmes pinceladas, tonalidades y sensaciones cuya influencia inicial fue la noticia del fallecimiento de Pablo Picasso.
Walter Arland acredita más de 50 exposiciones desde su natal Valledupar, pasando por Cartagena, Santa Marta, Barranquilla, Bogotá, Puerto Rico, Miami, Tampa Florida, Nueva York, Panamá. Reside en Bogotá sin perder el vínculo e interés por el terruño que lo alimentó en sus inicios y no pierde las relaciones que le permiten estar al día de lo que en este ámbito sucede en Valledupar.
Por: Giomar Lucía Guerra Bonilla
Walter Arland nace en el epicentro de la Sierra Nevada de Santa Marta, custodiado por los imponentes cerros de Juaneta, Loma Blanca y Piedra Lisa.
Walter Arland nace en el epicentro de la Sierra Nevada de Santa Marta, custodiado por los imponentes cerros de Juaneta, Loma Blanca y Piedra Lisa. Circundado por las cristalinas aguas de los ríos Candela y Chicuinya en la paradisiaca población de Atánquez. Su personalidad es cálida y transparente, y nos dice: “El mejor crítico de arte es el que se deja llevar por el sentimiento. Es desprevenido, espontáneo, saborea lo que tiene a la vista”.
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Al estilo de Gaudí quien nace de una familia de artesanos, guardadas las proporciones, Walter nació en el seno de una familia cuya vida y algunas memorias en parte giran alrededor de diseños y tejidos que transmiten su propia historia e identidad, simetría y variedad de diseños que comunican sus propios mensajes; en la familia de Walter, desde su madre doña Oilda Ariza de Arland, y su abuela tejían mochilas y quien sabe cuántas generaciones atrás, diseñando caminos y arabescos guardianes de la memoria de sus ancestros, ambiente donde también pervivía la creatividad de su padre José Celestino Arland, un ebanista, quien en sus obras dejaba plasmado el buen gusto y creatividad al tallar la madera, y de un abuelo con ancestros franceses.
En 1985 es seleccionado para participar en el Salón Nacional de Arte con 10 artistas más de la costa Caribe, donde es premiado por su obra ‘El tinajero de mi abuela cuando era nuevo’. En algunas de sus obras es notoria la influencia de su entorno, de lo autóctono. De su cotidianidad de niño rescata la casa vallenata con su característica decoración de taburetes, mecedoras, tinajeros, sombrereros. Esas ventanas por donde se filtra una luz tenue que protege de los rayos fuertes, de los vientos, del aire frío de la Sierra Nevada. Son elementos de los interiores a cuya evolución le imprime un sello abstracto. El artista comienza a incursionar en arte pop con un tinajero y ‘Después de la parranda’.
Otro de los motivos de inspiración son los calabazos (1985-1986), a veces a manera de representaciones eróticas, con una marcada influencia surrealista de Salvador Dalí. Sus bodegones con influencia minimalista donde trasluce la complacencia que experimenta al pintar la naturaleza con la que ha convivido, diversidad de frutas tropicales: mangos, mamones de colores fuertes. ¿Naturaleza muerta? Así lo denomina el arte, pero sentimos el olor, sabor, la degustamos. Ahí está plasmada otra de las experiencias de su niñez “salir a manguear”, competir con su hermano a ver quién encontraba primero el mango más apetitoso.
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Es notoria la influencia de Francisco Zurbarán. Arland nos dice: “No es plasmar lo que uno ve, sino darle vida, imprimirle un toque mágico que surge espontáneo”. Tendencias clásicas embrolladas con el realismo mágico, caminando a la par con el arte contemporáneo. Resultado también de su talento innato, y los estudios en la Escuela de Bellas Artes de Valledupar y en Bogotá en los talleres de grabado del maestro Umberto Giangrandi; de escultura, Rafael Franco, y el seminario ‘Acercándose al Arte Contemporáneo’ de la Universidad Nacional Bogotá
La parranda vallenata es otro de sus temas recurrentes, donde orienta su cocina del arte al más mínimo detalle, no son sólo acordeón y acordeoneros, el conjunto musical, sino todo el desbarajuste después de la fiesta, el borracho desparramado en un taburete, botellas, colillas por aquí y por allá, el caos.
No podía faltar el paisaje como motivo de inspiración, influenciado por el entorno de la Sierra Nevada de Santa Marta, surge por los años 2010 con una mayor madurez artística, más contemporáneo, resultado del estudio de Vermeer y Rembrandt y los pintores del Renacimiento. No escapan a su pincel los algodonales. En su magnífica y diversa obra encontramos una serie de dibujos, algunos representan mujeres gordas inspiradas en las urnas funerarias precolombinas y un poco en el maestro Grau. Trasciende lo local, nacional e internacional para trasegar por el pop contemporáneo
Estudioso, disciplinado, inquieto siempre está explorando nuevas formas de ver el arte. “He trabajado paralelamente los temas. En el momento hago énfasis en la escultura contemporánea ajustada a los fenómenos del arte actual”. Las concebidas en acero jugando con el equilibrio y la forma hasta lograr una composición lo más cercano a la perfección, agradable a la vista. Los bronces: desde aquí ha llevado torsos femeninos a la escultura en las tres dimensiones. En esta serie están: ‘Monumento a las víctimas de la violencia’, ‘El acordeón’, ‘Las trinitarias’ y ‘La Custodia’, una de la series denominada ‘Exposición a Escalona’ realizada en 2010.
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Es diversa y hermosísima la calidad, variedad de estilos e influencias, así como la dimensión de su obra caracterizada por líneas depuradas, colores con sabor a trópico, brillante, fúlgido. Cuando nos acercamos a él encontramos a un artista apasionado, de una sencillez envidiable, sin ostentaciones y más aún cuando nos abre un espacio para entrar por un visillo a su mundo de colores y texturas, de luces y sombras, descrito por él con las tímidas palabras de un hombre cuya fama prefiere conservar en las opacidades, en el claroscuro de sus firmes pinceladas, tonalidades y sensaciones cuya influencia inicial fue la noticia del fallecimiento de Pablo Picasso.
Walter Arland acredita más de 50 exposiciones desde su natal Valledupar, pasando por Cartagena, Santa Marta, Barranquilla, Bogotá, Puerto Rico, Miami, Tampa Florida, Nueva York, Panamá. Reside en Bogotá sin perder el vínculo e interés por el terruño que lo alimentó en sus inicios y no pierde las relaciones que le permiten estar al día de lo que en este ámbito sucede en Valledupar.
Por: Giomar Lucía Guerra Bonilla