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De una conversación con Franco Ovalle

La noche era ardiente, como todas las del Valle, pero eso no impedía que las señoras lucieran sus mejores galas, esas a las que están acostumbradas las vallenatas, mujeres elegantes desde que nacen. Yo todavía era muy joven, recién casada, y llegué al recinto llena de expectativa por lo que iba a presenciar.

Y fue apoteósico, los amigos, los políticos de aquí y de otras regiones del país se hicieron presentes para homenajear a Adalberto Ovalle Muñoz, que en franca lid le ganó la presidencia de la Cámara de Representantes a Aurelio Iragorri Hormaza.

Era un orgullo para Valledupar, era otro de sus hijos que alcanzaba una posición destacada en el ámbito competido de la política nacional. Eran otros tiempos en los que la corrupción era una palabra que se decía en voz baja, y los nuestros como Adalberto Ovalle Muñoz no la practicaban, él hacía parte de los políticos de entonces que tenían como principal emblema las manos limpias, la conciencia tranquila, con algunas excepciones, por supuesto.

En esa fiesta estaban ellos: cuatro niños, sus hijos, vestidos de etiqueta: “No comprendía la grandeza de lo que acababa de lograr mi padre, grandeza para él, para nosotros, para nuestra familia, para la región”, me comentó el gobernador Franco Ovalle Angarita, en una charla informal, no política, en una tertulia entre los dos en la que la nostalgia nos acompañó.

“Mi padre fue mi inspiración, yo comencé a ser político pegando carteles, convenciendo gente. Recuerdo que mi padre fue el fundador, junto con Julio Villazón Baquero, del Nuevo Liberalismo, aquí solo había liberales y conservadores y era bueno abrir otras puertas. En todos esos actos políticos fui bebiendo la vocación de servicio, porque yo entiendo la política, y no es una frase trillada, como el acto de servir, tuve el mejor maestro, mi padre fue un gran ejemplo”, me comentó bajo el marco de la puerta de su despacho porque lo llamaban para una importante reunión.

Hoy ese jovencito es el gobernador limpio que habíamos esperado, y no lo digo a la ligera, pero si de algo no se puede acusar a Franco Ovalle es de corrupción, de nada torcido, su vida ha sido limpia, aprendida en los consejos del gran abuelo Amador Ovalle, en su hogar, en las actuaciones de su padre, al punto de que uno de los maestros nuestros de la política dijo: “Es un joven que nunca se dejó tentar por la ola de atractivos siniestros que trajo el paramilitarismo”.

 

SUEÑOS Y REALIDADES

Le pregunté: ¿Y ahora qué ha pensado para el Cesar? Y me dijo que iba a trabajar en muchos campos, especialmente por el rescate del campo, vocación cesarense desde sus inicios; ya comenzó con el programa Cesar Siembra; trabajar también por aminorar el desempleo, y se entristece cuando me dice: “Hay mucho desempleo, muchísima pobreza” y me habló de mejorar los niveles de educación como base fundamental para que una sociedad marche bien; en ese sentido tiene programas que han encontrado apoyo en el Gobierno Nacional.

“Estoy implementando el Plan Padrino para cuidar los parques, ya de algunos barrios se han comprometido; tengo interés en que se construyan comedores escolares, ya la Ministra de Educación, con quien hice un recorrido, especialmente por Aguachica, prometió adelantar el programa en beneficio del bienestar de los jóvenes estudiantes”. Y me habló de las necesidades de los pueblos, de obras por acometer en cada uno.

 

LA PRIMERA DAMA

“Ya vamos a cumplir veinte años de casados y tenemos dos hijos lindos y buenos estudiantes”, dice con un cierto orgullo. Edna Margarita “Ia” Vigna García, su esposa, es vital en la realización de la obra que se ha propuesto desarrollar Franco Ovalle, como programas de su gobierno.

“La”, la Primera Dama, es fortaleza que no se arredra ante los palos que atraviesen en las ruedas de la carreta en la que su esposo va a cumplir con lo que prometió. Desde cuando eran novios, en que las serenatas que le daba Franco eran con vallenatos, porque si hay un ‘vallenato vallenato’, es él, se han compenetrados de tal manera que son un bloque sólido para enfrentar envidias y adversidades, ellos saben que los puestos públicos importantes traen todo eso y más, pero no se perturban, más cuando se afincan en el recuerdo de sus mayores.

 

ESPONTÁNEO

Este escrito, apenas un trocito de los que conversé con el señor gobernador del Cesar Franco Ovalle, el resto lo tengo preparado para un libro, se me ocurrió en la madrugada del sábado, de esos temas que se le meten a uno en la cabeza hasta cuando un impulso irrefrenable hace que nos sentemos a escribir.

Fue espontáneo, nadie me ha mandado, yo no soy mujer a la que se pueda mandar, es más, cuando me piden que escriba algo me quitan todas las ganas, me gusta hacerlo porque quiero, o por eso que llaman inspiración o porque es coyuntural. En estas lides no sé defender, solo destacar la vida de alguien en el que tengo fe, sí, en él y en su honestidad.

Quise escribir sobre Franco porque sí, por Ada de la que me dijo: “Es la más calmada, la más serena”. Por Loly, de quien asegura: Ella es la más política, es una luchadora”, por su madre, se emocionó al decir: “Ella ha sido la fortaleza, la amorosa, la que ha estado a nuestro lado siempre, para mi padre lo era todo”. Conocí a Sarita Angarita de Ovalle, cuando yo era adolescente y me topé con un álbum de reinas que tenía una tía en Villanueva, aficionada a eso, y se destacaba una candidata linda: era ella, la señorita Magdalena: “Sí, ella hizo gala de elegancia y finura”, comenta con cierta emoción el gobernador.

Escribo por el Cesar, porque no puede echar por la borda el logro de un gobernador que solo quiere trabajar y que está alejado de los caminos enredados de las intrigas, las envidias y las componendas.

En fin, la charla con el mandatario, agradable y sencilla, se publicará, repito, en mi libro en breve o más tarde. Mientras tanto esperemos que para el Cesar corran buenos vientos, que no haya rencores con ningún político, por sus derechos a disentir, que todos a una trabajemos por esta tierra que abonaron con sabiduría y honradez, los inolvidables abuelos.

 

Por Mary Daza Orozco

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