El bajista y líder de la banda La Provincia de Carlos Vives es uno de los homenajeados del Festival Cuna de Acordeones, que llegó a su versión 40. En diálogo con EL PILÓN, Luis Ángel, como es su nombre original, reveló el tipo de estilos que aprendió en el vallenato y cómo fue su salto al tropipop.
Como una constelación en el universo del cantante Carlos Vives, denominado La Provincia, aparece esa estrella nacida en el municipio de Villanueva, sur de La Guajira, en Colombia. Se llama Luis Ángel Pastor Churio, pero es más conocido por ‘El Papa’, como lo apodaron sus familiares y amigos.
“En el barrio se respiraba música”. Es la respuesta natural del músico, hoy director de La Provincia, cuando se le pregunta por sus inicios. Y claro que por sus poros solo podría penetrar la música, al compartir desde niño con la dinastía Romero (Rosendo, Misael, Israel, Limedes), su “compadrito” Egidio Cuadrado y otros ya conocidos como Daniel Celedón.
Resumirlo no es fácil. ‘El Papa’ tiene un mundo musical entre su cabellera y la experiencia en distintas esferas musicales. Creció aprendiendo a tocar guitarra en el colegio Santo Tomás de Villanueva: con Enrique Bracho, Javier Lacouture y otros compañeros, entendió que era mejor instalarle cuerdas de nailon y no usar las metálicas que traía el instrumento, así no cortaban sus dedos.
“Genéticamente la vena musical viene de parte de mi abuelo (Emiliano Pastor), músico y quien se alejó cuando vio a sus compañeros borrachos en tarima. Por el lado de mi mamá, mi bisabuelo (Gregorio Churio) tocaba saxofón barítono. De esta nueva generación salí yo”, dijo Luis Ángel.
Se considera un privilegiado de ser villanuevero y en agradecimiento, las directivas del Festival Cuna de Acordeones le rendirán homenaje junto a su compadre Egidio Cuadrado, durante la versión 40 del certamen.
La agrupación del Binomio de Oro de América, con Rafael Orozco e Israel Romero, lo sacó como músico profesional. “Fue una etapa de mucho aprendizaje y por eso tengo agradecimiento por ellos. Alcancé a estar fijo de 1985 a 1987, en 1988 me fui para Bogotá a estudiar música, pero en épocas de vacaciones, de noviembre a carnavales, trabajaba con ellos”.
“Mi primer tema de bajo lo grabé con el Binomio, ‘No pasará lo mismo’, de la autoría de Deimer Marín (1987). Cuando yo entré en la guitarra había salido José Vásquez y el bajista era ‘El Maño’ Torres. Después, ‘Rafa’ e Israel, decidieron tener a los dos mejores bajistas del vallenato como era ‘El Maño’ y José Vásquez; como yo me relaciono mucho con la parte futbolística digo que para ese entonces estaba en la banca, al lado de los dos maestros, además de ‘Chide’ Torres que también estaba en el grupo”, rememora el hijo de Jorge Miguel Pastor Oliveros y María Churio Salinas.
Estudió Música en el Conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia. Terminó el nivel básico, pero apareció el llamado de Carlos Vives en su banda, para los espectáculos en vivo, aunque ya venía trabajando en los estudios de grabación. “No quería porque quería terminar los estudios; me animó cuando me decían que se tocaban dos cosas cada dos meses; entré y coincidió con el gran éxito de Vives: Clásicos de la Provincia”.
Lo llamó Vives gracias a las recomendaciones del rey vallenato Egidio Cuadrado. También de Eder Polo y ‘El Negrito’ Rosado, cajero y guacharaquero. Al preguntarle ¿Cuál es el concepto de La Provincia?, responde: “Carlos quería un sonido que no fuera convencional. Eso fue fundamental. Parte importante del éxito del grupo fue que todo salió fluido. Nos encerrábamos a tocar, buscando los arreglos, pero esa parte tenían una cabeza principal que en ese entonces era Ernesto Ocampo, ‘Teto’, el guitarrista”.
Con el samario, ganador de múltiples Grammy Latino y Anglo, tiene un capítulo especial desde las canciones hasta la forma de grabar. Su apego está por canciones como ‘Que diera’, del álbum ‘Tengo fe’, y en Clásicos de la Provincia, le gusta ‘Lirio rojo’ y ‘La gota fría’.
“Carlos cambió la forma de pensar a como se venían haciendo las cosas. Mentes abiertas a proponer, que a veces se caen por no querer arriesgar y no se descubren nuevos sonidos.
Carlos estuvo todo el tiempo dispuesto a arriesgar y asesorado por los músicos; lo fundamental fue cambiar la forma pensar y pensar que se pueden lograr muchas cosas y no limitarse”.
No cataloga ni incluye a Carlos Vives en la llamada nueva ola del vallenato. “Alejo (Alejandro Durán) hablaba de la nueva ola” y lo de La Provincia es considerado como “un movimiento que ayudó a que las nuevas generaciones se fijaran en la música colombiana, porque antes de que Carlos llegara no se tenía en cuenta. No solamente a mirar en el vallenato, sino en el folclor general de Colombia”.
A pesar de que en Clásicos de la Provincia solo grabó el bajo, debido al éxito fue llamado a conformar el grupo y por supuesto a trabajar en el próximo álbum: ‘La tierra del olvido’. “Nos encerramos en unas fincas, en Santa Marta y Santandercito (San Antonio del Tequendama, Cundinamarca), ahí fue donde se comenzó a crear el sonido actual de la banda”.
Tiene 25 años en La Provincia, los últimos seis designado como director de la banda. “El de ahora es un sonido fluido, de músicos colombianos de diferentes regiones del país. Tenemos sentires diferentes como en la parte vallenata como el guacharaquero de Maicao, el cajero de Riohacha, de Villanueva estamos Egidio y yo, y digamos que el apoyo mío abarca otras cosas por estudiar música. Estoy en el centro, en la comunión de las regiones musicales, de los cachacos porque su forma de pensar como roqueros es diferente y eso es importante en el sonido actual de la banda”.
En Villanueva es reconocido por su simpatía, nobleza y humildad, aunque sea uno de los músicos con más recorrido a nivel nacional e internacional. Como homenajeado se siente dichoso, agradecido porque la propuesta siempre fue hacerle un reconocimiento a Egidio Cuadrado.
También tiene preocupaciones por la manera de cómo el vallenato actual se graba y se promociona. “Al menos en las letras de las canciones se ha perdido mucha poesía; en la parte musical había una creatividad impresionante de los músicos, hoy se ha perdido tal vez por el mismo afán comercial. Las mismas disqueras exigen un límite en el tiempo de las canciones, aparentemente un éxito hoy en día no puede pasar de 3:20 o 3:30, pero en aquella época (Binomio de Oro) se hacían de cinco minutos y más; y si vamos a otros géneros temas como ‘Pedro navaja’ son éxitos de radio”.
Cree como muchos en el vallenato, que “la identidad también se ha perdido. Hoy como que la cabeza nada más está para piojo: nadie quiere arriesgar, nadie quiere pensar”.
Piensa que a nivel general falta una muy buena escuela de música regional. “Hay mucho talento y nos falta inyectarle a nuestros muchachos escuchar otros géneros. Hoy con el tema de las redes y el internet se tiene fácil acceso a otros géneros. La recomendación es total disciplina en lo que emprendan. Sin disciplina no se llega. El talento está innato en nuestra región, es impresionante, pero se necesita mucha disciplina y apoyo de los entes gubernamentales en pensar en apoyarlos, para eso sería ideal pensar en una buena academia con epicentro en Valledupar”.
Y tiene un sueño pendiente. El acordeón fue su anhelo desde niño, aprender a digitarlo, pero por falta de recursos su padre le regaló fue una guitarra. Asegura que no morirá sin interpretar paseo, merengue, puya y son con los sonidos del instrumento diatónico.
El bajista y líder de la banda La Provincia de Carlos Vives es uno de los homenajeados del Festival Cuna de Acordeones, que llegó a su versión 40. En diálogo con EL PILÓN, Luis Ángel, como es su nombre original, reveló el tipo de estilos que aprendió en el vallenato y cómo fue su salto al tropipop.
Como una constelación en el universo del cantante Carlos Vives, denominado La Provincia, aparece esa estrella nacida en el municipio de Villanueva, sur de La Guajira, en Colombia. Se llama Luis Ángel Pastor Churio, pero es más conocido por ‘El Papa’, como lo apodaron sus familiares y amigos.
“En el barrio se respiraba música”. Es la respuesta natural del músico, hoy director de La Provincia, cuando se le pregunta por sus inicios. Y claro que por sus poros solo podría penetrar la música, al compartir desde niño con la dinastía Romero (Rosendo, Misael, Israel, Limedes), su “compadrito” Egidio Cuadrado y otros ya conocidos como Daniel Celedón.
Resumirlo no es fácil. ‘El Papa’ tiene un mundo musical entre su cabellera y la experiencia en distintas esferas musicales. Creció aprendiendo a tocar guitarra en el colegio Santo Tomás de Villanueva: con Enrique Bracho, Javier Lacouture y otros compañeros, entendió que era mejor instalarle cuerdas de nailon y no usar las metálicas que traía el instrumento, así no cortaban sus dedos.
“Genéticamente la vena musical viene de parte de mi abuelo (Emiliano Pastor), músico y quien se alejó cuando vio a sus compañeros borrachos en tarima. Por el lado de mi mamá, mi bisabuelo (Gregorio Churio) tocaba saxofón barítono. De esta nueva generación salí yo”, dijo Luis Ángel.
Se considera un privilegiado de ser villanuevero y en agradecimiento, las directivas del Festival Cuna de Acordeones le rendirán homenaje junto a su compadre Egidio Cuadrado, durante la versión 40 del certamen.
La agrupación del Binomio de Oro de América, con Rafael Orozco e Israel Romero, lo sacó como músico profesional. “Fue una etapa de mucho aprendizaje y por eso tengo agradecimiento por ellos. Alcancé a estar fijo de 1985 a 1987, en 1988 me fui para Bogotá a estudiar música, pero en épocas de vacaciones, de noviembre a carnavales, trabajaba con ellos”.
“Mi primer tema de bajo lo grabé con el Binomio, ‘No pasará lo mismo’, de la autoría de Deimer Marín (1987). Cuando yo entré en la guitarra había salido José Vásquez y el bajista era ‘El Maño’ Torres. Después, ‘Rafa’ e Israel, decidieron tener a los dos mejores bajistas del vallenato como era ‘El Maño’ y José Vásquez; como yo me relaciono mucho con la parte futbolística digo que para ese entonces estaba en la banca, al lado de los dos maestros, además de ‘Chide’ Torres que también estaba en el grupo”, rememora el hijo de Jorge Miguel Pastor Oliveros y María Churio Salinas.
Estudió Música en el Conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia. Terminó el nivel básico, pero apareció el llamado de Carlos Vives en su banda, para los espectáculos en vivo, aunque ya venía trabajando en los estudios de grabación. “No quería porque quería terminar los estudios; me animó cuando me decían que se tocaban dos cosas cada dos meses; entré y coincidió con el gran éxito de Vives: Clásicos de la Provincia”.
Lo llamó Vives gracias a las recomendaciones del rey vallenato Egidio Cuadrado. También de Eder Polo y ‘El Negrito’ Rosado, cajero y guacharaquero. Al preguntarle ¿Cuál es el concepto de La Provincia?, responde: “Carlos quería un sonido que no fuera convencional. Eso fue fundamental. Parte importante del éxito del grupo fue que todo salió fluido. Nos encerrábamos a tocar, buscando los arreglos, pero esa parte tenían una cabeza principal que en ese entonces era Ernesto Ocampo, ‘Teto’, el guitarrista”.
Con el samario, ganador de múltiples Grammy Latino y Anglo, tiene un capítulo especial desde las canciones hasta la forma de grabar. Su apego está por canciones como ‘Que diera’, del álbum ‘Tengo fe’, y en Clásicos de la Provincia, le gusta ‘Lirio rojo’ y ‘La gota fría’.
“Carlos cambió la forma de pensar a como se venían haciendo las cosas. Mentes abiertas a proponer, que a veces se caen por no querer arriesgar y no se descubren nuevos sonidos.
Carlos estuvo todo el tiempo dispuesto a arriesgar y asesorado por los músicos; lo fundamental fue cambiar la forma pensar y pensar que se pueden lograr muchas cosas y no limitarse”.
No cataloga ni incluye a Carlos Vives en la llamada nueva ola del vallenato. “Alejo (Alejandro Durán) hablaba de la nueva ola” y lo de La Provincia es considerado como “un movimiento que ayudó a que las nuevas generaciones se fijaran en la música colombiana, porque antes de que Carlos llegara no se tenía en cuenta. No solamente a mirar en el vallenato, sino en el folclor general de Colombia”.
A pesar de que en Clásicos de la Provincia solo grabó el bajo, debido al éxito fue llamado a conformar el grupo y por supuesto a trabajar en el próximo álbum: ‘La tierra del olvido’. “Nos encerramos en unas fincas, en Santa Marta y Santandercito (San Antonio del Tequendama, Cundinamarca), ahí fue donde se comenzó a crear el sonido actual de la banda”.
Tiene 25 años en La Provincia, los últimos seis designado como director de la banda. “El de ahora es un sonido fluido, de músicos colombianos de diferentes regiones del país. Tenemos sentires diferentes como en la parte vallenata como el guacharaquero de Maicao, el cajero de Riohacha, de Villanueva estamos Egidio y yo, y digamos que el apoyo mío abarca otras cosas por estudiar música. Estoy en el centro, en la comunión de las regiones musicales, de los cachacos porque su forma de pensar como roqueros es diferente y eso es importante en el sonido actual de la banda”.
En Villanueva es reconocido por su simpatía, nobleza y humildad, aunque sea uno de los músicos con más recorrido a nivel nacional e internacional. Como homenajeado se siente dichoso, agradecido porque la propuesta siempre fue hacerle un reconocimiento a Egidio Cuadrado.
También tiene preocupaciones por la manera de cómo el vallenato actual se graba y se promociona. “Al menos en las letras de las canciones se ha perdido mucha poesía; en la parte musical había una creatividad impresionante de los músicos, hoy se ha perdido tal vez por el mismo afán comercial. Las mismas disqueras exigen un límite en el tiempo de las canciones, aparentemente un éxito hoy en día no puede pasar de 3:20 o 3:30, pero en aquella época (Binomio de Oro) se hacían de cinco minutos y más; y si vamos a otros géneros temas como ‘Pedro navaja’ son éxitos de radio”.
Cree como muchos en el vallenato, que “la identidad también se ha perdido. Hoy como que la cabeza nada más está para piojo: nadie quiere arriesgar, nadie quiere pensar”.
Piensa que a nivel general falta una muy buena escuela de música regional. “Hay mucho talento y nos falta inyectarle a nuestros muchachos escuchar otros géneros. Hoy con el tema de las redes y el internet se tiene fácil acceso a otros géneros. La recomendación es total disciplina en lo que emprendan. Sin disciplina no se llega. El talento está innato en nuestra región, es impresionante, pero se necesita mucha disciplina y apoyo de los entes gubernamentales en pensar en apoyarlos, para eso sería ideal pensar en una buena academia con epicentro en Valledupar”.
Y tiene un sueño pendiente. El acordeón fue su anhelo desde niño, aprender a digitarlo, pero por falta de recursos su padre le regaló fue una guitarra. Asegura que no morirá sin interpretar paseo, merengue, puya y son con los sonidos del instrumento diatónico.