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Tiempos difíciles

Muy pocos se detienen por un momento a reflexionar sobre lo que nos está pasando, ni siquiera como sociedad, como humanidad. Y ojo que no menciono la palabra pensar, que es un acto natural e involuntario de todos los seres vivos, sino que enfatizo sobre reflexionar, que es el siguiente nivel, más allá de solo […]

Eloy Gutiérrez Anaya, columnista de EL PILÓN.

Eloy Gutiérrez Anaya, columnista de EL PILÓN.

Por: Eloy

@el_pilon

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Muy pocos se detienen por un momento a reflexionar sobre lo que nos está pasando, ni siquiera como sociedad, como humanidad. Y ojo que no menciono la palabra pensar, que es un acto natural e involuntario de todos los seres vivos, sino que enfatizo sobre reflexionar, que es el siguiente nivel, más allá de solo escuchar lo que dice nuestra mente. ¿Estamos siendo conscientes de que nos estamos degradando como especie y cada vez nos alejamos de nuestro propósito como creación divina? Pareciese que sí.

Nacimos con la capacidad de enfrentar y resolver todos los obstáculos que se nos crucen en la vida; así ha sido desde que pisamos esta tierra: el descubrimiento del fuego, como el más importante de toda la existencia humana; luego la rueda, la máquina a vapor, las letras, las enfermedades y cómo curarlas, las leyes y cómo usarlas para organizarnos mejor como sociedad, y así sucesivamente fuimos entregando soluciones que eran comunes a toda la especie, siempre con un fin superior: preservar lo más valioso que teníamos en ese momento, la existencia misma, es decir, lo que significaba estar por encima de toda la cadena viva: ¡la vida!

¿En qué momento esa capacidad de crear y ponerla al servicio de la humanidad cambió su fin para destruirla? Pasar de la flecha, el hacha, la lanza y el uso final de la pólvora, luego la dinamita y la división del átomo nos da la respuesta. ¿Y las redes sociales cuentan también como la evolución de esos inventos para destruir? Para mí, la más eficaz.

Desde los siglos XIV al XVIII (desde el Renacimiento hasta la Revolución Científica) han sido quizás los periodos de grandes avances de la humanidad; fueron en estos donde la mente humana mostró la capacidad de perfeccionar las más bellas creaciones en lo cultural, el arte, la pintura, la ciencia y la base de lo que hoy conocemos como tecnología; es decir, la mente humana mostrando por qué fuimos creados a imagen y semejanza del que todo lo hizo. ¿Hubo guerras en este periodo? Por supuesto. ¿Hubo pestes y catástrofes? Muchas. Pero ¿en qué momento el semejante se nos volvió una amenaza que solo es posible neutralizar con su desaparición física, y entre más cruel, mucho más eficaz? Fue en el siglo XX y perfeccionada en el actual siglo.

No te quiero aburrir con una clase de historia que a nadie pareciese interesarle, entre otras cosas porque es uno de los peores de todos nuestros males: no querer saber nada de lo que pasó hace doscientos años, ni cuarenta, ni una semana y ni siquiera lo que pasó ayer, y mucho menos de dónde venimos, para dónde vamos y, mucho peor, para qué vinimos a este planeta. ¿No les parece curioso que así nos sintamos?

Solo pregúntate: si hace cuatro mil años una civilización utilizó la herramienta más poderosa jamás vista para entregarnos soluciones que nos facilitaron la existencia, ¿por qué hoy dependes de una máquina a la que le consultas información que la mente humana es capaz de entregar, organizar, resumir y procesar miles de millones de veces más efectivamente que una inteligencia alternativa?

No estoy cuestionando si usas o no la revolución del momento, ni mucho menos satanizando lo que es una herramienta que puede ser muy potente y efectiva para muchas áreas del conocimiento, pero te tengo que recordar que, cuando se descubrieron las enfermedades, la pólvora, la dinamita, la división del átomo e internet, todos dijeron que sería para beneficiar a la humanidad.

Y no discuto que tal vez haya sido así, pero solo en las dos grandes guerras mundiales se estima que murieron alrededor de 100 millones de personas, sin sumar las que han muerto por pandemias, extraños terremotos, tsunamis, erupciones o las demás guerras subsiguientes a la Segunda Guerra Mundial. ¿Esto te dice algo?

Si te digo que llegará el día no muy lejano, en el que le preguntes a la máquina cómo asear tu cuerpo o cómo alimentarte, ¿me creerías?

Finalmente, lo que quiero dejarte en estas líneas es que no hay mayor creación que nosotros, los humanos, que venimos a vivir en manada, que nos necesitamos como especie y que todo lo que quieres y buscas habita en ti, no afuera.

Por: Eloy Gutiérrez Anaya

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