EL VALLENATO

La paradójica resistencia al álbum ‘El último baile’ de Silvestre Dangond

A pesar de ser galardonado en los Latin Grammys y los catorce estadios vendidos en Colombia, “El último baile”, luego de seis meses de lanzado, no logró consolidarse en los parlantes de Valledupar.

Carátula de “El último baile”.

Carátula de “El último baile”.

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—Ese disco ta’ malo —dijo con propiedad el taxista y recordé la razón por la que Silvestre había titulado de esa forma su álbum anterior. Se volvió costumbre que cuando el guajiro lanza un disco algunas personas en Valledupar lo califiquen como: “ta’malo”. Paradójicamente, termina consolidándose en la ciudad. 

Esta vez, desde el inicio, la crítica vallenata aplaudió “El último baile”, su más reciente producción con Juancho de la Espriella, por su cercanía con el folclor y su lejanía de los sonidos contemporáneos urbanos o cualquier otro atisbo de la fusión que actualmente se hace en el vallenato, llamada despectivamente como “salchipapa”. 

Esa noche me dirigía al Parque de la Leyenda Vallenata, invitado por Old Parr, en la segunda fecha de tres que se realizaban por el lanzamiento en vivo de este nuevo disco. El preámbulo fueron las críticas del taxista, quien esgrimió sus razones por las que la producción le había parecido “floja”.

Dijo, como uno de sus principales argumentos, que fue debido a que no se incluyó a compositores “de peso” como Wilfran Castillo, Rafa Manjarrez o Robert Calderón, justificación que me generó extrañeza. También dijo que la canción que se salvaba era la compuesta por Omar Geles, llamada “Volvamos a ser novios”. 

La canción la escuché en exclusiva cuando Silvestre la presentó en el homenaje que le hizo a Geles para el pasado Festival Vallenato. Supe que sería el tema que más sonaría del álbum. Y, aunque genuinamente me había dado ‘cringe’ en ese momento, sabía que tararearía la canción involuntariamente por alguna razón extraña. O ni tan extraña.

Seis meses después de lanzada, suma 5,2 millones de reproducciones en YouTube y en Spotify alcanzó los 4,7 millones de streams, siendo en ambas plataformas la canción más reproducida del álbum. Omar Geles tenía la capacidad de componer ‘palos’, que comercialmente funcionaban muy bien (recuérdese “Me gusta, Me gusta”), pero que se quedaban cortos en la apetecida narrativa vallenata de otros compositores. 

Hubiese podido estar de acuerdo con el taxista y decir que el disco no estaba tan bueno, como había pensado poco después de su salida, porque era justo la canción que se repetía y se repetía. Mi percepción cambió cuando escuché el álbum con mayor detenimiento y acompañado de alguna bebida de color cobrizo, como deberían acompañarse todos los álbumes vallenatos. 

Silvestre incluyó algunas canciones de corte romántico, pero lo contrastó con canciones que fueron grabadas hace más de 40 años, como las compuestas por Luis Enrique Martínez y Julio César Oñate, y otras de compositores criollos como Álvaro Molina y Richard Daza. 

En la escucha pausada, luego de la efervescencia del concierto y de las críticas proferidas por el taxista, concluí que Silvestre buscaba un sonido más ‘corronchito’ desde su álbum anterior. Que sonara más arrabalero, que supiera más a pueblo, aunque manteniendo un aura internacional, y que la canción de Geles solo era carnada para aquellos con gustos más acachacados. 

Esa línea sonora marcó una distancia con las nuevas fusiones de otros cantantes contemporáneos y logró vender catorce estadios del país. Quizá propiciado por la onda de conciertos dedicados a la nostalgia que se ha vuelto recurrente en los últimos años, que el guajiro supo capitalizar convocando al acordeonero de sus mayores éxitos de antaño, Juancho de la Espriella. 

Por otro lado, “Volvamos a ser novios”, la canción líder del álbum, tuvo una caída en estos últimos cuatro meses. Mientras los primeros dos meses obtuvo 3,8 millones de reproducciones (Youtube), los dos siguientes registró un aumento del 24 %, con 900 mil, y los dos últimos subió apenas 500 mil, que representa cerca del 11 %. También ha aminorado en los parlantes de Valledupar. 

Finalmente, Silvestre logró llevarse el Latin Grammy con este álbum, dando razón a los folcloristas que lo respaldaron desde el principio y a su aura sonora internacional en la que está condensado su sonido. Mientras que en la capital del vallenato, la producción no logró consolidarse en los parlantes ni los pasacintas de los taxistas, influenciados por la opinión de los locutores de radio. Algunos incluso, como si se trataran de verdaderos críticos vallenatos, se atreven a decir que este disco fue el que verdaderamente debió llamarse “Ta’Malo”.

Por: Alberto González.

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