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Petro en el diván de Coronell: el líder que solo se escucha a sí mismo

Un patrón perturbadoramente predecible que emergió a lo largo de la alocada entrevista es la evasión meticulosa de todas y cada una de las preguntas directas.

Hugo Mendoza, columnista de EL PILÓN.

Hugo Mendoza, columnista de EL PILÓN.

Por: Hugo

@el_pilon

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En la entrevista reciente con Daniel Coronell, Gustavo Petro volvió a demostrar que su principal escenario no es la gestión, sino la retórica barata. Frente a las preguntas incisivas del periodista, el presidente pareció más interesado en reafirmar su propia fábula que en responder con claridad. Como un orador sin auditorio, Petro desplegó una sinfonía de divagaciones donde cada idea se disolvía en la siguiente, sin llegar a ninguna parte.

Su postura corporal proyectaba exactamente eso: relajado, a punto de ser despectivo, transmitía impotencia de sobra en lugar de serenidad. Coronell preguntaba con precisión quirúrgica, a veces contagiado; Petro respondía con una mezcla de anécdota aburrida, digresión histórica, y pretendido misticismo político. A veces parecía que hablaba, no para el entrevistador, obvio, ni para cualquier otra persona, sino para la posteridad que él mismo imagina. En su propia historia, Petro no lidera un país. Él es una malísima causa, una mala epopeya, un destino que, según su propia narrativa, solo él percibe en toda su magnitud.

Un patrón perturbadoramente predecible que emergió a lo largo de la alocada entrevista es la evasión meticulosa de todas y cada una de las preguntas directas. Cuando el entrevistador tanteaba sus insinuaciones sobre temas claramente incómodos -como el papel de la primera dama, las incoherencias en su propio discurso, o los problemas que afligen a su gobierno- el actual presidente colombiano se refugiaba en recortes mentales en lugar de estudiar soluciones reales. Las frases “proceso histórico”, “cambio” y “transformación” servían como escudo bajo el cual nada necesita disculparse, pero tampoco se tiene que delinear. Se observa inolvidable y que trasciende, háganme el favor.

Pero su declaración de una “separación física” con su esposa, Verónica Alcocer, quien aún ejerce funciones protocolares y tiene acceso a los recursos del Estado, es un juego semántico que se puede superar en los pasillos de un debate filosófico amateur, pero impropio de un dirigente elegido que debería presentar respuestas claras en lugar de metáforas enigmáticas. El pésimo vestuario, los gestos, las pausas, todo sobre Petro está saturado, un poco de desdén por el formato y convicción mesiánica. Pero debajo de la pose intelectualoide, la entrevista reveló lo que sus contrapesos han dicho durante tanto tiempo: un intrigante mucho más cómodo en el discurso que en la acción, mucho más interesado en su lugar en la historia que los resultados de hoy.

Coronell, con su sobriedad habitual, pero sorprendido, hizo lo que debía: preguntar. Petro, en cambio, hizo lo que suele: responder sin responder. Y así, entre verdades a medias y divagaciones líricas, se confirma que el presidente colombiano no estaba en una entrevista: estaba en un monólogo interminable donde el protagonista, el espectador y el narrador son la misma persona.

Aún a tiempo en la fase final de su desgobierno, presidente Petro, gobierne para todos, trascienda dedicado a ejecutar lo que pueda ejecutar sin distracciones, ni viajes: trabaje, dedíquele tiempo a los problemas de Colombia. No se suicide, ni sacrifique a los colombianos. Concluya su presidencia en paz.

Por Hugo Mendoza 

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