CULTURA

La increíble historia de “Mi Pedazo de Acordeón”: así llegó a Valledupar el icónico monumento hace 34 años

Gabriel Beltrán narra las emociones y desafíos tras 34 años del monumento “Mi Pedazo de Acordeón”, símbolo del vallenato y Valledupar.

“Mi Pedazo de Acordeón”, la escultura que desde 1991 rinde homenaje a la música y a la memoria de Alejo Durán en Valledupar. Foto: Jesús Ochoa.

“Mi Pedazo de Acordeón”, la escultura que desde 1991 rinde homenaje a la música y a la memoria de Alejo Durán en Valledupar. Foto: Jesús Ochoa.

Por: Katlin

@el_pilon

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A finales de noviembre de 1991, el escultor bogotano Gabriel Beltrán llegó a Valledupar para instalar su obra plástica más reconocida, titulada “Mi Pedazo de Acordeón”, en homenaje a Alejo Durán, el primer rey vallenato. 

Esta escultura abstraccionista, de diez metros de largo, siete de ancho y alto, y un peso de ocho toneladas de puro hierro sudafricano, se ha convertido en un símbolo representativo de la capital del Cesar, especialmente durante el Festival de la Leyenda Vallenata.

Origen e inspiración

Para crear la obra, Beltrán recorrió los bares de La Candelaria en Bogotá para encontrar un acordeonero que le explicara detalladamente las partes de un acordeón. “(Un músico) me indicó cuáles eran los bajos, los pitos, el fuelle, los botones y cada uno de los elementos que hacen parte del mágico instrumento alemán, concretamente un Hohner”, comentó el escultor.

Después de asimilar estas explicaciones, comenzó la construcción de una maqueta para participar en un concurso en Valledupar que homenajeaba a Alejo Durán. Pese a competir contra nueve escultores locales, Beltrán confió en su trabajo y logró imponerse, parte de ello gracias a que estudió la letra de la puya “Mi Pedazo de Acordeón”, la canción con la cual Durán ganó el Primer Festival de la Leyenda Vallenata en 1968. “Esto me permitió meterme muy dentro del corazón del tema musical y expresar ese sentimiento en mi escultura”, afirmó Beltrán.

“Es un punto de referencia, además. A mí me complace mucho y la llevo muy orgulloso de mi ser“, aseguró el artista. Para Beltrán, esta escultura no es sólo una pieza artística, sino un vínculo con un tiempo y unas circunstancias cargadas de expectativa social y cultural. Destaca que a pesar de los años, sigue vigente, especialmente durante el Festival Vallenato cuando muchas personas la reconocen y la comparten en redes sociales.

En sus inicios, la obra fue realizada con corte a acetileno, un proceso lento y que resultaba imperfecto. Actualmente, comenta que el avance tecnológico como el corte láser ha revolucionado el trabajo escultórico. “Ahora tenemos otra clase de cosas. El corte láser es perfecto y también ahorra mucho trabajo”. Además, la escultura refleja más que una imagen figurativa, es una construcción simbólica y abstracta que comunica la esencia del vallenato y de Alejo Durán, a través de sus materiales y forma.

Reencuentro con el hijo

La última visita a Valledupar y su acercarse a la escultura fue hace aproximadamente seis años, Beltrán describe una sensación profunda: “Cuando vi la obra después de tantos años se me escurrieron las lágrimas, me sentí como recordando un hijo o una hija que no veo hace 30 años”. 

Su conexión con la ciudad es fuerte, siente que Valledupar tiene un arte de calidad que se encuentra en cada rincón y ama la naturaleza y la gente que la habita. “Me bajé del avión casi sin respiración y lleno de sudor, pero después me pareció súper bien mi clima, las cosas, las personas, todo. Es una ciudad que llevo en mi corazón”, describió el viaje que lo llevó a conocer la ciudad por primera vez gracias a su arte, aquí dejó sembrado un hijo cuya custodia comparte con los vallenatos.

Materiales resistentes para la eternidad

Beltrán explica que la durabilidad de la obra es fundamental para él: “Una obra pública debe prevalecer por encima del clima y del tiempo. Por eso usamos acero inoxidable hoy que reemplaza al bronce en muchas esculturas monumentales”. 

El acero inoxidable acentúa la fortaleza plástica y la resistencia, mientras que las piezas originales del Pedazo de Acordeón fueron hechas en hierro sudafricano, ahora muy costoso y de difícil importación antes y hoy.

El secuestro guerrillero de la obra

El traslado de la escultura estuvo marcado por un episodio crítico con la guerrilla. “Nos detuvo un retén de la guerrilla que pensaba que era una escultura para un político, y nos retuvieron 48 horas sin teléfonos ni comunicación”. 

El escultor recuerda ese momento con tensión y cómo la intervención de autoridades municipales permitió la liberación. Participaron 22 personas en ensamblar la obra con labores exigentes como lijar, cortar y soldar. El apoyo del alcalde Aníbal Martínez Zuleta y la maquinaria local fue decisivo para el montaje y la puesta en marcha del monumento en Valledupar.

La obra fue inaugurada en diciembre de 1991 con una gran fiesta a la que asistieron dieciséis agrupaciones reconocidas, artistas vallenatos y alrededor de 10.000 personas. “No sabíamos en ese momento la magnitud de la obra, pero con el tiempo se convirtió en un sitio turístico esencial, especialmente durante el Festival de la Leyenda Vallenata”, explicó el escultor.

Un llamado a las nuevas generaciones

En 2015, Beltrán regresó a Valledupar para restaurar su obra en una iniciativa de la Gobernación del Cesar. Además, por su aporte, ha sido declarado “Hijo de Valledupar” y otras esculturas suyas adornan la ciudad, como “Sierra Nevada” en el Coliseo Cubierto, “Victoria” y “Pluma” en el rompoy de la Terminal de Transportes. Aunque se reconoce bogotano, Beltrán se declara hijo adoptivo de Valledupar: “Es mi tierra en todo sentido, la amo, y quiero lo mejor para ella. Lo llevo en el corazón“. 

Expresa sus planes de regresar para seguir contribuyendo con su arte, alentando el talento local. Su obra “Mi Pedazo de Acordeón” es para él un símbolo de esa ciudad y cultura vallenata que ha atravesado décadas, tecnología y emociones, en un diálogo vivo con su gente.

Escultor y el arte joven

Gabriel Beltrán anima a los jóvenes artistas a tener persistencia y pasión, señalando que la carrera en artes plásticas tiene más oportunidades hoy con recursos públicos y privados. Les recomienda no hacer obras gratuitas y a exigir esfuerzo mental y emocional en cada creación. 

El escultor también compartió consejos para artistas jóvenes: “Lo primero es persistir e insistir. No por el primer intento, sino por el gran intento… No hacer obra gratuita. La creación debe fortalecer lo intelectual, épico y estético. Nada es gratuito ni fácil en esta vida”.

Finalmente expresó su deseo de regresar a Valledupar el próximo año con nuevos proyectos y con añoranza de visitar a sus hijos de hierro y acero.

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